Emily es una joven californiana que se muda a Rosewood tras la muerte de su padre. El pueblo fue lugar donde creció su madre, y será ahí donde encuentre a su amor verdadero.
Ser la nueva alumna de un instituto no es algo que agrade mucho, sobre tod...
Con tan sólo a dos día de irnos, decidí que antes de volver a Rosewood, pasar por el parque de atracciones era una obligación, sí, había comprado entradas a Disneyland Paris, aunque todavía nadie lo sabía, ni siquiera Emily. Deseaba que fuera una sorpresa, tal y como hizo ella al alquilar la zona de arriba de la Torre Eiffel durante media hora para nosostras; y es que si en algo se caracterizaba mi morena, era que hiciera lo que hiciese, siempre te sorprendería, pero esta vez sería mi turno. Para que no sospecharan y preguntaran, me inventé una argucia diciendo que hoy me apetecía pasear por las calles y hacer las últimas compras, y claro, como Em sabía muy bien de lo que me gustaban las transiciones y de que los niños se divertirían en las zonas de juego al lado de las tiendas, aceptó al instante.
Disneyland constaba de dos parques temáticos: Disneyland Park y Walt disney studios park; una zona comercial y de entretenimiento: Disney Village ; un golf: golf Disneyland; siete hoteles oficiales disney y otros siete asociados. Era uno de los parques más conocidos mundialmente, gente de todas partes venía con su familia para disfrutar de un día aventurero. Tay ya había oído hablar sobre el lugar, se ponía eufórica cada vez que veía el parque en un anuncio, y nos decía que algún día quería ir, claro que durante el viaje no habló nada sobre él, quizás fuera por el gran cúmulo de emociones que tenía de estar en París lo que hizo que Disneyland se quedara en segundo plano. Lauren, por mucho que no tuviera mucha constancia del parque, ya mostraba interés por él, al igual que su hermana, porque le encantaba ver películas de Disney, y como sabía que en Disneyland estaban muchos de sus personajes favoritos, a nuestra pequeña le fascinó la idea de poder estar ahí. Nate aún era muy chiquitín para cerciorarse de las cosas, claro que eso no quitaba el echo de que nuestro príncipe no fuera a gozar.
Eran las siete y media de la mañana y me encontraba frente a la ventana admirando la hermosa vista que poseíamos de la ciudad; la gente comenzaba a aparecer por las calles para ir a sus trabajos, los comercios comenzaban a abrirse, personas paseaban a sus perros, los pájaros cantaban...pero si algo había en todo eso que fuera maravilloso, era la bella imagen del amanecer de París, haciendo que la ciudad se fuera impregnando poco a poco de luz. Aunque si todo eso era grandioso, el echo de que compartiera el momento con mi sirena lo era aún más, con mi cuerpo hundido entre sus brazos, barbilla apoyada en mi hombro, mientras adornaba mi mejilla con besos de vez en cuando y yo imaginaba de la de muchos amaneceres y atardeceres que disfrutaríamos las dos juntas. Estaba en París, la ciudad del amor, con la persona que robó mi corazón y con la que había comenzado una familia, viendo cómo las mezclas de colores en el cielo se iban juntando hasta quedar un claro azul.
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- ¿Es precioso verdad?- pregunté acariciando su mano con la mía.
- Es más que eso- respondió posando un cálido beso en mi hombro- para mi no hay imagen más perfecta que la que estoy sosteniendo ahora mismo- añadió a medida que empezaba a notar mis coloretes tornarse de un color rojizo.
