73. BUENOS AIRES/MAR DEL PLATA

27 6 1
                                    

Marcela se niega rotundamente a tratar tan espinoso asunto durante el almuerzo. Ella sabe que son cosas muy duras las que Marina va a tener que escuchar de su boca. Por eso prefiere hacerlo después, cuando la vea más calmada y lista para afrontar la tormenta que se le viene encima. Pero de nada sirve la espera; la ansiedad de la amiga es tal, que perdió el apetito y se entretiene mirando la suculenta milanesas que le preparó su hermano sin probar bocado. Y bueno. Si ya dio el primer paso... Si ya se pudo acercar a ella y descubrir lo que en verdad siente por Diego, unido a la razón por la que se cierra a aceptar una salida a su problema, tiene que continuar con lo que vino a hacer. Aunque, a su pesar, le cause un profundo dolor a Marina, este será un instante comparado con el bien que puede hacerle conocer la verdad.

Como siempre que comen juntos, han pasado un rato agradable, sentados a la mesa. Después de ordenar la cocina se han acomodado los tres en la sala, donde Ariel les sirve el café y pueden conversar tranquilos. Ahora sí, Marcela está dispuesta a contarle todo lo que necesita saber, de principio a fin. Pero antes Marina le tiene que hacer un relato minucioso de lo que pasó en Santa Marta, asunto este que todavía no ha podido entender, con los datos que le dio el hermano quien, dentro de su natural enojo, no supo explicarle los detalles acerca de la escapada de Marina, del lugar en el que se tenía que haber encontrado la felicidad al lado del hombre que ama. Únicamente después de conocer los pormenores del asunto, estará dispuesta a ponerlos al tanto de lo que sabe. A ver si con eso logra que reaccione y dé ese paso atrás que, obligatoriamente, va a tener que dar para poder seguir adelante.

Marcela le cuenta a ambos, con pelos y señales, todo lo que pasó en la familia Álvarez de Arauca desde que Diego regresó a la Argentina siguiendo a Marina, hasta que ella misma salió de Mar del Plata con Ariel, esa misma mañana. Cada paso que el hombre dio; todo lo que hizo; su desespero por encontrarla. La contratación de un tropel de investigadores, que han seguido sus pasos día a día. Todos los informes, que se fueron amontonando sobre la mesa de Diego, y que es lo único que a él le ha preocupado hasta ahora; dejando por eso la empresa a la deriva, junto con la nueva "Arauca-Cruceros" que todavía no comenzó su andadura en manos de la familia. Mientras habla, con Ariel observándola también a ella, intenta descubrir tras lo obvio de sus palabras, lo que en verdad le está diciendo su corazón y no quiere que sepan. Los dos amigos se miran entre sí, sabedores de que, lo que hacen al lastimar a Marina, al fin va a dar sus frutos.

Pero es cuando llega al relato de la extraordinaria borrachera que se mandó Diego, en compañía de la cual lo encontró su hermana al borde del desespero, que ambos comprenden lo bien que supieron encauzar su plan para tocar a Marina en el fondo de sus sentimientos.

Ariel ya conocía este episodio que Marcela le narró en su día. No obstante, al escucharlo la primera vez en verdad sintió pena por los malos momentos que estaba pasando el hombre a causa de su separación de Marina. Como también pensó en su hermana, justificándolo de alguna manera. En esta ocasión, tal vez porque la amiga puso su toque de humor al contarlo –y Marcela en plan de joda es la mejor–, ríe con ella a pesar del ceño fruncido de Marina.

–¿Y? ¿Dónde le ven el chiste? –averigua, indignada por las risas de los otros–. ¡Son un par de tarados!

–¡Eh, flaca, no te enojés! –la calma Ariel, sin parar de reír–. Vos no lo podés ver, pero tiene lo suyo Diego.

–No estoy enojada. Pero decime, ¿qué tiene de divertido que un hombre la esté pasando mal?

–¿Admitís entonces que sí está sufriendo? –tercia Marcela, sonriendo con picardía–. Es un gran paso el que diste, ¿no te parece?

–Yo nunca dije que no esté sufriendo.

–Está bien, hermanita. Admito que no es para matarse de la risa. Pero reconocé que sí es chocante que un hombre como él, grande..., y no por los años que carga que son bastantes –aclara, riendo de nuevo–; por la altura digo. Que un hombre grande como él, tenga que ser llevado por tres mujeres desvalidas, entre las que estaba nuestra amada Marcela, hasta la tina... Máxime cuando una de ellas lo desnuda y él no reacciona.

La Peor de Mis LocurasWhere stories live. Discover now