14. Llegando a SANTA MARTA

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Antes de salir de Campeche Daniel y Andrea se han dado una tregua. Él entiende su estado de ánimo; a ella nunca le gustó la idea de vivir en México y nunca ocultó su desagrado por el país. No por el país en sí y tampoco por su gente; es simplemente que se obsesionó con la imagen de su soledad en aquel lugar, sin el amparo que le ofrece su familia en Colombia y los amigos de toda la vida, y su malestar se hizo crónico. Daniel sabe que si aceptó mudarse fue únicamente por estar a su lado. Como también reconoce que Andrea ha hecho hasta lo imposible por relacionarse con las esposas de los ejecutivos de La Naviera y salir a pasear en su compañía. Pero cuando quedó embarazada comenzaron a aflorar todos sus miedos. Ahora no sabe cómo hacerle entender, sin que se ofenda, que él no desea regresar a Colombia; que allá en México se ha forjado un futuro y ha logrado una estabilidad para ambos, lo cual hace que no tenga que depender más de su familia.

Tan solo ayer, de camino al aeropuerto en uno de los carros de La Naviera, Andrea se le había acercado mimosa para preguntarle:

–Mi amor, ¿tú sí crees que nos podremos quedar en Santa Marta?

–¿Cómo así? ¿Qué es lo que quieres decir con quedarnos?

–Quiero decir, quedarnos definitivamente allá.

–Pero Andrea...

–Fíjate mi cielo que yo lo he pensado mucho.

–¿Pensar, qué?

–Bueno, pues que David y Alejandra ya tienen a los muchachos grandes. Héctor y Raúl...

–Ajá. ¿Y qué con eso?

–Yo creo que no será un complique para ellos. Les podemos pedir que se cambien con nosotros.

–¿Cómo?

–Nada más por un tiempito, ¿verdad?

–¿Te refieres a que ellos venga a vivir a Campeche y quedarnos nosotros en Colombia?

–Esa es la idea. Que ellos entiendan que nosotros también tenemos derecho de estar al lado de la familia –Andrea cree que la familia para Daniel es lo más importante y por eso siempre la trae a colación–. En todo caso, el trabajo de ustedes es el mismo. Yo me sentiría mucho mejor.

–Pero..., eso es un capricho, Andrea.

–Tú sabes que no es así, mi cielo. Sabes que me siento mal en esta ciudad. De veras que esto no es un embeleco mío, ni me estoy comportando como una malcriada, sino que en realidad lo necesito.

No supo cómo hacerle entender que aquello que desea no es posible en modo alguno; que no podían trastocar la vida de los demás solamente por los deseos de ella. Pero tampoco quiso mantener una nueva discusión, de modo que optó por decirle una verdad a medias.

–Está bien, mi amor. Lo voy a hablar con mi papá y veo que le parece a él. Si no hay problema por su parte, más tarde lo comentamos con David y Alejandra. ¿Te parece bien así?

–Gracias, mi amor. Estoy segura de que ellos van a aceptar encantados.

Ahora están en Santa Marta, camino de La Casona, donde espera toda la familia reunida para darles la bienvenida. Daniel no ha vuelto a pensar en la propuesta de Andrea. ¿Para qué si en cualquier la considera inviable? Aunque no le cabe duda que su esposa se lo va a recordar en cualquier momento.

Como siempre, la primera que sale a abrazarlos es la Nana Dolores, que lo estrecha con lágrimas en los ojos. Mientras los demás saludan a Andrea, él se deja mimar por la mujer que más lo consintió en la vida. Es cierto que se está bien en casa, al lado de los suyos, pero sabe que ya no es un niño; debe hacer su propio camino en la vida, así sea lejos del que siempre fue su hogar.

La Peor de Mis LocurasWhere stories live. Discover now