MAKARENA
Despierto con el constante repique de la canción de moda golpeando mis oídos.
Me renuevo buscando a Seb, pero no lo encuentro. Alzo la mirada y todo está muy calmado; la brisa primaveral abraza las ventanas del viejo edificio.
Decido levantarme, tal vez Seb esté haciendo desayuno o almuerzo, aunque no tengo mi teléfono a la mano.
El sonido de la misma canción resuena y recuerdo que es mi tono de llamadas.
Me levanto y llego rápido a mi bolso, el epicentro del sonido.
—¿Diga? —contesto, y es mi entrenador enojado. Mierda, tenía entrenamiento hace... ¡una hora!
Luego del regaño de mi entrenador y recibir sus amenazas de quitarme mi puesto como capitana, cuelgo y me reporto enferma para calmar al tigre. Noto que no hay nadie cerca y decido pasear por el apartamento aún desnuda.
—Seb, amor, ¿dónde estás? —digo en voz alta, pero no hay respuesta.
Me parece extraño. Después de recorrer todo el diminuto apartamento donde vive mi novio, regreso a la habitación, abro las puertas de su closet y... ¡Vacío! No, no, no. Seb no me haría esto, irse sin decirme, sin despedirse. Corro por todo el apartamento como una loca, rebusco y me acuerdo de su teléfono... apagado.
Me tiro a la cama llorando como una niña pequeña, a moco tendido.
Luego de llorar por más de media hora, veo una rosa y una pequeña nota.
La tomo y la leo:
«Lo siento, amor. No tuve el valor de despedirme y decirte que me iría hoy. Te amo.»
Cuando leo la nota, veo algo en mis manos: un anillo. Es muy lindo; creo que me lo puso Seb. Es de oro blanco y tiene una piedra preciosa.
Sacudo mi cabeza y respiro entrecortado. No pude contenerlo más. Sentí cómo la rabia subía por mi pecho, ahogándome, quemando cada fibra de mi ser.
De repente, un grito salió de mi boca, un rugido primitivo que resonó en cada rincón de la habitación.
Mis puños se cerraron con tanta fuerza que las uñas se clavaron en las palmas de mis manos, y podía sentir las venas latiendo en mi cuello. Cada músculo de mi cuerpo estaba tenso, como si fuera a romperse.
Las palabras brotaron entrecortadas, cargadas de ira y dolor, una avalancha de emociones que ya no podía contener. La furia me nublaba la vista, pero en ese momento, no importaba nada más que liberar todo aquello que me estaba consumiendo por dentro. Lloro.
Tomo el anillo que adorna mi mano, sentí la necesidad de estrellarlo.
Lo retiro. En realidad, no sé por qué me lo dio, pero tengo tanta rabia y tristeza con Seb que quisiera matarlo.
Me visto lo más rápido posible y salgo de este viejo apartamento. Ya no hay nada para mí aquí.
Dijo muchas cosas, como por ejemplo que hablaríamos todos los días, que nuestra relación no se enfriaría y que volvería pronto.
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SOY MAKARENA GALLEGO. « La Reina ».
RomantizmSoy Makarena Gallego; fui la causante de la depresión de mi madre, ella fue devil y no lucho por su vida; al sentirse sola y abandonada por el hombre que amaba, se llenó de tristeza y prácticamente se dejó morir... Me crío mi abuelo; y aprendí a ser...