Cap 67. La propuesta.

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LEON HOFFMANN

Me sentía furioso y, al mismo tiempo, traicionado por mi gran amigo Yanka. Teníamos una relación muy estrecha; siempre compartimos todo como hermanos y pasamos momentos difíciles juntos. Nuestra amistad era fuerte, pero imaginar que él fue capaz de robar a mi mujer me hacía odiarlo y, al mismo tiempo, querer matarlo.

Le apunté a la cabeza. Ya no había tiempo para discusiones, solo quedaba la acción. Al mismo tiempo, Yanka me apuntaba a la mía, y Lucien hacía lo mismo con Sebak, y viceversa.

Pero en el momento oportuno, nuestros padres ingresaron al recinto y, aunque la tensión estaba por los aires, bajamos las armas.

—¿Qué demonios creen que están haciendo? —regañó mi padre Filipe, su voz baja pero llena de una furia controlada—. Esto no es más que una estupidez que llevará a la destrucción de nuestras familias.

Lucien, León —continuó mi padre, mirándonos con desdén, con una mezcla de enojo y advertencia—. ¿Han perdido la cabeza? ¿Qué creían que iban a lograr apuntando sus armas contra mis hijos? —Ahora habló Cyrill.

Lo que queremos es que nos devuelvan a Makarena —respondí, aún con la ira palpitante—. No vamos a permitir que se queden con ella.

Cyrill entrecierra  los ojos, evaluando la situación. Luego se gira hacia Yanka y hacia Sebak.

Yanka, Sebak —dijo, su voz cargada de desaprobación—. Esto ha ido demasiado lejos. Han provocado una crisis que podría destruir todo lo que hemos construido.

Makarena es nuestra esposa ahora —respondió Yanka con frialdad—. No podemos simplemente devolverla como si nada hubiera pasado.

Cyrill sacude la cabeza con furia, pero antes de que pudiera decir algo, Filipe alzó una mano para detenerlo.

Escúchame bien, Yanka —dijo Filipe, su voz cortante—. Esta disputa ha puesto en peligro todo el equilibrio de poder. No podemos permitir que esto continúe así. Necesitamos encontrar una solución antes de que todo se derrumbe.

Lucien dio un paso adelante, sus ojos ardiendo de rabia.

La única solución es que nos la devuelvan. Makarena nunca fue suya para tomarla.

Cyrill lo observó con una mirada penetrante, luego se dirigió hacia Yanka.

Yanka, este no es el momento para la obstinación. Si queremos evitar una guerra total, necesitamos negociar.

Yanka cruzá los brazos, mirando a su padre con dureza.

Negociar... —murmuró—. ¿Qué es exactamente lo que estás sugiriendo, padre? —preguntó Sebak.

Nuestro padre toma aire antes de responder, su mirada moviéndose entre Lucien, León, Sebak y yo.

Estoy sugiriendo que todos ustedes piensen con la cabeza en lugar de con las armas. Pero sea cual sea la solución, debe ser algo que evite que esta disputa nos lleve a la ruina. Si no pueden ponerse de acuerdo aquí y ahora, todos pagaremos el precio.

Vi cómo mi padre y Filipe hablaban en voz baja entre ellos.

El silencio en la habitación era palpable, y solo había miradas que se volvían cuchillos.

Tres días —habla Cyrill—. En tres días, mis hijos traerán a la chica, Makarena. Queremos hacerle una propuesta. Pero estará ella presentedictamina.

En tres días, estaremos aquí. León, Lucien, vámonos —habla fuerte mi padre. Las miradas matan, pero obedezco y tomo por el hombro a Lucien, quien nos sigue.

°°°°

Estamos en el avión privado de Hoffmann Company. El rugido de los motores se mezcla con el pesado silencio que se ha instalado entre nosotros.

Lucien y yo nos sentamos frente a nuestro padre, Filipe, que está observándonos con una expresión severa y calculadora. Es un hombre que no suele mostrar sus emociones, pero esta vez hay algo en su mirada que me hace sentir un escalofrío.

Hay una solución. Pero la guerra o la disolución de la organización no es opción —dice nuestro padre—. Prefiero un solo muerto, sin derramamiento de sangre.

Lucien y yo nos miramos. No me gustan las palabras de papá.

Filipe Hoffmann es un hombre frío y hasta cruel a la hora de ajustar cuentas, o defender lo que ama o le importa. Y, desgraciadamente, la organización y el poder del territorio de Luxemburgo son su adoración.

No me gustan esos  palabras  —murmura Lucien, apenas audible, pero sé que él también siente la misma inquietud que yo.

Filipe sigue hablando, su voz fría como el acero.

Escúchenme bien, porque no repetiré esto —advierte, fijando su mirada en nosotros—. En tres días, Cyrill y yo les haremos una propuesta. Si no la aceptan, habrá consecuencias. Y no solo para ustedes, sino también para los Lombart.

Lucien frunce el ceño, y yo siento cómo mi estómago se retuerce. Mi padre no está bromeando. Si no logramos manejar esta situación con cuidado, no solo nosotros pagaremos el precio, sino también Yanka y Sebak.

A pesar de la traición, no puedo evitar sentir un momento de duda. ¿Realmente estamos dispuestos a llevar esto hasta el final, incluso si eso significa destruir a los Lombart?

No subestimen lo que está en juego aquí —continúa Filipe—. Si no logramos resolver esto de manera adecuada, perderán mucho más que a Makarena.

El avión sigue su curso a través del cielo nocturno, pero la oscuridad dentro de la cabina parece volverse más densa con cada palabra de nuestro padre.

Lucien asiente lentamente, con los ojos entrecerrados. Sé que está pensando lo mismo que yo. No hay espacio para el error. La propuesta que nos harán en tres días podría ser nuestra única salida, aunque en realidad no tenemos ni la mínima idea de en qué consiste.

Pero si no la aceptamos, las consecuencias serán devastadoras, no solo para nosotros, sino también para los Lombart.

°°°°

Los tres días siguientes son los más largos de mi vida, cada minuto pasa con una lentitud desesperante, y siento que poco a poco me ahogo en esta maldita incertidumbre de si volveré a ver a mi Risitos.

Sé que fui un estúpido al lastimarla y decirle lo que le dije. Cuando la vea, lo primero que debo hacer es pedirle perdón.

Hoy es la reunión nuevamente en Bruselas, pero estamos aún más sorprendidos por el comportamiento de Filipe Hoffmann, ya que nuestros hombres nos informan que viajó ayer por la tarde a Bruselas.

Bajamos del avión y nuestros hombres nos escoltan hasta la camioneta blindada. Llevamos una línea de seguridad máxima en el camino hacia la villa Lombart.

Entro junto con Lucien, y es inevitable sentirnos nerviosos. Hoy enfrentaremos lo que sea.

Pero justo antes de ingresar a la oficina, nos encontramos con nuestro padre y Filipe.

Dejen sus armas sobre la mesa —ordena papá. Lo peor es que Sebak y Yanka están por entrar, y Cyrill les exige lo mismo.

Los cuatro obedecemos, algo renuentes e indignados. Incluso un guardia nos revisa para asegurarse de que no llevamos una segunda arma oculta, lo cual todos efectivamente teníamos.

Cuando los seis entramos al despacho, nos sorprende ver a mi Risitos esposada a una silla, con un hombre apuntándole a la cabeza.

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SOY MAKARENA GALLEGO. « La  Reina ». Donde viven las historias. Descúbrelo ahora