77. MAR DEL PLATA

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Definitivamente, a Valentina le está costando entender que la guerra que emprendió contra su papá, no está en sus manos ganarla. Ese empeño en querer manejarle la vida no le va a traer otra cosa que complicaciones, pero es ley de vida que nadie aprenda de los errores ajenos y ella ha de reunir los propios para entender un poco sobre los sentimientos de los demás. Tropiezos, malos ratos y broncas sin sentido con su progenitor, harán que comprenda lo equivocada que está al intentar manipularlo como pretende. De momento, ya se ha dado cuenta de una cosa importante: Diego está escudado contra ella y no va a poder encontrar ni un resquicio por el que acercarse a su mente, cuanto menos a su corazón. Después de la primera agarrada, recién llegada a Mar del Plata, su papá le ha retirado la palabra y no quiere verla en su presencia, de modo que no le queda otro remedio que entenderse con su asistente con la que, además, la obligaron a compartir techo. Es con Marcela con quien debe tratar los asuntos que desee comunicarle a su padre, ya sean estos de vida o muerte o pequeñeces. Asimismo, para cualquier cosa que quiera hacer en aquel país, necesita por fuerza el consentimiento de su progenitor y el único modo de lograrlo es a través de su asistente. Pero lo peor de todo es que, ni siquiera su hermana se ofreció a darle una mano para salir del problema en el que se ha metido.

Tenía que haber evitado esa pelea con Diego un mes atrás. Tenía que haber comprendido la reacción de su padre al recibir la llamada de aquella mujer; una llamada que él esperaba ansiosamente. Tenía que haberse limitado a observar cómo estaban las cosas entre ellos, antes de lanzar su primer ataque. Se equivocó y ahora está pagando las consecuencias, por su mala cabeza. La mayor y más importante; tenerlos a todos en su contra, lo cual supone un gran inconveniente si en algún momento le interesa reconciliarse con la familia. Ahora se da cuenta de que, aquel primer berrinche, la dejó completamente aislada, ya que no solo no pudo quedarse a vivir con su papá, así estuviera con ellos Rosalía, sino que tuvo que bajar la cabeza y aceptar lo que le ordenaban y eso para Valentina, soberbia y orgullosa de sí misma, fue especialmente vergonzoso. Ella que había soñado con poder someter a Diego a sus deseos y pasar altiva y ufana ante todos habiendo logrado sus propósitos, hubo de bajar aquel día al apartamento que comparten Marcela y Luisa y aceptar sus miradas condolidas. Y para remate, al día siguiente con la llegada de sus tíos, comprendió hasta que punto iba a tener que dar la pelea sola.

Mientras intentaba conciliar el sueño en su primera noche en Argentina, se le había ocurrido la peregrina idea de lograr al menos un resto de independencia y para ello pensaba pedir que le permitieran ocupar el apartamento de la última planta; el mismo que Rosalía ha dispuesto para Daniel y Andrea. Albergaba la esperanza de que el lugar no fuera del agrado de la pareja y, conociendo a Andrea, era muy probable que así sucediera. Entonces ella se mudaría para allá y no iba a tener que soportar la presencia de la amiga de Marina. Sin embargo, su tía Andrea, seguramente porque es medio bruja, la odia y sabía que ella lo quería, dijo que le encantaba el lugar y que, mientras no supieran por el tiempo que se iban a quedar, no era necesario buscar una casa para ellos. Valentina está segura de que Andrea lo hizo para molestarla.

Lo peor de todo fue constatar, con una llamada telefónica hecha a Colombia –aparentemente, a escondidas de su familia–, que no podía contar con la colaboración de su mamá, mientras no le demostrara que la merecía. Muy claramente le hizo saber Fernanda que, solo cuando obtuviera resultados satisfactorios y pruebas concretas de que estaba logrando un beneficio para su futuro, ella le daría una recompensa y tendría de su parte la ayuda que solicitaba. De manera que, si no conseguía su propósito de allanarle el camino de vuelta a la vida de Diego, se iba a quedar allá; aislada y más sola que la una.

Para colmo de sus males, tiene que sumar una discrepancia más a las muchas que la vida le está mostrando; como si quisieran hacerle entender que es imposible planificar el futuro, así ella se empeñe en lo contrario, sin esperar que el futuro te pegue vuelta a la cara. La prueba la tuvo en lo que sintió por Marcela después de su primer encuentro, el día de su llegada. La mujer se mostró tan adorada y atenta con ella, que le resultó muy difícil ponerse en su contra y odiarla. Por más que fuera la mejor amiga de su peor enemiga, aquella mujer se hace querer por todo el mundo, y ella no está hecha de distinta pasta que la demás gente. Y su papá dio el siguiente paso al obligarla a entenderse con la asistente para contactar con él. En realidad ha sido Marcela quien le ha colaborado en todo, sin mostrarle siquiera una mueca de desagrado ante la orden que le dio Diego. Por el contrario, incluso está gestionando en su lugar la documentación que necesita para su entrada en la universidad, con el inconveniente de tener que hacerlo cuando ya el curso está comenzado. Esto, le consta, no lo hace únicamente por cumplir las órdenes de su jefe, sino a título personal, lo que le demuestra que, por más que lo desee, no va a poder ponerse en su contra.

La Peor de Mis LocurasWhere stories live. Discover now