La Torre Eiffel

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Emily's pov

La siguiente mañana me levanté con el sol rozando sobre mi piel, ni siquiera eran las ocho de la mañana y el astro ya había decidido salir temprano para calentar la ciudad. Significaba que íbamos a tener un gran día y mejoraba aún más la situación, ya que tenía una reserva especial en la Torre Eiffel y que el tiempo acompañara ayudaba mucho. Nadie sabía sobre la especial reserva que tenía, todos creían que íbamos a visitar el monumento, por eso debía guardar mi secreto hasta que llegara el instante idóneo. Deseaba ver la cara de todos al enterarse de que tendríamos nuestro hueco especial en la torre, sobre todo el de mi rubia, que una vez más estaría encima del fortín donde le pedí matrimonio.

Entreabrí un ojo viendo que el reloj marcaba las siete y media de la mañana, poseía media hora de más hasta que el despertador sonara y los demás se levantaran. Gire el cuerpo encontrándome con el de mi mujer, tan esbelto y perfecto como siempre, jamás me cansaría de contemplar a una belleza tan espléndida como lo era Ali; ni siquiera hacía movimientos y ya me tenía cautivada ante su exquisitez. Llevaba un camisón de seda, muy sexy para mis ojos, y tenía la espalda descubierta, cosa que lograba hacer que se me erizara el pelo con tan sólo poder imaginar posar mis labios sobre su piel, poder sentir el contacto del roce con su dermis y hacer que la electricidad fluyera por todo mi cuerpo.

Abracé su figura tan delicadamente como pude por detrás y me pegué a ella oliendo el gran aroma que desprendía su pelo. Su mano comenzó a vagar lentamente por mi brazo hasta llegar a la mía, momento en que las unió entrelazando los dedos, y supe en ese instante que mi reina se estaba despertando o ya lo estaba.

- Buenos días preciosa- susurré al borde de su oído.

- ¿Qué hora es?- habló en esa voz mañanera tan sensual que tenía.

- Las 7:35- respondí fijándome en la hora- todavía es pronto, puedes volver a dormir si quieres y te despierto a la hora.

- No- se dio la vuelta teniendo visión mía- prefiero estar así contigo, acurrucada a ti- apoyó la cabeza en mi pecho mientras la hundía contra mi cuerpo.

- ¿Sabes qué?- acaricié su espalda con mi dedo.

- Dime- asentó la barbilla para poder tener contacto visual con mis ojos.

- Hoy va a hacer un día espléndido- sonreí viendo cómo se le formaba a ella de la misma manera una sonrisa- vamos a poder disfrutar de este gran día.

- Ya estoy deseando- dio un beso a la punta de mi nariz- Em, no llevas sujetador- dijo en tono sorpresa, aunque en realidad sabía dónde iba esto.

- Suelo dormir sin él cielo, es mucho más cómodo- eché una risa.

No se dijeron más vocablos en ese momento, no fueron necesarios; me miró fijamente a medida que introducía las manos por la camiseta del pijama y cogía un buen agarre de mis pechos apretándolos delicadamente. Noté en seguida el hervor de mi sangre viajar por el cuerpo, sólo me estaba palpando los senos, pero para mí era mucho más, ahora mismo tenía a mi rubia sentada encima de mí mientras se percataba de darme placer, y que me cautivara con su gran sonrisa mostrando esos hoyuelos que tanto anhelaba, era algo que estaba haciendo despertar a la fiera que tenía dentro. Me senté para estar a su nivel y tener más cerca esos carnosos labios que tanto deseaba besar, pero antes debía deshacerme de esa prenda que tenía, de la camisa tan erótica que llevaba haciendo que se notaran los pezones con el mínimo aire frío. Llevé las manos a la parte bajera y cogiéndolo de los dos lados, empecé a subir el camisón a medida que ella me ayudaba manteniendo los brazos hacia arriba, ni siquiera había llegado a la parte de los pechos y ya podía observar la carne de gallina ante el simple roce de mis manos. Una vez fuera, tuve visión de la perfecta figura de mi mujer, y apoyando los labios en la zona del medio de sus pechos, comencé a dar pequeños besos subiendo hasta llegar a su cuello, donde me quedé mordiendo con delicadeza parte de él para dejar marca. Puse las manos en su espalda para atraerla más a mí y así poder tener mejor acceso a su cuello, y ella me ayudó ladeando la cabeza y dejando toda disposición a él. La habitación permanecía en silencio, los únicos sonidos eran los de mis besos y los pequeños gemidos de mi mujer, que eran música para mis oídos y que hacía que cada vez, besara, mordiera y succionara su cuello con más devoción. Ali estaba cada vez más eufórica, necesitaba más contacto, y cogiendo mi cara con sus dos manos, unió las bocas en un desenfrenado beso, un fiero y ardiente beso que se profundizó al instante, donde nuestras lenguas luchaban por ser las ganadoras.

Mi amor verdadero (Emison)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora