Sanando las heridas

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Emily's pov

Estuvimos un buen rato fuera de la comisaría, dejando que los minutos pasaran y teniendo nuestro momento íntimo. Estaba anocheciendo, y aún así sentía que el ambiente poco había cambiado en cuanto a temperatura se refería. Te llegaba esa brisa que hacía que sintieras el frescor, incluso la piel mostraba una respuesta a ello poniendo los pelos de punta; era bastante parecida al de la mañana, solo que esta tenía un aire más cálido, algo que agradecía a esas horas. 

Apenas conté o pensé la cantidad de tiempo que aquel policía nos tuvo a Han y a mí encerradas en esa sala, aunque me pareció bastante. También debía remarcar que se me pasó más lento puesto que deseaba que el martirio terminara cuanto antes, aunque siempre pasaba lo que decían: "cuando quieres que el tiempo se pase rápido, lo hará de una manera que te parezca lo más lenta posible, sin embargo, cuando no quieres que pase tan veloz, te darás cuenta que se ha esfumado tan pronto ha llegado".

La impotencia que sentí cuando estuvimos atadas a la mesa fue de gran escala, porque incluso siendo dos contra uno estábamos limitadas por el echo de tener las muñecas encadenadas. A eso había que añadirle el dolor que sentías cada vez que las movías, incluso el mínimo aprieto ya era un suplicio, porque unas esposas aferradas a tu piel bruscamente era algo que jamás hubiera esperado sufrir. No obstante, era mayor el tormento de ver a una persona que querías sufrir, porque incluso cuando estabas con uno de los dolores más horrendos, ver a esa persona angustiada y saber que poco podías hacer te atormentaba por dentro. 

Con las injusticias enseguida te dabas cuenta por donde iban los tiros, y lo peor era que aún siendo un abuso no lograbas hacer nada por mucho que te quejaras; era peor hablar que callarse, cuanto más hablaras peores serían las consecuencias. Se suponía que había que usar la voz para cargar contra ello, porque incluso un simple derecho constitucional se nos era prohibido en situaciones como esas. ¿Quién creería que el silencio sería una salvación? ¿Por qué mandarnos callar cuando también teníamos esa voz para quejarnos? ¿Y todas esas personas que también habían sufrido consecuencias por haber estado en silencio? 

 La importancia de saber educar radicaba en ello; muchos de los niños que en un futuro mostrarían conductas de rechazo contra otras personas sería por la enseñanza de los padres, incluso algunos por los grupos donde se moverían. Pero también la gran mayoría de nosotros teníamos que desaprender muchas cosas aprendidas, porque la sociedad en la que habíamos crecido tenía instauradas muchas cosas que antes pasamos por alto pero que ahora veíamos como mal, y ese aprendizaje interior era una de las cosas más importantes. 

Cuando llegamos a casa, me senté en el sofá mientras Ali se encargaba de preparar un té y coger el botiquín para curar mis heridas. Decidí llamar a mi madre para saber cómo se encontraban los niños, ya que mi rubia pensó que sería mejor que esta noche la pasaran con sus abuelas. 

- ¿Cómo estás princesa?- pregunté una vez mi madre me había pasado con Taylor. 

- Estoy bien, ¿cómo estás tú?

- Sabiendo que todos estáis bien, genial- sonreí- tendré que daros los achuchones mañana.

- Mañana- echó una risa- ¿sabes que la profesora de natación ha dicho que he mejorado mucho?

- No lo dudo cariño, eres un mini tiburón- dije orgullosa.

- Y con el tiempo seré uno más grande, como tu mamá- comentó alegre. 

- Claro que si princesa, no habrá quien te supere. 

- Seré super rápida. 

- Más rápida de lo que ya eres- reí- ¿qué tal lleva Lauren la muñeca?

Mi amor verdadero (Emison)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora