¿Te he dicho alguna vez lo impresionante que eres?

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Emily's por

Decían que en el momento en que teníamos novio o novia, éramos introducidos al universo alternativo que existía en el reino del amor. Era un lugar que tenía teorías opuestas, normas sencillas y una desilusión de todo lo que alguna vez conocíamos. Las actividades rutinarias venían con nuevos significados, y las situaciones desagradables ya no eran más desapacibles. Las compras eran actos de preliminares, irse pronto a la cama no significaba realmente irse al lecho, y pelear era un precursor de sexo. Eran muchas personas las que decían eso, muchas de ellas las que después de años de relación con su pareja habían perdido esa chispa que tenían en el inicio, incluso las que admitían que estar durante bastante tiempo unidos les había echo cambiar de alguna manera. Yo no era quién para denegar una opinión así, porque esas personas hablaban desde su experiencia, pero algo de lo que estaba totalmente en desacuerdo era que no todas las parejas perdían la magia, y aquí entrábamos Ali y yo. Desde que conocí a mi rubia hasta ahora, nunca habíamos perdido el encantamiento de nuestro amor, es más, crecía cada día, y no sólo porque estuviéramos enamoradas, sino también porque trabajábamos en ello. Pero algo de lo que acordaba con ellos era que las peleas no eran más frías, sino muy muy calientes.

Irónico verdad? porque en la vida real tratábamos de evitar las peleas tanto como pudiéramos, intentábamos dirigir lo nítido de la ansiedad, estrés y disgusto que acarreaban los argumentos cargados con alguien. Aunque en cuanto tenía que ver con tu pareja, las peleas eran completamente diferentes, eran las discusiones las que hacían que nos uniéramos más, en la mayoría de los casos claro. Se podría decir que eran actos cargados de sexualidad con un único tipo de pacificación: sexo de reconciliación. El sexo con Ali siempre era extraordinario; si tuviera que describirlo con dos palabras serían ardiente y sensual, pero debía remarcar que nuestro sexo de reconciliación fue sublime, no paramos hasta que estuviéramos casi sin fuerzas. Realmente el sexo de reconciliación era hacerlo para arreglarse, por mucho que luego los problemas siguieran allí, aunque nosotras ya teníamos las cosas reparadas antes de hacerlo, pero eso no nos quitó las ganas de probarlo, y qué noche madre mía. El momento de felicidad con el que comenzamos hasta el éxtasis proveniente de los orgasmos, todo fue sensacional, simplemente ella era asombrosa.

Apenas había dormido más de cinco horas, y aún así, ahí estaba, tumbada con una sonrisa de oreja a oreja, y lo que era más importante, al lado del ser más extraordinario del mundo. Bajo la sábana, nuestros cuerpos desnudos se unían creando la sensación de calor de la que tan habituada estaba, piel contra piel, creando el famoso efecto de carne de gallina que sólo ella conseguía. Giré la cabeza para ver al hermoso ángel dormir junto a mí, producto del aumento del latido de mi corazón, de mis sonrisas, de mi felicidad, de mi fuerza...la rubia de al lado lo era todo para mí. Hoy íbamos a llevar a los niños a un osipark que habían abierto, un lugar ideal para la diversión de los más pequeños, y ya estaba deseosa de verlos, de achucharlos con mis brazos y de darles tantos besos como pudiera, porque al igual que mi mujer, ellos eran mi vida. Quería despertarla de la manera en la que le gustaba, aunque esta vez esperaría más tiempo, ya que deseaba que descansara, y entre tanto, para matar el tiempo, hice uno de mis pasatiempos favoritos: admirar su magnificencia.

- Sé que me estás mirando- habló aún con los ojos cerrados.

- ¿A sí? ¿cómo estás tan segura?- sonreí apoyando la barbilla en su hombro.

- Porque eres mi mujer y te conozco muy bien, y sé que sólo Emily Fields haría eso- giró la cabeza mostrando sus perfectas órbitas.

- Razón no te falta- planté un beso en su piel.

Conectamos las miradas, siendo la primera vez en derretirme aquella mañana, después de tantos años todavía lograba fundirme de la manera en que el calor hacía con el chocolate. Los ojos de Ali eran azules, pero no un corriente azul cielo, o de la pintura que se podía apreciar detrás de las baldas, o incluso las pequeñas flores que crecían al lado de la acera. Sus ojos eran azules como el mar, brillantes e intensivos. Al mirar a sus órbitas podías escuchar el sonido de las olas empujándote a que dieras un chapuzón, eran azules como el cielo antes de que el sol desapareciera. No era sólo el color lo impresionante, sino también el interior; así eran sus ojos, simplemente cautivadores.

Mi amor verdadero (Emison)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora