De vuelta a Londres|Joseph Quinn

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•Parte2•

Tu pequeño departamento era silencioso mientras te acostabas sobre tu cama, mirando el techo. Estaba oscuro y la única fuente de luz era un flujo constante de luz del exterior a través de una de las ventanas.

El piso estaba frío y las paredes demasiado delgadas, pero el precio estaba bastante bien para los precios de Londres, al igual para tu cheque de pago, donde te alcanzaba casi lo suficiente para sobrevivir en esa gran ciudad.

Por su puesto pudiste haberte quedado con tu madre, la casa de tu niñez, a las afueras, lo suficientemente grande, pero te negaste, porque, aunque era familiar, también tenía demasiados recuerdos y detalles en los que no querías pensar.

Giraste sobre la cama, la camisa abotonada, que habías planchado con dedicación el día anterior, se amontono sobre tú vientre, pero lo ignoraste mientras tomabas la manta gris y la subías hasta tu barbilla, colocando tú cuerpo en una posición fetal.

Estabas cansada y ansiosa, y a pesar de no querer admitirlo, sabías que la carga de trabajo se estaba amontonando, igual que los archivos de Excel, llamadas, reuniones por Zoom, pero ninguna de esas cosas eran la causa de tú agotamiento.

La verdadera razón era más simple que todo eso, y te había estado siguiendo como una sombra, negándose a dejar ir tu mente desde lo que ocurrió en el restaurante, hace casi dos semanas.

Esa razón era: Joseph Quinn.

Verlo después de tantos años, que él te mirara, con los ojos bien sorprendidos por un segundo ante de desviar su mirada hacia otro lado y luego bajarla hacía su plato, frunciendo el ceño, había sido bastante extraño; debías admitirlo.

Y cuando él te miró de vuelta tan solo unos segundos después, no pudiste evitar preguntarte quien era él en realidad.

En sus ojos, era el mismo Joe de hace casi diez años, tal vez un poco más musculoso y con más vello facial, y sin embargo parecía ser diferente, y no podías señalar que era lo que lo hacía lucir tan diferente. ¿Sus rizos eran más largos? ¿Sus líneas sonrientes grabadas alrededor de sus ojos? ¿O simplemente era el hecho que después de 10 años de separación, a pesar de la familiaridad, él solo era un extraño en tú vida?

No hablaste mucho, mientras te encontrabas de pie frente a la gran mesa redonda, que estaba ocupada por toda su familia, un montón de caras que recordabas vagamente de las reuniones aleatorias a las que solías asistir cuando eras solo una adolescente.

Pero ellos parecían saber exactamente quien eras, haciéndote preguntas sobre esto y sobre aquello, tú vida en Italia y un montón de otras cosas que no importaban; cosas donde no pudiste encontrar la fuerza para responder mientras estabas ocupada evitando los ojos de él, que estaban sobre ti, intentando descifrarte.

¿Esperabas que dijera algo? ¿Darle un abrazo? ¿Un simple: "como has estado"? Tal vez. Pero nunca lo hizo.

Joe se mantuvo sentado, observándote atento, mientras tu empujabas tu peso de un pie al otro, tratando de concentrarse en lo que decía su madre y fue cuando poco después te disculpaste para dejarlos atrás, ignorando sus comentarios y suplicas para que te unieras a la mesa.

Estarías mintiendo si dijeras que no sabías por qué y cómo terminó su amistad con Joe, porque lo sabías. Sabías el día, la hora y el momento exacto en que su vínculo comenzó a derretirse.

A veces cuando no eras lo suficientemente fuerte para alejarlo de tus pensamientos, cerrabas los ojos y lograbas verlo, en la puerta de la cocina en casa de tú madre, dándote una mirada divertida mientras miraba la mesa del comedor, que estaba preparada para dos: con una pequeña flor en algún vaso al azar, en medio de la mesa.

One Shots | Joseph Quinn/Eddie MunsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora