MAKARENA
No sé qué me duele más: si el desprecio en sus palabras o darme cuenta de que, para él, nunca fui más que una pieza en este maldito juego.
Lo veo frente a mí, sus ojos llenos de odio, como si en algún momento hubiera sido capaz de mirarme diferente. No lo fue.
—¿Qué esperas? ¿Crees que no me di cuenta? —me escupe, su voz cargada de veneno—. Por eso te han llevado y te han dejado a mi cargo.
Ellos pudieron estar contigo todo este tiempo, ellos podían protegerte. ¡Qué casualidad que aún estás aquí! Ni siquiera has intentado largarte.
Quiero gritarle que no es así, que no entiende nada, pero me siento paralizada.
¡No!, no por miedo, sino por el asco de darme cuenta de lo ciego que está, de lo perdido que está en su propio odio. Y entonces, suelta lo que más me hiere.
—¡Claro! Si tu misión es calentar mi cama como la puta que eres...
Lo miro. ¿Así es como me ve? ¿Después de todo lo que he hecho, lo que hemos vivido.?
—Ya lo hiciste, Makarena. ¿Ahora quieres que te pague por tus servicios? —sigue, con una sonrisa cruel en los labios—. Diles a mis tíos y a tus esposos que perdiste.
Cada palabra es una daga. Mi corazón late tan rápido que siento que va a estallar, pero no puedo dejar que vea mi dolor. No voy a llorar frente a él, no voy a darle esa satisfacción. Aunque me es imposible aguantar, y lo hago.
—No tienes ni idea de lo que estás diciendo —le respondo, intentando que mi voz no tiemble, aunque por dentro me siento destrozada—. Nunca fui lo que piensas. Nunca te utilicé, Mikael, tú fuiste quien forzó las cosas. ¿Por qué ahora me echas la culpa? —le reclamo, aunque las lágrimas me traicionan y brotan.
Sus ojos se clavan en los míos, desafiantes, llenos de una furia que no parece tener fin. Me sujeta fuerte de los brazos y hasta logra sacudirme un poco.
—¿Crees que me importa lo que digas? —me interrumpe con una risa amarga—. No eres más que una herramienta, un juguete que ellos me mandaron para manipularme. Pero, ¿sabes qué? Ya no sirves. Ya no vales nada.
Siento el peso de sus palabras, el desprecio, la indiferencia, como si lo que vivimos nunca hubiera tenido significado alguno.
Salgo de ese lugar. Es cierto lo que dice Mikael, ¿por qué no me han permitido verla? ¿Por qué me dejaron aquí, en esta ciudad, en esta hacienda...? Me siento en el auto junto con mis escoltas y me es imposible no llorar.
"He sido utilizada por todos... hasta por ellos. Ese es el amor que dicen tenerme..."
El auto arranca y respiro fuerte. Cuando noto que me llevan a la hacienda, les digo:
—Al aeropuerto —Michelle intenta advertirme de algo, pero les grito y les advierto.
—¡Maldita sea, al aeropuerto! —grito. Ellos callan y se hablan por radio.
—No quiero que ninguno de ustedes avise nada —hablo con firmeza cuando caigo en la cuenta—. Decidan ahora: ¿trabajan para mí o para ellos? —los veo, están Michelle y Dixon conmigo en el auto.
—Pero quiero fidelidad —les hablo. Detengo el auto y hago lo mismo con Julián y Lorenzo, que vienen en otro auto atrás.
Como era de esperarse, Lorenzo se disculpa y se baja del auto.
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SOY MAKARENA GALLEGO. « La Reina ».
RomantikSoy Makarena Gallego; fui la causante de la depresión de mi madre, ella fue devil y no lucho por su vida; al sentirse sola y abandonada por el hombre que amaba, se llenó de tristeza y prácticamente se dejó morir... Me crío mi abuelo; y aprendí a ser...