De vuelta a Londres|Joseph Quinn

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Parte 6 y última•

El bar anticuado pero muy popular, estaba ocupado por personas con diferentes estilos de vida. Jóvenes profesionales con sus trajes, trabajadores, lo más jóvenes y los que ya no lo eran, amigos, extraños, clientes habituales y curiosos que tropezaron dentro por casualidad, cada uno de ellos único y con una historia que contar.

Y luego estaba Joseph Quinn, hombre, actor y la representación en carne y hueso de la falta de puntualidad.

Le dolían las pantorrillas, al igual que los tobillos y las plantas de los pies, ocultas por sus confiables y desgatadas botas, pero igual siguió caminando por la larga calle, a unos metros entre la estación y el bar donde se suponía que debía encontrarse contigo, que de repente se le hizo un camino interminable.

Debería haber tomado un taxi en lugar de usar el metro.

Joe no planeaba llegar tarde, de hecho, se había asegurado no hacerlo, cancelando y moviendo tantas citas y planes en su calendario como pudo sin hacer enojar a su agente, y, sin embargo, para cuando se suponía que debía comenzar a prepararse, apenas había comenzado su tercera reunión en Zoom, con otras dos llamadas más importantes, que debía tomar, justo después de esa.

Suspiró con frustración, Joe se dejó entrar en el interior del cálido y oscuro pero acogedor bar, sus ojos escanearon todo el lugar lo mejor que pudo, esperando encontrarte, pero fue en vano, no había rastro tuyo por ninguna parte.

Entre disculpas respiradas y apagadas, se abrió paso por el bar, a través de la multitud alegre, con la esperanza de encontrarte.

Pero había llegado tarde.

Demasiado tarde.

Con su mano buscó en el bolsillo de su pantalón, para alcanzar su teléfono, para navegar entre sus mensajes con el fin de leer el último que le habías enviado, un texto al que respondió con un emoji de un pulgar hacía arriba mientras él se encontraba ocupado negociando los términos de un próximo proyecto.

"Nos vemos está noche :). Aunque pueda que sea un poco tarde."

Escribiste con ironía aquel mensaje.

Él se dirigió lentamente hacia la salida, dando a la habitación un último escaneo antes de salir y entrar en la fría noche, sus dedos se balanceaban a través de sus llamadas recientes para luego volver a marcar el número que al que había intentado llamar varias veces sin obtener respuesta.

Si fuera honesto, si él fuera tú, tampoco habría respondido.

Joe estaría mintiéndose a sí mismo si dijera que no había estado pensando en ti, últimamente, incluso más que en los años anteriores. Sería deshonesto si tratara de convencerse a sí mismo que tu sola presencia no estaba causando confusión dentro de él, lo que lo estaba enfadando, frustrando y molestando un poco, pero no contigo, sino, consigo mismo, y con la forma en que jugó sus cartas hace tantos años.

Sí, fue fácil para él simplemente salir cuando habías expresado todos tus sentimientos por él; la pubertad y las hormonas pueden llegar a sacar los peor de un joven, y en los próximos días y semanas, después de haberte rechazado en silencio, Joe luchó mucho para ignorar la pequeña voz en su cabeza, que lo regañaba una y otra vez sobre lo sucedido, tal vez, y solo tal vez el sentía lo mismo, aunque sin poder entenderlo.

Años más tarde, cuando por fin dejo correr sus pensamientos, dejando que fueran libres, se dio cuenta de que te habías ido hace ya mucho tiempo, existiendo bajo otro sol. Lejos de él.

Se dio cuenta hasta entonces que te había dejado escapar.

Con sus dedos vestidos de anillos, Joe abrió su chaqueta, apoyando su teléfono entre su hombro y oreja, el sonido de un mensaje de voz automático se hizo presente a través de su oreja, lo que lo hizo murmurar una maldición.

One Shots | Joseph Quinn/Eddie MunsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora