Charla de hermanas

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Emily's pov

Hoy era el día en que abandonábamos París, teníamos el vuelo temprano, por lo que no nos daba tiempo a hacer un último tour de la ciudad. Pero no hacía falta, ya que aprovechamos al máximo nuestra estancia, aunque quizás los que más disfrutaron de los días fueron nuestros hijos, que como era una nueva ciudad, la acogieron con más ímpetu y encanto. Si no fueran pocas las maletas que trajimos cuando vinimos de Rosewood, ahora el equipaje era un poco más abundante por las compras que hicimos, claro que la mayoría las hizo Ali, como buena amante de adquisiciones que era, y ya empecé a notar que nuestra hija mayor comenzaba a tener el mismo gusto que su madre por las compras. Debíamos despertarnos más temprano de lo normal, por eso el día anterior nos fuimos a dormir a la misma hora que acostamos a Nate, que fue más o menos sobre las ocho, y puse la alarma a las seis, lo que tendríamos una suma de diez horas para dormir. Claro que como mi famoso hábito de desvelarme antes de que el despertador sonara, antes de la hora prevista estaba contemplando la oscuridad que invadía nuestra habitación.

Ali aún seguía durmiendo, en su quinto sueño diría yo, porque sus respiraciones eran muy profundas y no se movía tanto como lo solía hacer cada vez que se despertaba. Lo peor era que el cuarto estaba demasiado apagado, ni siquiera se había clarecido el cielo, y en consecuencia no podría apreciar la hermosura de mi rubia. Podría despertarme tarde, quedarme dormida, pero el echo de no poder admirar a mi mujer era algo que me corrompía por dentro, ya que por mucho que pareciera que mi rutina comenzara en levantarme temprano, en realidad lo era por ver y estimar la excelencia de mi chica, algo de lo que nunca me cansaría de hacer. Giré el cuerpo para poder abrazar a mi mujer, y rodeando su cintura con mi brazo, atraje su cuerpo hacia el mío hundiéndola en mí; si hoy no podría ver su exquisitez, al menos necesitaba sentirla, oler el aroma que desprendía su pelo, besar su cálida y suave piel, acurrucarme a ella como si de un oso de peluche se tratara. Todo lo de ali me fascinaba, fuera lo que fuera, y el echo de pensar en ello hacía que enseguida notara el calor del cuerpo recorrer por todo mi organismo. Planté los labios en su hombro derecho decorándolo con un tierno beso, y enseguida pude notar la electricidad viajar a través de mi boca, pero no sólo eso, si no que su cuerpo comenzó a hacer pequeños movimientos indicando que se estaba despertando, y sin darme cuenta, el destello de la luz de la lámpara hizo que tuviera visión de la mujer más hermosa del mundo, que ahora mismo me miraba con una sonrisa.

- Buenos días- llevó la mano a mi brazo masajéandolo- ¿qué tal has dormido?

- Siempre que esté a tu lado dormiré de maravilla- respondí derriténdome ante esos ojos que tanto adoraba.

- Emily Fields- miró el reloj para asegurarse de la hora- a diez minutos de las seis y yas estás con tus cumplidos- me sonrió de la manera en la que sólo ella sabía.

- Alison Fields, a diez minutos de las seis y ya me tienes embobada ante tu hermosura- la copié cambiando lo que deseaba decir.

- Oye, eso no vale- hizo pucheros- sigues haciendo cumplidos- dijo haciendo que echara una risa.

- Cielo, incluso así estás igual de bella, por lo que te pongas como te pongas no cambiará el echo de que para mis ojos seas lo más magnífico que haya visto- vi cómo intentaba aguantar su enrojecimiento logrando así que fuera incluso más mona de lo que era- además, tengo entendido que te encantan mis elogios.

- La verdad es que los adoro tanto como te adoro a ti- habló en un susurro haciendo que esta vez fueran mis mejillas las que se tornaran de un color rojizo.

- Pero bueno, mira quién es la que se ruboriza ahora- pellizcó mi nariz mientras sonreía como una tonta.

- Me encanta que tengas ese efecto en mí Ali- rodeé su cintura con mis manos.

Mi amor verdadero (Emison)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora