Al llegar a la casa se da cuenta; todavía tiene un problema por resolver: durante la mañana no estuvo disponible para recibir la primera llamada de Diego desde Colombia. Ahora él va a querer saber donde estaba o qué pasó para que no lo atendiera cuando llamó y Marina tendrá que inventar cualquier pretexto para no preocuparlo, aunque aún no sabe qué es lo que le va a decir para tranquilizarlo, pues ella misma está muy lejos de sentir sosiego. Pero la suerte está de su lado y también en esto le da una mano la familia. En esta ocasión fue Luisa quien, al contestar cuando su papá llamó a la casa, tras haber insistido en el celular y ver que no respondía, le contó que Marina había salido a hacer unas vueltas con sus tías Rosalía y Andrea, que en ese momento tenía enfrente, colaborando con una sonrisa en la mentira.
Sus frecuentes llamadas en la mañana, en la tarde y en la noche, son tan deseadas y a la vez tan dolorosas, que Marina hubiera preferido que no las hiciera. Escuchar su voz en la distancia y no poder tocarlo, le provoca tal crisis de ansiedad que, tras cortar la comunicación, invariablemente termina escondida bajo las cobijas de su cama llorando hasta caer rendida. Desde el lunes anterior, cuando lo vio partir, mil veces se ha preguntado por qué fue tan inconsciente, ¿por qué no se detuvo, ni por un instante, a considerar lo duro que iba a ser estar sin él? ¿Porqué no había pensando en sí misma antes que en los demás? Pero ¿qué puede hacer? Ya no tiene vuelta atrás. A veces, sin querer, se encuentra especulando sobre posibles y peregrinos escenarios: como que Diego no quiera regresar más a su lado, cuando todo lo que le escucha decir para demorar su estancia en Colombia, le suena a excusas que le destrozan el alma. Excusas que, en su cabeza, a él le sirven para mantener por más tiempo la separación. Sin embargo, tras cada llamada del día, con el llanto que le provoca su voz y el recuerdo de su cuerpo, vuelve hundirse en el desconsuelo de la soledad, para acabar necesitándolo más y más.
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Luisa no había mentido del todo al decirle a su papá que Rosalía y Andrea habían salido aquella mañana, pero lo hicieron después de que él se comunicara buscando a Marina. Las dos mujeres fueron al aeropuerto a recibir a Javier y Sofía, que viajaron desde México para pasar unos días con la familia.
Llegar a la casa y encontrarse con los muchachos pone feliz a Marina. Ella siempre encuentra un pedazo de Diego en su sobrino y verlo de nuevo hace que se anime. Además, Sofía se ve tan linda y tan feliz al lado de Javier. Los dos parecen tan complacidos por haberse reunido de nuevo, que quisiera quedarse a departir con ellos, pasar una tarde agradable en su compañía conversando de sus cosas y olvidar por un momento su terrible realidad. Pero Rosalía advierte su fatiga y decide prepararle un agua de hierbas, para mandarla luego a recostarse un rato. La verdad es que se siente desfallecida, por lo que cae en un sueño profundo apenas la dejan sola. Ni siquiera supo si él había vuelto a llamar. Y tampoco bajó a cenar con la familia, ya que Rosalía ordenó que la dejaran descansar el mayor tiempo posible. Pero mejor así, pues evita tener que dar explicaciones de su tristeza, cuando los demás están felices por lo bien que les ha ido en La Plata, pero sobre todo por la llegada de los chicos. Hasta Santiago Díaz-Herrera se quedó a celebrar invitado por Marcela, que parece entenderse muy bien con él.