Vecino|Joseph Quinn

1K 91 4
                                    

Joe sabía que estaba en problemas cuando rechazó pasar el rato con un amigo porque intervenía con su momento de pasar el rato en su balcón.

Su momento en el balcón.

Se dio cuenta entonces, cuando se quedó en casa solo para pasar el rato en el balcón, de que todo se había convertido en un problema.

Tomó un tiempo para que él lo entendiera, porque durante demasiado tiempo, solo quería creer que había estado actuando normal contigo. Su vecina. Su muy linda, bonita, amable e ingeniosa vecina, con la que por alguna razón nunca parecía encontrarse fuera de sus balcones.

Empezó hace semanas. Meses, si fuera realmente honesto. No contó las primeras veces en las que ambos se habían sonreído el uno al otro y solo se habían dicho un simple hola o un buenas noches.

La primera vez, habías abierto la puerta a un solitario balcón, e inmediatamente cerraste tu chaqueta, apretándola alrededor de tu cuerpo ante la sensación del aire frío. Cuando te giraste para cerrar la puerta, te sobresaltaste cuando viste a tu vecino justo al lado, en su balcón. Estaban lo suficientemente cerca como para tocarse, y así lo hiciste, por cortesía, le estrechaste la mano mientras te presentabas.

Tu vecino parecía amable. Tenía una cara amable, un cabello bonito y... unos ojos muy bonitos. Nada de eso era intimidante, en realidad, todo lo contrario. Llevaba ropa elegante y costosa, aunque parecía algo incómodo con eso, lo que lo hacía lucir mucho mejor.

Increíble.

Tenías un vecino amable. Uno que también se veía... bien. ¿Sexy tal vez? Sí, de acuerdo. Era sexy.

Acababas de mudarte y todavía tenías que conseguir muebles, así que te inclinaste contra el frío metal del balcón, echando un vistazo, Joe tenía un par de sillas, un pequeño banco, una mesa e incluso una bicicleta en su balcón.

Había sido un poco incómodo, pero ninguno de los dos dijo nada, pero tampoco sacaste tu teléfono, ninguno de los dos lo hizo. Simplemente te quedaste ahí de pie y sacaste los cigarrillos que traías contigo para encender uno, de forma silenciosa y miraste tu propio reflejo en la ventana y de vez en cuando mirabas el cielo negro de la noche y soplabas humo de cigarrillo.

Sucedió así unas cuantas veces, hasta que una noche, saliste y Joe también estaba ahí, e inmediatamente comentó sobre las nuevas sillas que habías colocado afuera más temprano ese día.

-¡Tienes sillas!

Te reíste y le sonreíste.

-¡Las tengo! -Dijiste para luego sentarte. -Y son increíblemente incómodas por el precio que pagué. -Seguiste con la misma voz optimista y te reíste de ti misma.

-Se ven bien, sin embargo, costosas. -Joe sopló humo y señaló detrás de él, a todos sus muebles del exterior. -Todo esto es basura.

Miraste mejor, asentiste con la cabeza.

-Se nota.

Eso hizo reír a Joe.

Intercambiaron cortesías en la oscuridad, solo iluminados por las luces del interior de los departamentos, fumaban cigarrillos y se conocían mejor.

Le dijiste a Joe que trabajabas en una oficina como asistente administrativo, cosas poco emocionantes. Joe dijo que hizo algo similar y luego dijo que era actor.

-Oh, sí, es lo mismo, genial, tenemos mucho en común. -Dijiste con sarcasmo y ambos rieron.

Sabías la cantidad de alquiler que pagaste, así que inmediatamente acusaste a Joe de ser un gran famoso o un gran mentiroso.

One Shots | Joseph Quinn/Eddie MunsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora