Daniel ha tenido una nueva discusión con Andrea.
Está cansado de que todos los días, por cualquier nimiedad, ella lo ataque con reproches sin sentido producto de sus celos. Ya no sabe qué hacer para complacerla. Ni siquiera alcanza a tener un momento de privacidad. En el trabajo se ve agobiado por pequeños problemas que antes solucionaba al instante y ahora se siente incapaz de resolver. En algunos momentos se llena de coraje, por no haber tenido el valor necesario, en el momento en que su padre se lo propuso, para negarse a hacerse cargo de La Naviera en Campeche. Piensa que, de haber seguido en Santa Marta con la familia, las cosas serían muy distintas. Probablemente Andrea se sentiría acompañada y, sobre todo, respaldada por los Álvarez de Arauca y por los suyos. Tendría de su lado a Rosalía y a sus cuñadas para debatir con ellas y esto, lejos de ser una contrariedad para él, significaría un descanso moral que podría manejar bien. Porque, lo que más difícil le resulta de tolerar es el acoso al que lo somete su esposa con sus quejas. Sin eso Daniel se evitaría muchos dolores de cabeza. Pero ni modo. Si es así como están las cosas, o hace algo por cambiar la situación, o la acepta y sigue adelante.
Gracias a Dios, a media mañana ha llamado la diseñadora Lidia Rangel, una buena amiga a la que tiene gran confianza. Bien es cierto que ya no existe entre ellos ninguna relación laboral, desde que ella terminó la decoración de los distintos ambientes de la casa, pero en ningún momento han perdido el contacto. Por el contrario, parece que se ven más ahora que en el tiempo que ella trabajaba para él. La verdad es que, dos días atrás, Daniel había pensado en llamarla para hablarle de un nuevo proyecto; una idea que se le ocurrió para sorprender a su esposa con algo agradable que le calmara ese mal genio en el que vive. Quería que Lidia fuera preparando lo necesario para decorar la recámara del bebé que viene en camino. Pero ahora, después de la pelea, no se siente con ánimos para nada y mucho menos para pensar en agradar a Andrea. De todos modos, se ha alegrado de que ella lo haya llamado. Siempre es un gusto hablar con Lidia, sobre todo hoy que se encuentra en uno de sus más bajos niveles de autoestima. Por eso la ha invitado a comer. Y le importa un carajo si Andrea llama al despacho y no lo encuentra. Es más, no piensa decirle a su secretaria que invente cualquier excusa si llegara a llamar, sino que le diga la verdad; donde está y con quien. Obviamente, si su matrimonio tiene que acabar así, no hay nada que él pueda hacer para evitarlo. Está cansado de luchar contra la corriente, más cuando él no se siente culpable de nada.
Lidia pasará a recogerlo a eso de las doce y piensa llevarla a comer a uno de los restaurantes de moda en la ciudad, en el centro, donde todo el mundo pueda verlos. Daniel no cree estar haciendo nada prohibido almorzando con una amiga y no piensa esconderse de nadie.
Lidia Rangel es una mujer que llama la atención allá donde va, no únicamente por la elegancia y la mesura de los que hace gala, sino porque toda ella es un conjunto de proporciones extraordinarias. Aunque es de estatura mediana, luce tan bella que no puede pasar desapercibida por más que trate de evitarlo. De piel clara y cabello negro azabache, sus ojos verdes destacan en un rostro cincelado a la perfección. Pero esto es algo que preocupa poco a Daniel Álvarez de Arauca. Su esposa es lo suficientemente hermosa como para estar más que acostumbrado a verse acompañado por beldades de aquel tipo. Lo que le importa en este caso es la dulzura y el encanto de Lidia. Así como era Andrea hasta hace poco, pero con ese carácter tan jarto que tiene ahora va a acabar con su matrimonio. Además, Daniel admira a Lidia, más por haber alcanzado sus metas, que por lo que se ve a primera vista. Para ella la vida no fue fácil. No como a Andrea, o a la mayoría de las mujeres que conoce, que lo tuvieron todo al alcance de sus manos sin el menor esfuerzo. La decoradora, en cambio, tuvo que luchar duro para estar donde está, porque ella viene de abajo, subiendo peldaño a peldaño. Y si logró lo que quería, fue a base de esfuerzo y mucho tesón. Nada le han regalado, ni su carrera ni su trabajo, ni el importante puesto que ocupa en una de las empresas de interiorismo más importantes del país.
