Bruno Bucchiarati

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Sillón

La fémina había decidido ayudar a Bruno con el papeleo, pues había una montaña de cosas que revisar y firmar, no quería que su amado novio sufriera otra vez esos días sin dormir. Los dos se dividieron el trabajo para poder terminar rápido, pero a pesar de todo esfuerzo eran la 1 am y seguían con papeles en mano.

Al rededor de las 3 por fin acabaron con todo el trabajo de Bruno, los dos estaban más que muertos y ni si quiera podían dar un paso más. Con cuidado Bruno se sentó en el sillón que tenía en su oficina, estirando las piernas lo suficiente para relajarse un poco. Su pareja no tardó en llegar, acurrucándose en el pequeño espacio que quedaba entre el gran cuerpo del capo y el resto del sillón.

- No deberías quedarte hasta esta hora conmigo, cara.

- Si no hubiera estado aquí ni si quiera hubieras dormido hoy.- Rodeó la cintura del pelinegro, acomodándose mejor contra el. Bruno no dudó ni un segundo en acomodarse también, envolviendo a su pareja entre sus brazos para besar su frente.

- Te lo agradezco mucho, pero me preocupo más por ti.- Besó su mejilla, soltando un suave bostezo-. No tengo fuerza para moverme...

- Tomemos una pequeña siesta, a lo que despertemos nos movemos a la cama ¿Si? Porque yo también me siento molida~.

- Será una pequeña siesta, yo te levanto después de 20 minutos ¿Hecho?

- Hecho.

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El equipo Bucchiarati estaba reunido en la oficina de su capo, todos conteniendo una risa o alguna sonrisa al ver a la pareja acomodaba como fuera en el sillón que se encontraba en la oficina. Los dos se encontraban profundamente dormidos, abrazados el uno al otro en una posición extraña, nadie dijo nada, solo disfrutaban de la vista pues no todos los días podían admirar al Capo de esa manera.

- Bien, todos largo de aquí a menos que quieran que los golpee.- La voz de Abbacchio interrumpió los pensamientos de los demás, sacando a todos los miembros de la gang con una pequeña sonrisa-. Descansen, par de tórtolos.

Cerró la puerta con cuidado, dejando a la durmiente pareja en paz, necesitaban ese tiempo de descanso más que nadie y mientras Abbacchio estuviera allí, nada ni nadie los molestaría.

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