19. PINAMAR

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Tras colgar el teléfono, Marina sale a la terraza de la casa de sus padres en Pinamar; le gusta mirar el mar desde ese punto. A pesar de estar en pleno verano, con toda la zona invadida por los turistas, el lugar en el que se encuentra la casa logra conservarse casi en estado puro. En este momento ella necesita la paz que le brinda su propia soledad.

Unos años atrás, cuando la gran crisis del país, los Bordonaba se vieron obligados a vender la estancia de Tandil, que había sido de sus abuelos paternos, junto con las otras propiedades de la familia. Pero su mamá insistió en conservar aquella casa, aunque se perdiera todo lo demás, porque aquel había sido el primer hogar propio que tuvieron, donde pasaron juntos años muy felices. Marina secundó entonces los deseos de doña María, y ahora se siente encantada de poder disfrutar del silencio, roto apenas por el sonido de las olas en la playa, mientras lucha por encontrar un poco de sosiego para su alma.

Allá, en aquel mismo lugar, sentada en esta misma hamaca, lloró durante dos días seguidos, hasta que se repuso poco a poco de su terrible ruptura con Víctor Alemán. Ahora, con el paso del tiempo, recordar aquellos momentos de pesadilla en los que casi creyó morir, le causa risa. No pudo haber sido tan tarada, llorando por alguien que no merecía la pena. En cualquier caso, no puede dejar de lado lo que sucedió entonces. Incluso, en su fuero interno, agradece haber pasado por aquel lamentable episodio en su vida, porque, por penoso que fuera, hizo que creciera como persona. Entonces, con Víctor, se sintió traicionada. Esta vez está perdida en sí misma. Tiene que hacer hasta lo imposible por encontrarse, porque debe luchar a brazo partido si quiere hacer realidad lo que siente.

(Lo que ocurre ahora... Lo que paso hace un rato con su llamada a Colombia, no debería de ser tan terrible si pudo solucionarlo, pero las palabras de Valentina, desde Santa Marta, le helaron el alma. Por el contrario, la amada voz de Diego, en la distancia, logró avivarla y orientarla para la lucha. Ahora sabe que tendrá que dar la pelea y tiene que estar dispuesta a todo)

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A menudo recuerda los hechos en su conjunto, pero lo recuerda como algo que pasó por su vida dejándole una huella cruel y dolorosa. Sin embargo, desde entonces no había vuelto a revivirlos en su memoria, paso por paso, con la amargura de la decepción que le causaron. En aquel proceso, cuando su dolor alcanzó el límite, se dio cuenta de que no merecían sus lágrimas y se obligó a no coexistir con ellos. Eran su pasado y en el pasado se tenían que quedar. Y hasta hoy no volvió a recordarlo: un momento antes, cuando creyó que su mundo se hundía y que de nuevo tendría que volver a emprender el camino en su busca de la felicidad. Ahí se puso a comparar el dolor de aquellos días con lo que está sintiendo ahora.

Bien es cierto que, en aquel momento, apenas un año atrás, no supo diferenciar la rabia del dolor o la vergüenza. No supo que era lo que más daño le causaba; que Víctor la hubiera engañado, que se hubiera aprovechado de ella, o haber tirado al tacho de la basura seis años de su vida. Ni siquiera le quedó el consuelo de una linda experiencia que guardar en sus recuerdos.

Conoció a Víctor Alemán en su primera estadía en Buenos Aires, trabajando ambos para una importante empresa dedicada al transporte marítimo. Pero entonces su relación era únicamente de amistad y, a decir verdad, no demasiado afectiva. Fue más tarde, al ser requerida ella para un cargo en el Ministerio de Marina, cuando él apareció de nuevo en su vida y en ella se quedó.

Marina lo había dado todo por la pareja que formaron: la estabilidad económica –Víctor no había aportado ningún bien material a la unión–; el romanticismo que era su modo de vida –ahora sabe que él tampoco contribuyó en eso–; el sosiego, la paz, el equilibrio y todo el amor que tenía para regalar. Víctor se limitó a dejarse llevar, a dejar que ella hiciera y deshiciera, con la excusa de que, su importante y gran laburo, lo tenía completamente absorbido. Y realmente era cierto. El puesto que ocupaba en la sociedad portuaria –que ella le consiguió tras mucha insistencia de su parte–, no era únicamente jerárquico sino de responsabilidad. Pero aún así, encontró el espacio necesario para comportarse como una basura.

La Peor de Mis LocurasWhere stories live. Discover now