Un americano|Joseph Quinn

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•Parte 2•

Joe no estaba del todo seguro si era solo él, ¿y si así fuera? Sentía que se estaba volviendo un poco loco, ¿acaso eras así de fascinante para todos los demás? Seguramente que sí, todos deben verlo también, ¿verdad? Como ahora, literalmente la cara de cada persona en la cafetería estaba borrosa desde donde estaba, totalmente desenfocadas. Solo varias manchas en diferentes tonos de piel.

Pero no tú.

¿Cómo Joe pudo notar el más mínimo cambio en tu expresión desde el otro lado de la calle? Notó como tú nariz se arruga, como tus cejas se levantan mientras tu sonrisa se extendía más haciendo que tus hoyuelos se marcaran aún más.

Ya había tomado su café de la mañana poco antes en su departamento, no tenía ninguna necesidad de abrir la puerta de cristal de la cafetería y pedir un café, pero, ¿como podía no hacerlo?

Solo quería echar un vistazo, quería comprobar que estabas ahí, si todavía te verías optimista y feliz hoy. Quería saber si tu estado de ánimo sólo era algo de un día, o si realmente eras así cada día.

Solo sería un vistazo; una mirada rápida. No estaba destinado a dejar de caminar. No estaba destinado a detener sus pasos apresurados. No estaba destinado a mirar fijamente durante un minuto completo, tal vez incluso un poco más que eso. No estaba destinado a dejar que sus pies decidieran que lo iban a llevar ahí dentro, a pesar de que ya había tomado su café de la mañana. En realidad nunca pensó que bebería otro café esa mañana.

Pero ahí estaba.

Dentro de la cafetería.

Haciendo la fila.

Joe tuvo que mirarte un poco mientras esperaba su turno, no necesitaba mirar el menú, ya sabía lo que pediría. Hizo todo lo posible para mirarte sin que alguien más llegara a notarlo.

Sonreías, dejando que tus ojos brillaran, riendo como si todo a tu alrededor fuera divertidísimo y alguien te hiciera cosquillas.

Que manera de sobrellevar la vida, pensó Joe.

Hablabas y te movías con mucha expresión. Dios, eras tan expresiva, incluso tan temprano por la mañana y Joe sabía que cada persona que estaba ahí, estaban ahí; la mitad por su dosis de cafeína y la otra mitad porque podían pasar alrededor de un minuto a tu alrededor.

Joe podría mirarte fijamente cómo las personas suelen mirar el fuego ardiendo. Totalmente hipnotizado. Perdido en el momento.

-Buenos días, ¿que te ofrezco? -Te quejaste en broma, como si estuvieras molesta de que la gente que te pedía café nunca terminaba. Si lo hubieras dicho un poco menos teatral, hubiera sido insultante. Pero todo fue una broma, y tus ojos lo expresaban, sobretodo cuando viste que era Joe de nuevo.

Joe estaba ahí.

De nuevo.

-Un americano grande, por favor. -Joe se mantuvo educado, pidió su café como lo hubiera pedido en cualquier otro lugar.

Pero luego gemiste. Gemiste en voz alta.

-¡Qué aburrido! -Dijiste, pero dejando al mismo tiempo que Joe pagará su café de todos modos.

Tomando un vaso de papel color marrón y un sharpie.

-¿Nombre?

-David.

Esta vez no había dicho Robert. Además, ¿David? Solo David. Sin dudas en su voz. Joe sabía que la pregunta venía y ya tenía su respuesta lista.

Dejaste que tus ojos se desviaran hacia él por un segundo, y lograste ver una pequeña sonrisa, pero fingiste que no lo hiciste.

One Shots | Joseph Quinn/Eddie MunsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora