YANKA LOMBART
Camino con mi mujer sobre mi hombro, y al cruzarme con Senne, le saludo con una sonrisa de satisfacción. Él se queda mirándome, algo extrañado.
He comenzado una hermosa relación con mi Conejita, mi Reina, mi esposa.
Tras el acuerdo con Lucien, ella es mía un día intermedio, mientras aún León y Sebak aún no la reclamen, así que tendré más tiempo con ella.
Sé que se enojó por mi arrebato con el regalo de Sebak. Es que, aunque no quiera, me resulta imposible no sentir celos.
Ella se ha convertido en alguien tan importante en mi vida que yo mismo me asombro del sentimiento que ha despertado en mí.
Nunca pensé amar a una mujer como la amo a ella, y aquí estoy, amándola, adorándola, y siendo capaz de hacer lo impensable por ganar su corazón.
Un claro ejemplo de esto es mi tatuaje: una reina de ajedrez con su nombre, proclamándola como mi reina. No le he mostrado el tatuaje a nadie, excepto a Lucien, pero sé que llegará el momento de enseñárselo, aunque no me avergüenza en lo más mínimo.
Estoy muy seguro del amor que le tengo, y eso es lo que importa.
La deposito, aún desnuda, envuelta con el paño en mi cama, y ella me mira.
—Hoy es mi día, ¿quieres robármelo? —le reclamo con una sonrisa pícara, acercándome mientras ella se acomoda en las almohadas, mirándome con esos ojos que siempre me vuelven loco.
Sus ojos se encuentran con los míos, y mi corazón late rápido, dividido entre la ternura y esa inevitable posesividad que siento por ella.
Ella suspira, algo risueña, aunque noto el destello de enojo en su mirada. Claro, sigue molesta por el detalle con Sebak, pero no puedo evitarlo. A veces los celos me dominan, aunque sé que eso no ayuda. Aun así, no dejaré que eso arruine este momento.
—Eres un idiota, Yanka —me dice, cruzando los brazos con esa actitud altiva que tanto me encanta—. ¿De verdad crees que puedes reclamarme como si fuera tuya?
Me río suavemente. Su resistencia siempre me divierte. Me encanta verla desafiante, como si creyera que puede ganarme cada vez. Me acerco más, inclinándome sobre ella hasta que nuestros rostros quedan a centímetros de distancia.
—Sabes que lo soy —le murmuro con voz baja—. Soy tuyo... y quiero tus mimos.
Ella pone los ojos en blanco, pero no puede evitar sonreír. Sé que, a pesar de todo, no puede resistirse completamente.
—Solo te apapacho si te portas bien —responde, como si fuera una madre hablándole a su hijo, extendiendo los brazos en una invitación que no pienso rechazar.
Sonrío como un niño pequeño que acaba de recibir su regalo favorito. Me acerco a ella y la beso, profundo y con tal intensidad que, en ese momento, me siento más conectado a ella que nunca.
Hemos compartido muchos momentos, pero este se siente diferente, más real, más profundo.
Sus caricias y sus besos son más intensos, y mientras la tengo entre mis brazos, siento cómo nuestros corazones laten al unísono.
Cuando finalmente nos detenemos, mi respiración es rápida y entrecortada, pero no puedo evitar decir lo que me nace del alma.
—No sé qué me hiciste, Conejita, pero te estoy amando con todo mi ser, Makarena, mi Reina.
Ella me mira entre divertida y sorprendida, y de repente me aprieta más fuerte contra ella, respondiendo con algo que jamás pensé escuchar.
—Eres un idiota, Conejito... pero yo también te estoy queriendo. Y, sí, te amo, idiota.
°°°°
Despierto. Anoche la adoré y amé hasta tarde. Mi Reina aún duerme en mi pecho. Empiezo a acariciar su espalda con los dedos.
— Humm, humm... cucaracha, deja... — Aún está dormida. ¿Cucaracha? ¿A quién llama cucaracha? A mí no es.
Sigo acariciándola con mis dedos, haciéndole cosquillas...
Me acerco a su oído y le susurro:
— No soy una cucaracha, soy tu conejito, mi Reina. — Ella abre los ojos despacio.Sonrío.
— ¿Tienes hambre? Vamos, vístete, te llevaré a un lugar hermoso — le digo.Conduzco mi nena, sí, la que ella me secuestró y se cree su dueña. No he querido aún regalársela, pero ella sabe muy bien que es suya.
Mi conejita me acaricia. Últimamente ha cambiado mucho conmigo, o bueno, sobre todo cuando está contenta. Es dulce, mimada y consentida. Me abraza y besa mi espalda.
Estaciono y entramos a desayunar. Es un lindo lugar donde venden comida francesa deliciosa.
— ¿Cómo te ha ido con Julien? — pregunto, pero hace una cara de... Es una molestia, o más bien lo es para ella.
— Prefiero estar sola con Michelle — contesta. Pero niego.
— Tienes dos hombres en tu cama, serán dos escoltas — contesto firme. Ella me mira con rabia, pero logro acariciarle la mano y se deja.— Antipático — me dice. La veo, le beso la nariz y le contesto:
— Egocéntrica. — Me encanta cuando me mira y sonríe. Bueno, gané.— Conocí unos amigos — me dice, y volteo a verla.
— En las clases — aclara. Recuerdo que ahora irá a la universidad aquí en Bruselas por su carrera en Sociología y Psicología. Sí, mi hermosa esposa hace dos en una; es muy inteligente.— ¿Y qué tal, geniales? — le pregunto.
— Sí, son divertidos. Organizaron una fiesta, es el sábado. ¿Me acompañas? — me dice. Pero recuerdo varias cosas, entre ellas que este sábado también tenemos una gala.Niego.
— Amor, el sábado no puedes. Es la gala de la organización. Tienes que ir, es importante. — Ella hace una cara de disgusto y me suplica un poco.— Humm, Yanka, eso será aburrido. No quiero ir, mejor vamos a la fiesta con mis amigos, ¿sí? Por favor — me pide con ojitos de borrego y haciendo piquitos de chucheros.
— Lo siento, amor. El sábado es la gala, muy importante. Como nuestra esposa, debes ir y atender la fiesta. Lo hago por ti, para no agobiarte, pero debes acompañarnos. Hay socios, y serás presentada. — Ella se queda callada, haciendo mala cara.
— Ven aquí — la jalo a mis piernas y le doy muchos besos.
Ella ríe, y logro que se le pase el mal humor. Sé que es una chiquilla aún y se está terminando de formar, pero debemos ir dándole responsabilidades en la organización. Es nuestra esposa, y su obligación es organizar eventos y otras cosas más.
— Necesitas una cita con el ginecólogo — le digo. Ella me mira extrañada.
— Es por tu salud, conejita. Tienes sexo con dos hombres, y tal vez después con Sebak... o León...
— No — me interrumpe.La miro fijo.
— No pasará. No me hables de ellos, por favor... conejito. — Sonrío y asiento como tonto. A mi hermanito y mi otro hermano la tendrán un poquito difícil.___________🔸___________
ESTÁS LEYENDO
SOY MAKARENA GALLEGO. « La Reina ».
RomanceSoy Makarena Gallego; fui la causante de la depresión de mi madre, ella fue devil y no lucho por su vida; al sentirse sola y abandonada por el hombre que amaba, se llenó de tristeza y prácticamente se dejó morir... Me crío mi abuelo; y aprendí a ser...