Emily es una joven californiana que se muda a Rosewood tras la muerte de su padre. El pueblo fue lugar donde creció su madre, y será ahí donde encuentre a su amor verdadero.
Ser la nueva alumna de un instituto no es algo que agrade mucho, sobre tod...
Todo volvía a la normalidad, las clases habían comenzado y nosotras retomábamos el trabajo; la verdad es que aunque se estaba bien sin tener que madrugar, echaba un poco de menos en pisar los suelos del instituto y en ver cómo se llenaban los pasillos al comienzo de las clases. A la que más pereza le daba levantarse era a la rubia, que no era precisamente muy madrugadora, pero tenía tácticas con las que alegrarle la mañana y en vez de levantarse refunfuñona se despertara feliz.
El siguiente día después de volver de la luna de miel y tras ordenar todas nuestras cosas, llamamos a las chicas a que vinieran y vieran la casa, cosa que les encantó y claro, fiesta no pudo faltar para recordar los viejos tiempos; no nos emborrachamos como antes pero cogimos el puntillo. Quizás a la que más se le subió y cosa que no me extrañaba, era a Hanna, que por mucho de la edad que tuviéramos, bebía tanto como cuando éramos jóvenes. También montamos una comida familiar con mis suegros, Cece, Katie, Jason y mi madre; en ella les agradecimos del pedazo regalo que nos habían hecho y que no nos esperábamos tal maravilla, bueno, fui yo la que les agradeció, Ali ya lo había hecho anteriormente, pero aún así no la detuvo para volver a hacerlo aquel día.
Katie estaba cada vez más grande, ya tenía un año y tres meses, y me fascinó oírla hablar, no decía gran cosa pero suficiente para que tus oídos se alegraran al escuchar esa voz tan dulce y melodiosa que poseía. Cuando era un bebé le sacaba más parecido a Jason, pero ahora a medida que crecía veía que se parecía a su madre; esos ojos azul verdosos tan brillantes como los de Cece, dependiendo de la luz algunas veces los veías azules y otras veces más verdes, la nariz muy fina, típica de Dilaurentis, sin embargo el color de pelo era un rubio un poco oscuro, tirando más al de su padre; y la sonrisa era 100% de su madre, daba igual la manera en la que sonriera que veías la imagen de Cece en ella. De vez en cuando veía a mi madre observar a la pequeña jugar con sus abuelos y sabía por la mirada en las ganas que tenía de tener un nieto también, y aunque no tuve que formular palabras las miradas que nos echamos fueron suficientes para entender que pronto ella tendría uno igualmente.
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Eran las 7 de la mañana y el sonido tan famoso de la alarma me desveló haciendo que me despertara al instante; las clases comenzaban a las 8:30 por lo que teníamos tiempo suficiente en prepararnos y tomar el desayuno, aunque conociendo a la rubia que tenía al lado dormida con el pelo esparcido alrededor de la cara, sabía que perdería al menos diez o quince minutos en despertarla. Me extrañaba el hecho de que el ruido que metía el despertador no hiciera que se levantara, probablemente fuera por lo profundo que dormía o porque ignoraba el zumbido, pero debía despertarla si quería que llegáramos con tiempo a clase.
- Ali cielo, es hora de levantarse- susurré en voz baja en su oído.
- Déjame un poco más, es pronto todavía- respondió con su voz mañanera sexy.
A estas horas del día y ya me estaba poniendo lujuriosa con tan sólo oírla hablar, ese era el efecto que tenía en mí, ya fuera palabra, sonido o gesto que hacía que mi cuerpo sobresaltara, nunca me cansaría de sentir eso.