75. Sofía Maldonado

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Javier y Sofía están pasando el fin de semana en el apartamento de ella en Santa Marta. Al menos por una vez no estarán rodeados de sus amigos, como siempre, y podrán disfrutar plenamente el uno del otro sin tener que estar pendientes de lo que quieran los demás. Estos días están cada cual en sus cosas. Héctor y Ana María decidieron pasarlo en la playa. Sergio y Carolina tomaron un vuelo a Cartagena y Adela, Eduardo, la Nana y el abuelo Sebastián se fueron para la hacienda del interior. Raúl se volvió a escapar con Isabel, la hermana divorciada de Ana María, al pueblito del interior donde vive su familia. En La Casona quedaron don Ramiro y doña Eugenia, disfrutando del silencio y la tranquilidad que hace tiempo no tenían. Aunque la paz es difícil que llegue, cuando los problemas no desaparecieron con la salida de los muchachos

–Mi amor, ¿tú no invitaste a nadie más? –averigua el joven por enésima vez–. ¿Me prometes que vamos a estar solitos?

–¡Que onda contigo, Javier! –replica ella riendo, afanada en la cocina preparando el almuerzo–. Ya te dije mil veces que sí, vamos a estar solitos.

–Fíjate que no te creo.

–Pues ni modo si no me crees. Yo te dije la verdad –Sofía se hace la ofendida frunciendo los labios con gesto mohíno, pero el muchacho se acerca y la toma por la cintura, riendo a su espalda–. Estamos solos y lo estaremos todo el fin de semana. Si no me abandonas, ¿bueno?

–¡Qué va! Ni loco que estuviera para abandonarte.

–Además, ¿no ves que estoy cocinando para dos? ¿Qué más quieres?

–Nada más eso. Que nadie venga a importunarnos en todo el bendito fin de semana. Que respeten por una vez la privacidad de uno –la abraza fuerte y luego protesta–. Este apartamento siempre se llena de gente que no ha sido invitada y fíjate que nosotros dos tenemos que celebrar.

–¿Celebrar? –Sofía se vuelve, sonriendo con ceño extrañado–. ¿Y qué es lo que celebramos?

–¿Y entonces? –Javier la besa en los labios, frunciendo el ceño con una expresión traviesa–. ¿A ti es que no te da pena haberlo olvidado?

–No, porque no sé qué cosa olvidé.

–Es algo demasiado importante...

–De veras que no sé qué cosa "demasiado importante" celebramos.

–Bueno, ajá. Yo te voy a ayudar con tu mala memoria –le habla insinuante y ella se deja consentir entre risas–. Es una fecha para recordar.

–¡Dale! No hagas que me enoje con tanto misterio.

–Hoy hace exactamente un mes que estamos juntos. Tienes que reconocer que eso es un record, teniendo en cuenta que yo no duro más de una semana con la misma mujer.

–¡Mira nada más! –Sofía regresa a su tarea sobre el mesón de la cocina, sin intentar zafar de sus brazos–. Pues será muy importante para ti que lo lograste, pero no sé qué tenga que ver eso conmigo.

–¡Tú eres lo más importante de mi logro! ¡Tú eres la única responsable de semejante milagro! Tú y solo tú, mi diosa, has logrado que yo, el temerario conquistador de la familia Álvarez de Arauca, haya asentado la cabeza y se haya enamorado de verdad, hasta el punto de mantener una relación por un mes completico. ¡Guau!

–Mis más sinceras felicitaciones. Eso dice mucho de ti –se gira y le pellizca la barbilla–. Pero yo he tenido nada que ver en eso. Y sobre el enamoramiento del que me hablas, me imagino que no será nada distinto al que decías sentir por mi amiga Ana.

–Nada que ver, Sofía. Y deja de mamar gallo con eso. Tú sabes que lo de Ana no fue nada, sino de puro terco que soy.

–En eso sí te doy la razón. ¡Eres terco como una mula!

La Peor de Mis LocurasWhere stories live. Discover now