No llores|Eddie Munson

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Eddie había metido la pata.

Había metido la pata a lo grande.

No necesitaba que nadie se lo dijera. Él sabía que había metido la pata.

Esa noche, mientras habías estado esperando pacientemente en el restaurante, vestida con el vestido favorito de Eddie, él había estado ocupado con una de sus campañas, olvidando por completo que ustedes dos tenían planes para cenar.

Cuando llegó a casa esa noche, y vio la camisa abotonada planchada en la parte posterior del sofá, sintió su corazón caer. Tan bajo, que juró que había caído en el suelo. Tomó el teléfono con manos temblorosas, murmurando maldiciones, a pesar de que sabía que no contestarías.

Había metido la pata bastantes veces antes, pero nunca había estado tan asustado. Había metido la pata antes, pero eran cosas simples, como la vez se le olvidó que tenía un examen, o la vez que se había olvidado poner combustible al auto de su tío. Pero nunca contigo. Nunca podría hacerte daño.

Se sentía como él idiota más grande del mundo, y él conocía a muchos idiotas.

-Por favor contesta, por favor. -Murmuró para si mismo, con los ojos cerrados mientras los tonos sonaban a través del teléfono.

Cuando más tiempo pasaba, más seguro estaba Eddie de que no contestarías.

-Mierda. -Maldijo, golpeando el teléfono y colocándolo en su lugar.

Luego corrió en busca de las llaves. Ni si quiera estaba seguro de si llevaba zapatos o no mientras salía corriendo por la puerta; encendiendo el auto y así dar marcha atrás con rapidez, saliendo del parque de remolques.

Probablemente no te admitiría esto porque sabía que lo regañarías, pero estaba acelerando y no se estaba deteniendo por completo en la señales de alto mientras conducía hasta tu casa. A pesar de que llegó en tiempo récord, parecía el viaje más largo de toda su vida.

Cuando se detuvo en la entrada de tu casa, se dio cuenta de lo húmedas que tenía las manos. Estaba nervioso. Petrificado. Porque tú... eras lo mejor que tenía en la vida y él había metido la pata.

Estaba temblando cuando salió del auto y miró la ventana de tu dormitorio. La luz estaba encendida. Estabas ahí arriba.

Eddie estaba acostumbrado a entrar y salir a hurtadillas de tu dormitorio, pero nunca así. Su corazón latía tan rápido que estaba seguro que mañana le dolerían las costillas.

Estaba tropezado con la enredadera que estaba contra la pared de tu casa, preocupado de que se cayera una vez que empezara a escalar.

Una vez arriba, se asomó a tu habitación para asegurarse de que estuvieras sola. Y, por supuesto, lo estabas. Sentada sobre la cama con una sudadera grande, con las piernas debajo de la manta, te sentaste mirando el techo.

Eso aplastó el techo de Eddie y no puedo evitar golpear la ventana de inmediato. Realmente no tenía tiempo que perder.

Saltaste, casi cayendo de la cama mientras llevabas una mano a tu pecho, mirando la ventana con los ojos entrecerrados para ver quien estaba ahí. Te relajaste un poco cuando viste quien era, pero tus rastros se convirtieron en una expresión de molestia en menos de un segundo.

-Vamos cariño, por favor déjame explicarte. -La voz de Eddie era suave, pero era fácil de escuchar a través de la ventana de tu habitación.

Caminaste hacía él, con los brazos cruzados después de abrir la ventana.

-Solo te dejo entrar para que no te caigas. Eso sería incómodo de explicar.

Eddie estaba agradecido cuando lo dejaste entrar, fuera del frío aire nocturno de Hawkins, y entró en tu dormitorio. Había estado ahí muchas veces antes y conocía todo hasta el último detalle, pero no miró nada a su alrededor. Sus ojos estaban puestos en ti y solo en ti.

El aliento escapó de sus pulmones cuando notó el ligero enrojecimiento alrededor de tus ojos.

-¿Vas a quedarte ahí y mirarme fijamente? -Volviste a la cama y lo miraste. -¿Por qué no apareciste para cenar? Parecía una idiota, Eddie. Estoy segura de que una pareja de ancianos a mi lado estaban hablando de lo triste que me miraba ahí. No dejaban de darme miradas de lastima.

Las manos de Eddie todavía temblaban mientras se dirigía a la cama y se sentaba en extremo, sin confiar en que sus propias piernas lo mantuvieran en este momento. Estaba a punto de colapsar.

-Lo siento mucho. -Intentaba no decir un centenar de disculpas a la vez. -Lo siento mucho, cariño. Lo siento. No sé qué me pasó. Me distraje tanto y los chicos estaban presionando con la campaña y...

-Está bien.

Tú voz sonaba tan silenciosa que detuvo a Eddie. Había planeado cien cosas para decirte en el viaje, y cada una de esas terminaba con él en el suelo suplicando tú perdón.

Él no se lo esperaba. Que fingieras que eso no te habías lastimado. Ocultando tus sentimientos porque estabas molesta.

Eso dolía.

-No, no está bien. -Dijo, queriendo inclinarse y abrazarte. -No está bien. Soy el idiota más grande del mundo. Realmente lo soy. Lo siento mucho, lo juro. Te lo compensaré. Cien cenas. Te llevaré a unas cien citas para cenar... e incluso traeré flores.

Dejas salir una pequeña risa y acercaste una mano para frotar uno de tus ojos tan rápido que casi Eddie se lo pierde.

-No. -Su voz se rompió mientras se inclinaba, con la mano debajo de tu barbilla y así acercarte a él. -No, para por favor, no llores, lo siento mucho. Lo siento mucho cariño.

-Estoy enfadada. -Te inclinaste hacía su toque. -Pero no estoy llorando.

Se alejó un poco de ti para mirarte, elevando una ceja, ya que no te creía.

-Ya no voy a llorar más. -Corregiste.

Eso no lo hizo sentir mejor. Te tiro contra su pecho y te dio un beso en la parte superior de tú cabeza.

-Lo eres todo para mí, lo sabes, ¿verdad? Lo eres todo y siento mucho no haber podido estar ahí para ti esa noche. Realmente no sé cómo lo olvidé. Eres lo único en lo que pienso, especialmente cuando no estamos juntos. Estuve pensando en ti todo el día y simplemente... Realmente no sé cómo lo olvidé. -Estaba hablando contigo, pero la mayoría de sus palabras eran pensamientos internos. Todavía no podía creer que haya olvidado la noche de cita.

-Estás cosas pasas Eds, está bien.

-Sí, pero no quiero que vuelva a pasar. -Habló él rápido. -Te quiero para siempre. De verdad que sí. No puedo imaginar mi vida sin ti y si este es el final lo entiendo. No culpo a nadie más que a mi mismo, pero solo quiero ser lo mejor para ti...

-¿El final? -Dijiste confundida. -No, no voy a romper contigo.

Los hombros de Eddie se relajaron y sintió que volvió a respirar.

-Oh, gracias al cielo. -No pudo evitar que las palabras salieran. -Estaba tan asustado, pensé que había metido la pata irremediablemente.

-Oh, no me malinterpretes. Metiste la pata. -Lo señalaste con el dedo, pero no había hostilidad en voz. -Pero no es un error que le ponga fin a la relación.

-Lo sé, pero todo lo que me importa es que puedo compensarte. -Su voz seguía temblorosa por los nervios. Pero ya estaba más tranquilo.

-Es mejor que empieces, Munson. -Te inclinaste hacía la cama. -Espero mucho afecto y amor durante todo este próximo rato.

Él rió y se quitó los zapatos y se deslizó en la cama a tú lado.

-Estoy seguro que eso es más emocionaste para mí que para ti. Pero con mucho gusto y de buena gana lo haré. No puedo hacer que mi princesa olvide todo el amor que siento por ella.

Sonreías con sus palabras.

Eddie nunca se cansaba de ti e iba a pasar toda su vida demostrándotelo.

One Shots | Joseph Quinn/Eddie MunsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora