132. Los colores del paraíso

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VALERIA DEL MAR

Durante dos semanas ha habido mucho movimiento en la familia Álvarez de Arauca. El abuelo, Rosalía, Andrea y Daniel salieron para Colombia en el avión de la familia, después de ver que Marina se encuentra mucho mejor y comprobar que Diego sí va a poder solo con todo. El avión regresó dos días más tarde, con el mismo equipo médico que atendió a Andrea durante el vuelo, listos para volver a salir en el momento que el doctor Turchetto decida que Marina puede viajar.

Los Bordonaba regresaron a Pinamar, para ultimar los preparativos de la boda de Marina y tramitar las visas con las que poder viajar a Colombia, ahora que Diego decidió que se haga lo antes posible. Durante su estadía en Mar del Plata, optaron por quedarse en la casa de su hija, para no molestar a la pareja que por tanto tiempo ha estado rodeada de gente, sin intimidad alguna.

Marcela y Nicolás fueron invitados por un familiar de este y pasan unos días en Bariloche. Ella hubiera preferido que estuvieran solos, aunque tampoco importa demasiado; ya decidió aceptar la proposición de Nicolás y formalizar de una buena vez la relación, por lo tanto, van a tener todo el tiempo del mundo para disfrutar el uno del otro. Sobre todo ahora, que parece que las dificultades de los Álvarez de Arauca se van moderando y siguen por el buen camino.

A Rosalía costó un poco convencerla, pero finalmente accedió a que los muchachos se queden en Mar del Plata y regresen a Colombia con Diego y los demás, en el siguiente viaje.

Javier y Sofía están felices; más que nada porque Marina los invitó a pasar unos días solos en la cabaña de Valeria del Mar y allá están pasando los mejores momentos de su corta vida juntos.

Hace rato que la pareja pasea, tomados de la mano, a orillas del mar, despreocupados y haciendo planes de futuro.

–Este lugar me parece fascinante –comenta Javier deteniéndose para abrazarla–. ¿No te parece?

–Sí que lo es. Me fascina esta paz que se respira por todos lados.

–Yo con gusto me quedaría a vivir acá.

–También yo. –Sofía lo mira de medio lado con una sonrisa pícara en los ojos–. Pero no creo que ni Marina ni Diego nos lo permitan.

–¿Por qué no?

–Porque este es un lugar muy "particular" para ellos.

–Ajá. ¿Y tú como lo sabes?

–Marina me contó ese día, cuando conversamos en la casa antes de que llegara tu tío.

–Veo que se hicieron buenas amigas. Me parece bien.

–Ella deja que la quieran.

–¿Viste como tenía razón mi tío, al decir que son igualiticas las dos? –Ríe besándola en el cuello–. ¡Unas brujas!

–Pues que miedo le tienen los Álvarez de Arauca a las brujas, ¿no?

–¿Miedo? Ningún miedo; ¡nos encanta!

–¿Entonces, es que está mal que seamos amigas?

–Qué va. Eso tampoco. A mí me parece maravilloso que se estén llevando bien. Eso quiere decir que cayeron paradas en la familia.

–Marina es una mujer muy especial...

–También lo eres tú, mi cielo. –La halaga, abrazándola mimoso–. Para mí eres la mujer más hermosa del mundo.

–Siempre tan adulador –señala ella, acurrucándose en su pecho–. De veras que no sé que hubiera hecho si no vas a buscarme.

–Antes o después hubiera ido por ti –Él le acaricia sus labios y agrega divertido–. A pesar de lo mal que me trataste, ¿oíste?

La Peor de Mis LocurasWhere stories live. Discover now