Tu me suenas

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Alison's pov

Lo último que recordaba desde aquel día en el coche con Han era ella diciéndome que los frenos no iban. Estábamos en una carretera donde íbamos a una velocidad mínima de 60 y en cuanto la rubia se dio cuenta de la falta de funcionamiento de los frenos, el pánico se apoderó de nosotras. No teníamos mucho tiempo, debíamos actuar rápido, ya que teníamos un muro en frente nuestro. Lo único que recuerdo era a Hanna gritando y a mi usando el freno de mano, pero para cuando hice funcionamiento de él, fue demasiado tarde, ya que el coche chocó y todo se volvió negro.

No era consciente de todo lo que pasó después del accidente, pero sí que recordaba sentir dolor, mucho dolor del que apenas podía quejarme. Los médicos intentaban hablarme, decían que todo iba a salir bien, oía de todo, de cómo les comentaban a sus compañeros los fármacos que usar, las dósis que tenían que inyectarme, todo desconocido para mí. Yo sólo tenía alguien en mi cabeza, Emily, deseaba estar con ella, con nuestros hijos, la necesitaba, urgía por sentir su mano agarrar la mía.

No sé en qué estado estaba ni como se encontraba Hanna, pero en esos instantes sólo deseaba que me disminuyeran el dolor, que me dieran la droga más fuerte. Me tocaban por todas partes, algunas de ellas muy dolorosas al palparlas. El doctor seguía intentando llamar mi atención, le escuchaba llamarme señorita Fields o Alison Fields, pero yo no tenía suficiente fuerzas para contestarle, de verdad que quería hacerlo pero parecía que mi cuerpo y mente me lo impedían.

No supe cuanto tiempo estuve sufriendo del dolor, pero llegó un momento en que entré en estado relajante. Quizás las drogas que anteriormente me habían inyectado estaban empezando a hacer efecto, y daba gracias que por fin pudiera sentirme aliviada. Ya no sentía dolor, estaba tranquila de que al menos pudiera respirar con tranquilidad, y solo esperaba escuchar noticias de Hanna y de ver a mi morena.

Estuve durante un largo periodo en ese trance, pensando y hablando con mis propios pensamientos. Fue en ese instante en que escuché ruido, no sabía de donde provenía, pero al escuchar esa voz, esa dulce voz, supe enseguida que pertenecía a mi morena. Mi Em estaba ahí, me contaría lo ocurrido y me hundiría entre sus brazos, no había otro lugar en el que prefiriera estar. Intenté abrir los ojos para verla, pero no pude, por más que lo hiciera no lo lograba; ¿qué pasaba? ¿por qué no podía abrir los ojos? ¿qué me habían sudministrado?

Noté como su mano se posó sobre la mía, percibí su cálido tacto, pero no pude hacer nada. Deseaba moverla, tocarla, aunque nada de lo que hacía funcionaba, yo luchaba con todas mis fuerzas, incluso gritaba, pero nada. La frustración se apoderó de mí, llamaba a los doctores, gritaba por su atención, incluso la de mi morena, y aún así nada. Me sentí inútil por no poder hacer nada, por utilizar todas mis fuerzas sin obtener resultado; ¿qué era lo que me pasaba? ¿por qué no podían escucharme? ¿por qué no podía moverme? Esas fueron unas de las muchas preguntas que pasaron por mi cabeza, aunque fue lo que dijo mi mujer lo que aclaró todas mis dudas. Coma, esa fue la palabra que tuve que escuchar para darme cuenta de lo que me pasaba, y todo cobró sentido, el no poder moverme, hablar y ni que me escucharan.

Deseé en ese instante que preferiría estar con dolor y ser capaz de ver a Em que estar en coma y no poder tocarla. Eso no podía estar pasando, iba a estar separada de mi mujer, nuestros hijos, mi familia, no podía soportar estar lejos de ellos. Lo único que podía hacer era quedarme y escuchar todo lo que decían las personas. Y así hice, cada día oía atentamente a lo que cada miembro me decía, percibía su dolor y angustia, haciendo que se me partiera el corazón en pedazos. Fue aún más desalentador escuchar a nuestras pequeñas suplicar por mi despertar, oír a Lauren llorar y a Em rezar cada día por mi vuelta.

Sabía que mi familia estaba sufriendo, sabía que mi sirena estaba siendo fuerte por todos, sabía que los niños lo estaban pasando muy mal, y sabía que Em se derrumbaba cuando estaba a solas conmigo. En todos esos instantes sólo había una cosa que deseaba hacer y ni siquiera podía hacerlo. Llegó un momento en que perdí la cuenta de los días que llevaba en coma, de como la oscuridad se había convertido en mi acompañante, pero me preguntaba qué debía hacer para volver a ellos. No paraba de luchar, cada día lo intentaba de nuevo, yo no me iba a dar por vencida, pero siempre terminaba igual.

Mi amor verdadero (Emison)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora