87. MIRAMAR (Argentina)

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Ariel y Valentina llegaron a Miramar a primera hora de la mañana. Escogió esta playa, cercana a Mar del Plata, porque justo en aquella época del año es una de las más tranquilas de la zona. El hombre piensa que necesitan encontrarse realmente a solas, vivirse y disfrutarse en un tiempo compartido. Así no sea más que por lo que se viene, que él ve irremediablemente como el final de su relación, está dispuesto a pelear por ellas, relación y mujer, hasta las últimas consecuencias.

Después de instalarse en la habitación que han reservado, almuerzan en el restaurante del hotel y dan un paseo por el lugar. Miramar es una ciudad que, como La Feliz, se convierte en un hervidero de visitantes en pleno verano, pero que ahora, cuando el frío y las lluvias crean un ambiente desapacible, queda con sus habitantes censados siendo uno de los mejores lugares del país para el descanso. Y ellos están allá con la única intención de aflojarse y vivir unos días lindos que puedan recordar para siempre. Así pues, tras un largo recorrido por el muelle de pescadores, terminan sentados en una escalinata de bajada a la playa desde el paseo peatonal que la bordea. Ambos llevan largo rato en silencio; sentados uno al lado del otro; admirando la bravura del Atlántico que se ofrece infinito a sus ojos. Valentina toma sol apoyada en el muro, con los ojos cerrados cubiertos por sus anteojos oscuros, mientras él piensa.

Piensa en cómo ha podido terminar enredado en semejante candombe.
¿Cómo hizo? ¿Qué lo llevó a ello? Pero no es tan difícil de explicar y él lo sabe. En primer lugar fue el destino, la casualidad y las hadas de la fortuna que marcaron su suerte. No estaba previsto que se encontraran de aquel modo. Ni ella lo buscó ni él tampoco. Pero ¿luego del encuentro? ¿Por qué no dijo la verdad y se presentó a Valentina como quien realmente es, sin mentiras ni medias verdades? "Soy Ariel Bordonaba" Sin más puntos ni más comas. Obvio que, de haberlo hecho así, cada cosa habría quedado en su lugar. Y de haber quedado cada cual en el sitio que le corresponde, ahora no estaría allá, con aquella mujer soñando a su lado. Pero ¿qué fue lo que pensó que iba a averiguar mintiendo? ¿Qué quería demostrarse y demostrarle a ella? Para empezar, nada. Porque el único sentimiento que tenía hacia Valentina era el rencor por lo mucho que ha lastimado a su hermana. Pensaba que era una mujer sin principios, una niñita malcriada a la que no le vendría mal un buen escarmiento y eso fue lo que quiso hacer; demostrarle que ellos también son gente y que nada le daba derecho a tratar a Marina como lo había venido haciendo. Tal vez si la muchacha hubiera continuado con el arranque mal encarado del primer momento, él habría sabido poner a punto su autodefensa y nada de esto estaría pasando. Pero ella dejó ver su verdadero interior, al mudar incluso el semblante, en el instante en que lo miró por primera vez a los ojos, desarmándolo por completo. ¿No le dijo la verdad, porque deseaba demostrarle algo o porque de repente quería conocerla mejor y eso no iba a ser posible si ella estaba al corriente de su verdadera identidad?

¿Qué importa ya? No puede dar marcha atrás. No debe ni quiere volver a empezar. Porque desde el momento en que, aquella primera tarde, entablaron una conversación cordial y a todas luces racional, Ariel Bordonaba, hermano de Marina, dejó de existir para convertirse en alguien que quiere, necesita y anhela, conocer hasta los más profundos secretos de aquella mujer que lo dejó fascinado. Una mujer tan diferente a como Marcela, Luisa y Marina se la habían descrito, que pareciera que son dos personas distintas. Sin embargo, la realidad le dice que son la misma, por lo que solo cabe pensar que algo se tiene que estar moviendo adentro de ella, que la obliga a comportarse de manera tan fría y dura con la mujer que su papá ha elegido por compañera. 

 

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La Peor de Mis LocurasWhere stories live. Discover now