Estabas demasiado nerviosa, corriendo a preparar la cena, pero el brócoli estaba hirviendo, la salsa se estaba poniendo demasiado espesa y el pollo todavía estaba congelado, porque olvidaste sacarlo del congelador esta mañana. Moviste ollas, buscando la cuchara que por arte de magia había desaparecido, sentiste como la frustración se acumulaba dentro de ti.
Estabas rodeada de desorden, y te habías prometido a ti misma que regresarías temprano para limpiar todo con tiempo. Excepto que habías llegado tarde, y el peso del día había caído sobre tus hombros. Porque el trabajo había estado realmente ocupado, inesperadamente agitado, y si había algo en lo que realmente te esmerabas, era en ayudar a los demás.
Miraste el reloj, sabías que tu hermano podría estar ahí en cualquier momento. Habías tomado un turno extra ese sábado, y él había sido realmente amable, ofreciéndote a cuidar a Gianna por ti.
El timbre sonó al mismo tiempo que abrías el horno, encontrándote con el pollo humeante, el exterior estaba blanco, y casi parecía de goma. Metiste el tenedor, todavía estaba duro como una roca.
-Mierda.
Lo cerraste y lo colocaste otro rato, antes de correr rápidamente a la puerta principal, esperando encontrarte con tu hermano y con Gianna.
Pero no era tu hermano. Y no era tu hija.
-Hola. -Joe pasó por delante de ti en el pasillo, con dos cajas de pizza en la mano.
Se quitó los zapatos y llamó a Gianna.
-Ella aún no llega. -Comentaste, cerrando la puerta. -Y estoy cocinando la cena. -Miraste hacia las cajas de pizza que seguían en las manos de Joe, colocando tus manos sobre tus caderas.
-Oh, ¿estás preparando comida? ¡Mira que organizada eres! ¡Qué excelente planificadora! -Joe se inclinó y te dio un beso sobre tu mejilla.
Reíste un poco por su ironía, sabías que Joe sabía muy bien que nunca tenías tiempo de preparar la cena, pero honestamente, la pizza era un alivio para tu noche.
-Deberías quitarte el uniforme antes de cenar, ¿no? -Dijo Joe y volteaste los ojos.
Joe estaba tomando el control de la situación por completo.
Estabas en medio de cambiarte cuando escuchaste el timbre de nuevo.
-¡Yo voy! -Escuchaste a Joe, antes de que pudieras salir corriendo abrir.
-¡Gian! -Dijo Joe con emoción cuando abrió la puerta, solo para encontrarse con tu hermano y una pequeña niña de dos años llorando.
El llanto era fuerte y llenó instantáneamente toda tu casa, y sabías que realmente no era nada, pero el pánico entro en ti ante el sonido de la angustia de tu hija.
-Ha estado así desde alrededor de las 4. -Explicó tu hermano, entregando a la pequeña niña de dos años a Joe. -Probé de todo: comida, chocolate, juguetes, televisión... pero creo que echa de menos a ____, ¿no es así Gian? ¿Extrañas a mamá?
-Aquí está mamá. -Dijiste apareciendo por el pasillo, bajando con rapidez la sudadera que te habías colocado.
Gianna ya te estaba buscando, su pequeña cara estaba toda roja y mojada, llena de lágrimas. Le diste las gracias a tu hermano antes de que toda tu atención se desviará a la niña, abrazándola con fuerza mientras sus pequeños brazos se enredaban alrededor de tu cuello. Para luego retirarte hacia la sala de estar.
Tu hermano asintió y luego miró a Joe.
-¿Está durmiendo algo? -Dijo tu hermano como si su preocupación fuera solo un secreto que guardaba, lo suficientemente suave para que solo Joe escuchara.