•Parte 3•
El primer día que Joe no apareció después de haberlo hecho durante ocho días consecutivos, ni siquiera te diste cuenta hasta que tu compañero de trabajo preguntó qué nombre usó ese día.
-Oh, no ha venido hoy. -Respondiste mientras tú amigo enjuagaba las licuadoras y tú limpiabas el mostrador.
-Entonces solo es Joe hoy. -Dijo él y tú sonreíste.
Sí, Joe podría ser sólo Joe hoy. Un pensamiento reconfortante, aunque eras realmente mala mintiéndote a ti misma y reconocías el pequeño tinte de tristeza. Realmente te hubiera gustado verlo hoy y como rascaba su rostro con nerviosismo.
Oh, bueno, siempre hay un mañana.
Excepto que Joe tampoco vino al día siguiente. O el siguiente. No eras tonta. Joe obviamente tenías cosas de trabajo que hacer. Filmar cosas. Y todo eso. No tenias ni idea de lo que implicaba ser actor, pero podías imaginar que Joe no tenía un horario fijo que dejara espacio para tomar un café todos los días.
Y había otros clientes a los que podrías molestar, para conseguir sonrisas y risas. Cantar, bromear, ridiculizar un poco, pero nunca lo suficiente como para llegar a ofender, pero siempre lo suficiente como para sorprenderlos. Siempre era algo divertido.
Pero ninguno de ellos fue tan divertido para jugar como con Joe.
Sí, otras personas se sonrojaban.
Y sí, otras personas se reían torpemente.
Y sí, también otras personas tropezaban con sus propias palabras. Otras también elevaban sus cejas sorprendidas cuando les preguntabas si estaban seguros de su orden. También miraban a otro lado intentando fingir que no le hicieron cosquillas tu intento de bailar mientras preparabas las bebidas heladas.
Muchos hacían ese tipo de cosas.
Pero ninguno de ellos hizo que apareciera esa sensación en tu estómago como lo hacía cuando era con Joe. Y ninguno de ellos hizo que tu corazón latiera con rapidez, como con Joe. Y ninguno de ellos te hacía reír tanto como con Joe.
No sabías si Joe era consciente del efecto que tenía en ti, así que hiciste una nota mental para hacérselo saber la próxima vez que viniera. A ver si eso lograba que se sonrojara un poco.
No esperabas que la próxima vez que verías a Joe, no estuvieran en la cafetería.
La próxima vez que lo viste, habían pasado un par de días más y estabas de camino a casa después de tu turno, a última hora de la tarde de un miércoles. Estabas en tu teléfono leyendo mensajes de texto que no habías podido revisar a lo largo del día, cuando lo viste por tu visión periférica.
No pudiste concentrarte mucho más tiempo en tu teléfono ni en tus pasos, pero de alguna manera lo viste inconscientemente, echándole un vistazo. Luego corroboraste, volteando a verlo una vez más. Sí, era él. Joe. Y lo estabas mirando fijamente. Congelada. Un poco en shock, ¿tal vez?
Joe estaba sentado al lado de la ventana de un Starbucks.
Un puto Starbucks.
Con un vaso de papel blanco en la mano que con tus ojos revisaste inmediatamente, leyendo "Patrick".
Patrick.
Starbucks no sabía jugar.
Idiotas.
Te detuviste. Te detuviste en medio de la acera haciendo que la gente que caminaba chocara contigo. Disculpándose de una mala manera mientras tú te disculpabas con una pequeña risa, apenada.