Algún día|Joseph Quinn

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Joe te atrapó por la mañana, con lápiz en mano, y tus ojos bailando desde el papel que estaba frente a ti hasta sus rasgos, y viceversa. Estabas sentada al final de la cama, con las piernas entrecruzadas frente a ti y con un cuaderno de bocetos sobre tu regazo. Te habías despertado antes que Joe; la luz suave que se filtraba indicaba la mañana, y te habías levantado e ido al baño. Cuando regresaste de nuevo al dormitorio, la imagen de Joe todavía dormido te había parecido impresionante; con sus brazos metidos debajo de la almohada, su cara enterrada profundamente en ella y la mitad de su espalda desnuda expuesta por encima de las sábanas, fue cuando inmediatamente habías tomado un lápiz para poder poner esa imagen sobre el papel.

El sonido del lápiz que se deslizaba a lo largo del papel, alternando entre trazos más largos y otros más cortos, lo habían despertado un poco.

Cuando estiró su brazo y descubrió que no estabas ahí, fue cuando abrió sus ojos y levantó su mirada, encontrándose contigo al final de la cama.

-Cariño, no te muevas. -Dijiste suavemente, pero Joe gimió en protesta, se estiró y tomó con su mano tu tobillo para apretarte con suavidad, luego te sonrió antes de darse la vuelta, cambiando completamente de posición, donde intentaba dormir unos minutos más.

Lo miraste un segundo después de que cambiara de posición para luego descartar ese boceto, y comenzar uno nuevo, centrándote primero en sus lindos rizos esta vez.

-Solo finge que no estoy aquí. -Dijiste.

-Puedo sentir como me miras. -Respondió él, en tono de broma.

-Solo un poco más. -Dijiste con ánimo, intentando ser rápida.

A Joe realmente no le gustaba tanta atención, pero siempre culpaba a tus ojos, que cambiaban de intensidad cuando de dibujar se trataba. Tus ojos podían pasar rápidamente de expresivos, amables y sonrientes a ojos repentinos, fervientes y observadores. Era gracioso, porque dibujarlo a él fue como se habían conocido en un principio.

Tomaste asiento sobre el metro de camino a tú casa, con tu cuaderno de bocetos en mano, dibujando cosas al azar que veías con el pasar del tiempo. Un perro acostado junto a los pies de su dueño. Un hombre con traje mirando el mapa del metro. Una niña colgada de la mano de su madre, mirando a los extraños que la rodeaban. Y luego, cuando Joe se sentó frente a ti, lo habías dibujado. Llevaba auriculares y estaba leyendo el periódico que había encontrado en el asiento antes de sentarse. Cualquier artículo que hubiera estado leyendo lo había distraído lo suficiente como para no verte lanzado tus ojos contra él y contra el cuaderno repetidamente durante todo el viaje.

No era raro en ti perder tu propia parada por estar terminando algún boceto, pero cuando Joe se levantó para salir, te diste cuenta que te habías pasado 7 estaciones. Era un nuevo récord.

Lo habías seguido fuera del tren, lo habías detenido para darle la pagina que habías arrancado del cuaderno con una sonrisa tímida sobre tu rostro, y luego te dirigiste al lado contrario para subir de nuevo al tren que te llevaría de vuelta por donde venías.

Pero Joe quedó impresionado, tú boceto era realmente bueno. Además, también le habías parecido realmente hermosa.

Y ahora aquí estaban, siete meses después, todavía sin un boceto completo de él. Joe bromeaba diciendo que en el momento en que terminarás uno de esos bocetos, saldrías directamente por la puerta, hacía un nuevo proyecto.

Cuando después de unos minutos de dibujar la parte posterior de su cabeza, la luz del sol de la mañana bailaba a lo largo de sus cabellos, Joe se movió de nuevo.

Esta vez se había girando, dándote la espalda, haciéndote gemir suavemente, un poco tono de derrota.

-Algún día. -Suspiraste, cerrando el cuaderno y colocándolo sobre la mesita de noche para luego volver acurrucarte debajo de la sábanas.

Sabías que podrías conseguir algunos abrazos de Joe antes de que la alarma lo obligara a levantarse.

-Algún día. -Repitió Joe suavemente, no muy seguro de lo que decía, aún estaba medio dormido, pero sus brazos te encontraron fácilmente.

Te tomó para arrastrarte a su lado, y que así lograrás acurrucarte en él, suspirando un poco mientras el sol salía lentamente.

One Shots | Joseph Quinn/Eddie MunsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora