Cap 124. Dolor de huevos.

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LEON HOFFMANN

Mi hermosa Risitos está alterada, pero me sorprende lo fuerte que es.

Ella tiene razón, Lucien es un cobarde. Nunca la enfrentó y solo la abandonó sin ninguna explicación. Lo peor de todo es que tanto él como yo sabemos lo que pasó por el abandono de Sebak en su momento, y ahora Lucien la castiga de esta forma... es horrible.

Noto los documentos firmados por ambos y los tomo.

Me siento en mi silla del escritorio. Sé muy bien que Lucien nunca salió en el helicóptero, ese cuento ni ella se lo comió.

Detrás del estante y frente al espejo hay una habitación secreta de seguridad. Sé que Lucien sigue ahí.

—¿También piensas seguir escondiéndote de mí? —le hablo, sabiendo que puede verme y escuchar absolutamente todo.

Yanka y los muchachos se llevaron a mi Risitos a casa. Estaba alterada, aunque intentó controlarse.

No. Solo no quería verla —dice Lucien saliendo de la habitación.

Será que la vieras, porque tú podías verla, ¿o me equivoco? —le hablo serio. No me gustó que hiciera llorar a mi Risitos.

Exactamente. ¿Firmó? —pregunta viendo la carpeta que tengo en mis manos.

Firmó —concuerdo—. Yo me encargo, se los entregaré a Waber —digo, tomando la carpeta.

Lucien no dice más y solo se dedica a revisar unas tareas. La reunión se pospuso.

Me informaron que Senne volvió a casa con mi Risitos. Solo espero que el tiempo pueda sanar esta herida y reunir nuevamente a mi Risitos y a mi hermano, al menos en la misma casa.

...Casi dos años después....

Osita, mira esa cucaracha nos quiere robar la cena —le digo a mi pequeña, en un juego de la casita, con Senne.

No, papi León, mi cucarachita no roba, es malo. —responde ella como puede.

Ya cumplió sus dos añitos y habla bastante claro y nítido. Es la princesa de la casa, consentida y mimada por sus cuatro papis.

Pero ve a mi Risitos y corre a abrazarla.

No, mi Cienne, ya debes dejarlo. —le dice mi bella esposa.

Mami, solo un tantito de tetica, ¿síp? —mi hija es una manipuladora nata; le hace caritas a su mamá y mi Risitos cae.

Ya deberías haberla dejado, amor —le contesto, pero mi Osita ya la ha sentado y está debajo de su camisa.

Tantico, mamita —me río de mi Risitos.

—¡Oh, qué estricta! Casi me asusto de lo fuerte que le hablaste. —le digo riendo.

Pero ella nos mira a Senne y a mí, con tacitas rosas, delantales y gorros.

SOY MAKARENA GALLEGO. « La  Reina ». Donde viven las historias. Descúbrelo ahora