•Parte 3•
Los días se convirtieron en semanas, en meses, en años. No pasó ni un solo día en el que no echarás de menos a Eddie Munson. Sin embargo, sabías que tenías que seguir con tu vida. En la universidad conociste a Tom, un tipo con el que compartías varias clases y empezaste a salir con él y un grupo de amigos a tomar café todos los viernes, para hablar de sus vidas, poco a poco estabas conociendo a más personas hasta que llegaste a tener un grupo de amigos con quienes compartías todo.
En noviembre de tu primer año de universidad, decidiste no visitar Hawkins, tal vez era el miedo de ver a Eddie o tal vez te habías convencido a ti misma de que no era la mejor idea volver al pasado, así que pasaste todas tus vacaciones en tu dormitorio que compartías con una compañera.
Después de unos meses, Tom y tú comenzaron a salir. Él era todo lo que querías, alguien con quien pasar el resto de tus años, pero no podías evitar extrañar a Eddie, a veces te despertabas y soñabas con ir a la cocina y encontrarte con tu mejor amigo, pero siempre te decepcionabas al encontrar a Tom en su lugar.
Pasó el tiempo y pudiste terminar la universidad y graduarte. En un momento de valentía enviaste invitaciones a Robin, Steve y Eddie. Días después, en tu graduación volviste a ver a tu mejor amiga, Robin, quien venía acompañada con una chica, Vicky, Steve llegó en medio de la ceremonia, pero a tiempo para verte subir al escenario y recibir tu diploma, fue cuando tus dos amigos se pusieron de pie y levantaron los brazos para saludarte, celebrando tu gran logro.
Ese día Robin y Tom se conocieron.
-Meh, no eres tan lindo como Tom Cruise. -Comentó Robin mientras levantaba los hombros.
Vicky y Steve trataron de callarla mientras Tom reía del comentario y asentía con la cabeza. Juraste que verlos a todos juntos llenaría ese agujero que tenías en el corazón. Pero no fue así, una parte de ti intentaba no llorar por la decepción.
Eddie no estaba ahí.
Esa misma noche te despediste de tus amigos y junto con Tom se dirigieron al departamento que ambos compartían en New York. Hubo días en los que eras realmente feliz mientras escribías y vivías al máximo. Pero hubo otros momentos, en los que las luces de la ciudad estaban acompañadas de gotas de lluvia, y esos momentos eran en los que pensabas más en Eddie, recordando todas los momentos que pasaron juntos, pensando en las risas que habían compartido y las miradas que pasaron desapercibidas para luego terminar con el recuerdo de la última vez que ambos hablaron.
Muchas noches te desvelaste pensando, por qué no habías esperado unos segundos más, por qué no te habías detenido hablar con él, por qué no lo habías escuchado.
Pronto te las arreglaste para publicar tu primer libro, el proceso fue difícil, pero no imposible, y un día finalmente lo tuviste en tus manos. Mientras lo mirabas, sentiste la presencia de Tom, quien te felicitó, pero solo pensaste en lo extraño que se sentía ese momento. No había duda de que eras feliz, pero también sabías que querías vivir esta parte de tu vida junto a tu mejor amigo. Nunca te habías sentido tan sola como en ese momento que debería haber estado lleno de felicidad.
Los años siguieron su paso rápidamente, continuaste publicando varios libros y haciendo conocer tu nombre a las personas que disfrutaban de la lectura. En la celebración de tu último libro, Tom dio un discurso, hablando de lo especial que eras y terminó arrodillándose y pidiéndote que te casaras con él frente a todos los invitados, quienes aplaudieron con emoción cuando vieron el anillo en la pequeña cajita que sostenía Tom.
No era la forma en la que te hubiera gustado que te pidieran matrimonio, pero no dudaste en decir que sí.
El resto de tus fríos días de octubre pasaron en silencio hasta que llegó una carta en tonos verdes y naranjas.