-Joe, ¿estás bien?
Entraste en el dormitorio con una bata de baño puesta, e inmediatamente te encontraste con los pequeños sonidos de un pequeño llanto que venía de tú marido. Estaba sentado de espaldas a ti, encorvado, sosteniendo algo en sus manos.
Más temprano esa noche, Joe había llenado la tina con agua tibia, con un poco de aceite de lavanda, romero y algunos pétalos de rosa. Encendió algunas velas perfumadas en el baño y te llevo ahí después de la cena, diciéndote que ya necesitabas tener una noche solo para ti.
Gracias a tu pequeña niña de nueve meses, ha sido casi imposible para ti tener una noche tranquila, así que aceptaste la idea de Joe con gusto.
Rápidamente se limpió los ojos con la palma de su mano cuando escuchó tu voz.
-Sí, estoy bien. Solo estaba... lloré un poco. -Dijo con tono tembloroso.
Joe era un hombre emocional y no tenía miedo de mostrarlo. Estaba en contacto con sus sentimientos y nunca intentaba ocultarlos.
Caminaste hacía él con preocupación.
-¿Qué pasa, cariño? ¿Quieres hablar?
En el momento en que te pusiste frente a él, tus ojos cayeron hacia el objeto que traía en sus manos, la pequeña pijama de tu hija de cuando solo tenía unos días. Tu mente comenzó a formar una idea de lo que se trataba todo esto.
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Desde que diste a luz, Joe y la bebé han sido inseparables. Justo después de que te llevaron a la habitación en el hospital y le diste de comer por primera vez, te quedaste dormida por el agotamiento. Tus párpados se sentían pesados y a punto de cerrarse mientras ella estaba amamantando sobre tu pecho, así que en el momento en que estaba llena Joe la quitó de tus brazos para que así pudieras descansar un poco.
La enfermera le sugirió que aprovechara ese tiempo para tener contacto con su bebé, piel con piel, dijo que podría ayudar a regular su temperatura y los latidos de su pequeño corazón. Él tomó asiento en la silla reclinable y la colocó sobre su pecho.
Cuando llegaste a casa un día después, llamó a su manager, diciendo que se daría un tiempo, que no estaría disponible para ningún proyecto previsible en el futuro; tú y tú bebé eran su primera y más valiosa prioridad y quería pasar todo el tiempo que pudiera contigo, con su familia.
A diferencia de tu embarazo, donde en algunas ocaciones decidió dar un paso atrás y dejarte tomar tus propias decisiones, ahora estaba involucrado en cada pequeña cosa. Se despertó para cada comida, te traía a la bebé y la colocaba sobre tu pecho para que pudiera amamantar.
Si estabas demasiado cansada y somnolienta para sostenerla después y hacerla eructar, él lo hacía sin quejarse, un acto que terminó con ella vomitando sobre su hombro demasiadas veces.
-Eres como mamá cuando solía beber demasiado, vomitando sobre mí. Al menos estamos en casa ahora y no en un callejón. ¡Oh, sí! Mamá vomito sobre mí en un callejón, yo lo llamo, amor al primer vomito.
Él hablaba con ella como si entendiera cada palabra, mientras la limpiaba y se limpiaba él también.
Hablar con ella se había vuelto parte de su rutina muy rápidamente. Cuando ella era todavía recién nacida, él la hacía dormir todas las noches, le leía libros de la estantería y le contaba historias de cómo ustedes dos se conocieron y como su relación floreció en lo que es ahora.
Cuando lo atrapaste hablando con ella, le preguntaste que estaba haciendo y su respuesta fue:
-Debo ponerla al día con todo lo que se perdió. Apareció en el programa como hasta se sétima temporada, tengo que ayudarla un poco. Ya sabes cómo es con los novatos.