El anillo|Eddie Munson

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A Eddie le encanta volver a casa contigo.

Con su esposa.

Con su esposa embarazada.

Todavía no puede superar el hecho de que vas a tener un bebé, y aún no puede creer que te has casado con él. Por más cursi que suene o parezca, eras su sueño hecho realidad. Su golpe de suerte. Y eso nunca lo olvidaría. Prometiste pasar tu vida junto a él, y estabas haciendo una vida junto a él.

Habían hecho un bebé juntos.

Por ahora solo se referían a él como bebé, el nombre real vendría cuando naciera, ya que todo sería una sorpresa. Aunque Eddie sabía que sería una niña; y sabe que tú también sientes que será una niña, pero tienes miedo de equivocarte y sigues recordándole que no pueden estar tan seguros. Pero lo sabes. Y ahora solo faltaban dos meses para poder conocer al bebé. Dos meses en los que Eddie esperaba que tomaras reposo, aunque sabe que no hay esperanza.

Habías sido despedida de tu trabajo por el imbécil de tu jefe después de que diste a conocer sobre la noticia de tu embarazo, hasta que llegó a oídos de él. Las afirmaciones de que estaban reduciendo personal debido al estrés financiero eran obvias mentiras. Era difícil de creer que estuviera reduciendo personal; pero no había mucho que pudieras hacer, él nunca lo admitiría y no tenías tiempo ni dinero para abogados y demandas.

En cambio, sigues exigiéndote demasiado, preocupándote de que no estés haciendo lo suficiente, ya que Eddie trabaja muy duro para apoyarlos a los dos, y pronto a bebé también. Pero Eddie no te prestaba atención cuando empezabas hablar sobre eso, siempre decía que estabas creando vida, estabas usando toda tu energía para hacer crecer a su hijo dentro de tu cuerpo. Y él pensaba que eso era más que suficiente, que era un intercambio justo.

Cada mañana, dejar el calor de su cama compartida, alejarlo de tu cuerpo cálido y arrancarle las manos que acunan tu vientre en crecimiento cada mañana, era un infierno. Actuaba rápido para apagar su alarma de las 5:00 am para que no lograra despertarte, te daba un beso antes de rodar por el colchón y así adentrarse en el baño.

Cuando terminaba de prepararse, se adentraba de nuevo en el dormitorio, volviendo de puntillas, arrodillándose a tu lado y así despedirse.

Con sus manos suaves acariciaba tu cabello y tu estómago. Siempre depositaba un pequeño beso y en un suave susurro decía: "Adiós, cariño". La siguiente eras tú, un suave beso sobre tus labios, lo suficientemente cerca para que supieras lo mucho que te ama, pero no lo suficiente como para que pierdas el sueño. Repitiendo las mismas palabras: "adiós cariño".

Tú murmurabas entre sueños, inconscientemente: "Adiós, cielo". Tiene su corazón hecho un puño, no queriendo nada más que quedarse contigo. Pero tiene que irse. Cuidar de ti y del bebé hacía que todo valiera la pena.

Cuando llega el final de su turno, cansado y adolorido, por fin vuelve a casa contigo. Su casa sigue siendo en el parque de remolques. Uno parecido en el que creció junto a su tío Wayne, quien ahora vivía junto a Martha, una amable viuda que trabaja en la biblioteca y hace que Wayne se sienta como un niño de nuevo.

Eddie estaba desesperado por hacer que sus vidas fueran mejor. Nunca quería que te hicieras cargo de las cosas que le correspondían a él. El objetivo era comprar una casa antes de que bebé naciera. Incluso si era una casa que debían reparar, eso estaría más que bien.

Se rompió a llorar una noche, hace unas semanas, cuando los números se reducían y la realidad los hundió en que la compra de la casa no vendría en un buen tiempo. Habías sido su roca, recordándole que aún tenían un buen hogar. Que alrededor de un año sus ahorros habrían crecido lo suficiente como para seguir adelante con el plan de la casa. Que no importaba donde estuvieran, siempre y cuando estuvieran los tres juntos y fueran felices y sanos.

One Shots | Joseph Quinn/Eddie MunsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora