Joe había colocado dos pesadas bolsas sobre el mostrador de la cocina, para luego acabar guardando todo en su lugar. Había escogido cosas que creía que las mujeres embarazadas necesitaban, todo su conocimiento sobre el tema se basaba en lo que había visto del cine y los medios de comunicación a lo largo de su vida.
Nada era preciso, investigado o incluso preguntado. Era una gran variedad de frascos de pepinillos (varios tipos, para ser exactos), limones, naranjas, fresas, diferentes tipos de quesos, helado y mucho chocolate.
-¿Qué es lo que quiere? ¿Qué necesitas? -Joe levantó una barra de chocolate y una cajita de fresas, para que tomaras una decisión.
-Oh, Dios mío, Joe. -Echaste un vistazo a una de las bolsas y sonreíste con ternura. -Si sabes que tengo que estar embarazada para tener antojos, ¿no?
Joe frunció el ceño y asintió.
-Por supuesto. -Dijo en tono obvio, como si hubiera sabido esa información cuando pasó por la tienda hace media hora.
Obviamente no lo pensó, y se te hizo que eso era posiblemente la cosa más linda que Joe había hecho por ti.
Joe siguió adelante guardando las cosas muy atrás en la refrigeradora.
-Lo tendremos todo listo para cuando tú le estés. -Comentó.
Lo abrazaste por detrás mientras él acomodaba los frascos con las etiquetas mirando hacia afuera.
-¿Qué pasa si soy una de esas mujeres locas que se le antoja algo raro, como tierra? O algo así.
Joe se giró, encontrándose contigo de frente.
-Te conseguiré todo lo que necesites de la tienda de jardinería, solo dilo. -Se inclinó para darte un beso rápido sobre lo labios, para luego darte unas ligeras palmaditas sobre tus brazos para que lo dejaras ir.
Estar enamorada de Joe era diferente a cualquier otra relación en la que hubieras estado antes. Obviamente, pensaste. Nunca habías considerado tener un bebé con nadie más, pero con Joe había sido una elección sin esfuerzo. Por supuesto que querías tener hijos con él.
Habían tenido una gatito como mascota, y estar con Joe te daba más ganas de cuidarlo; fue adorable, divertido y emocionante. Querías amarlo y exprimirlo con amor cada segundo de cada día. Se sintió como si estuvieras perdida en el camino correcto, y te encantó cada momento.
Solo habían pasado algunas semanas desde que decidieron empezar a intentar tener un bebé. Estabas un poco ansiosa, porque sabías que eso podría llevar un tiempo. Puede que no tuvieras tanta suerte, las cosas podrían salir mal fácilmente antes de que salieran bien.
Por otro lado Joe no se sentía nada asustado. Hace poco te había sorprendido con una habitación vacía, completamente despejada, para hacer un espacio para la cuna.
Te enviaba nombres de bebé a través de mensajes de texto todo el día, y sus manos apenas dejaban tu cuerpo cuando ambos llegaban a casa después del trabajo al final de día.
Después del sexo, Joe siempre había sido el más dulce y atento, pero el cuidado que te daba ahora era otra cosa. Había leído algo sobre que la gravedad podía ayudar, por lo que te colocaba con los pies contra la cabecera y colocaba almohadas debajo de tu trasero para ayudar a levantarte. Y luego dijo algo sobre qué dormir sobre tu lado izquierdo ayudaría bastante. Como si tuviera algún conocimiento real sobre el tema, mencionando que te empujaría mientras dormías si te encontrara durmiendo sobre el lado derecho.
-¿Fresas? -Joe había abierto la cajita. -También saben bien sin tener antojos.
Joe tomó una para comerla.
Claro, ¿por qué no?
Tomaste una para comerla, mirando atentamente a Joe, y en cómo metía la mano en una de las bolsas ya casi vacías y sacar un montón de pruebas de embarazo.-Compre todos de los tipos que habían en la tienda. -Joe las amontonó antes de tomar una para leer la caja. Luego te la entregó. -Hazte una. -Sus grandes ojos marrones te miraron con entusiasmo.
-Joe, todavía no voy a estar embarazada.
-¿Entonces? Hazte una de todos modos. ¿Y si lo estás? -Empujó la cajita hacía ti.
-No lo estaré. -Dijiste de nuevo, intentando ahorrarte una decepción.
-Haz una solo para practicar. -Joe tomó tu mano y colocó la cajita ahí, envolviendo tus dedos alrededor de ella.
Intentaste recordarte si había algún momento en tu vida en el que lo hubieras amado más.
-He tenido demasiados momentos de miedo casi a finales de mi adolescencia y a principios de mis veinte como para necesitar alguna práctica. -Te burlaste antes de devolverle la caja a Joe y darle un beso en la mejilla luego.
Tú novio era adorable.
-No desperdiciemos esto hasta que pensemos que estoy embarazada, ¿de acuerdo?
Joe te miró un segundo, con sus ojos vagando hasta tu vientre antes de mirar arriba de nuevo. Y luego, como si de alguna manera fuera el hombre más fuerte del mundo, te arrastraba por encima de su hombro como si no pesaras nada.
-Entonces vamos a embarazarte, ¿de acuerdo?