Cap 78. Mío Conejito.

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YANKA LOMBART


Mierda, no pensé que esto doliera tanto —le digo a mi tatuador.

Sí, la muy maldita se salió con la suya y aquí me tiene; en un estudio de tatuajes, en Zúrich.

Ese es su precio, pues yo le pagaré. Pero la follaré tan fuerte que no podrá sentarse en días.

Tranquilo, señor Lombart, relájese, está tenso —me dice el tatuador.

Llevo unas horas aquí torturando mi sagrada piel. Me estoy tatuando una reina y un peón de ajedrez entrelazado con su nombre: “Makarena”, mi Reina.

Con esto, espero que sea mía, sin objeciones, pues es un precio muy caro.

Una hora después salgo del recinto y camino hacia mi hotel. Debo esperar tres días para que sane, con medicamentos y una crema.

Lo hice en mi espalda superior, y es algo grande; por eso el dolor.

°°°°

—¿Señor, directo a la casa o a la oficina? —pregunta mi chófer.

Acabo de llegar a Bruselas luego de tres días. Ya mi tatuaje sanó y estoy listo para cobrar a mi dueña.

A casa. No he visto a Flanders y estoy ansioso. —Mentira, quiero ver a mi conejita. O mejor dicho, a mi Reina.

Llego, y mientras el auto me lleva, camino a casa y pido lo que necesito...

Llegó a casa y pregunto por ella.

—¿Dónde se encuentra mi esposa?

La señora Makarena llegó de su paseo matutino y está en el área de la piscina, señor Lombart —me informa un guardia.

Gracias, Stiven. —Busco una botella de champán y dos copas, y voy al área de la piscina donde sé que ella se encuentra.

Pero mi sorpresa es grande al ver a su compañero de juegos.

Me encanta que juegues y te hagas cargo de nuestro hijo, conejita —le digo, y ella voltea a verme.

Ella me mira fijo, como leyéndome.
Estaba triste y lo traje a jugar conmigo.

Toma, te sirvo un trago. —Ella viene a mí y lo recibe.

Bebemos, y el ambiente se pone relajado; está contenta, serena.

Quiero que me acompañes a un sitio especial, esposa mía —le digo, y ella me ve con cara de duda.

—¿Y eso para qué? ¿No pensarás secuestrarme nuevamente? —pregunta.

Sonrío y le contesto. —Puede ser, pero será diferente. Tus pedidos son órdenes, mi Reina, y quiero mi premio. —le digo y puedo ver la sonrisa y el asombro a la vez.

—¡¿Qué?! Te tatuaste mi nombre —se asombra—. Jajaja. Era broma —dice, pero yo niego.

Nada de broma, Makarena. Arréglate; paso por ti en dos horas. —Me alejo de ella.

SOY MAKARENA GALLEGO. « La  Reina ». Donde viven las historias. Descúbrelo ahora