Cap 91. Dolida.

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MAKARENA

Despierto y miro la hora, es tarde, casi mediodía. ¡Guau! Creo que hoy sí se enojaron mis esposos. No hay rastro de Lucien, ni desayuno, ni flores, café o algo.

Me levanto y me aseo. Es domingo y quiero pasar un rato en la piscina. Me pongo un mini traje de baño blanco, me cubro con un paño y salgo desfilando por toda la casa, con destino a la piscina. Ahí pediré desayuno.

Los guardias me ven. Hay varios dispersos por la casa, algunos desvían la mirada.

Meneo mi cuerpo y pongo música en mis audífonos, prácticamente bailando al son mientras llego al área de la piscina. Estoy tan metida en mi mundo que no me doy cuenta de que hay personas reunidas en la sala frente a la piscina.

Muevo mi cuerpo al ritmo sensual del reguetón, cuando siento cómo una mano me toma fuerte del hombro y prácticamente me arrastra a otra área.

—¡Ay! ¡Suéltame, bruto! Eres una bestia, me lastimas, León —le digo, pero esta bestia ni habla, solo me aprieta más fuerte—. ¡Ayuda! —empiezo a gritar como loca—. ¡Ayuda!

—¿Qué mierda haces, Makarena, dando un espectáculo delante de nuestros socios? —me grita León.

—¿Qué? No hacía nada, solo iba a la piscina, ¡estás loco! —le grito.

No. Lo haces a propósito, Makarena. Debería azotarte por tu comportamiento —me dice León.

—¡¿Qué?! ¡Estás loco! ¿Quién demonios te crees? ¿Mi padre?

No, no lo soy, pero te puedo enseñar buen comportamiento, a una niñita estúpida y engreída.

Me zafé de su agarre, aunque me lastimo en el proceso y caigo al suelo, raspándome un poco las piernas.

—¡Ay! —grito—. ¡Eres un idiota! ¡Imbécil! Me hiciste lastimar —sigo gritando. Lo peor es escuchar unas toses detrás de mí.

Cof, cof, cof —es Yanka, que está cruzado de brazos, al igual que Lucien y Sebak. También está el otro estúpido engreído de la gala.

Todos nos miran, viendo el espectáculo que León y yo hacemos.

—¿Qué? ¿No piensan defenderme? ¡León me está lastimando! —muestro mi brazo. Pero Yanka y Lucien siguen en su posición.

—¿Yanka? —lo miro, pero está enojado y mira hacia otro lado—. ¿Luci, mi amor? ¿Tú también? —pregunto indignada.

Creo que tu esposa necesita clases de comportamiento y etiqueta. Sus espectáculos dejan mucho que desear —dice el imbécil de la gala. Lo veo como si quisiera tragármelo de odio.

No me quedaré con esta.

Me levanto como puedo, estoy incluso sangrando un poco por el raspón.

León me mira con desdén.

—¿Saben qué? Todos váyanse a la mierda. Y tú —señalo al tipo de la gala—, búscale instructor de etiqueta y comportamiento a tu abuela, mamá, o lo que te dé la gana, ¡estúpido!

Prácticamente salgo como alma que lleva el diablo del enojo, aunque escucho unos gritos de advertencia de León o Yanka, no sé quién fue...

Voy a mi habitación, me cambio como tipo Flash, e incluso solo me pongo una pequeña falda, unas zapatillas bajas y una chaqueta. Con todo y traje de baño, salgo en busca de mi nena, la BMW...

Los guardias no me ven cuando me les escapo en el proceso. Manejo como piloto de carreras, ellos no pueden conmigo. Pobres de Julien y Michelle...

Llego a un bar y noto que mi teléfono está a punto de reventar, pero solo contesto un número.

Cucaracha.   — ¿Qué diablos haces? Estás revolucionando la organización, prácticamente tienes a sus líderes buscándote — me dice mi Cucaracha.

Son unos malditos, Cucaracha. Yo no hice nada, y tampoco me defendieron cuando León me atacó — hago pucheros, quiero llorar — ni mi Luci.

— ¿Estás  bien mi amor?. ¿Dónde estás? Voy por ti — dice la Cucaracha.
No, no estoy bien. Me golpeé la pierna y tengo rabia. Senne, estoy en un bar, creo que se llama El Establo — le digo y cuelgo.

Señor, unos shots de tequila y limón — pido.

Pasan unos treinta minutos cuando Senne llega a mi lado.

Amor, ¿estás bien, princesita? — Senne me besa y revisa mi cuerpo.

Vamos, hay que curarte esa pierna — me carga y me lleva a su apartamento.

La motocicleta la lleva Macson, su guardia de seguridad y hombre de confianza. No me extraña, nos ha visto infinidad de veces, es confiable.

Senne me carga con esa facilidad que me hace sentir liviana como una pluma. Me recuesto en su pecho, sintiendo la familiar calidez de su cuerpo mientras me lleva hacia su apartamento. El tequila y el limón empiezan a hacer su magia, aflojando mis nervios, pero aumentando mi rabia y frustración.

Cuando llegamos, él me deposita con cuidado en el sofá, como si fuera una muñeca delicada. Me duele la pierna, pero en este punto, la mezcla de alcohol y adrenalina me hacen ignorarlo un poco. Senne se mueve rápidamente, buscando vendas y alcohol para curar mi raspón.

A ver, princesita, deja que tu Cucaracha te cure como es debido —me dice con su tono protector, mientras empieza a limpiar la herida con delicadeza.

Como me gustaría que fueras tú mi esposo, Cucaracha —le suelto, medio riéndome. No sé si hablo en serio o solo porque estoy borracha—. Al menos tú me tratas bien. No como esos bestias… —empiezo a divagar, y siento el ardor del alcohol en la herida, lo que me hace dar un pequeño respingo.

Senne sonríe con una mezcla de ternura y diversión, sus dedos hábiles envolviendo la herida mientras me cuida. Termina de vendarme la pierna, y justo cuando termina, hago una señal al camarero imaginario en mi mente.

—¡Otro tequila! —exclamo, levantando los brazos como si estuviera en una fiesta. Senne me mira con un suspiro.

No creo que necesites más alcohol, Princesita, ni siquiera desayunaste.  —me dice, aunque su tono no es realmente de advertencia. Ya sabe que cuando se trata de mí, no hay manera de detenerme.

Me río y de alguna manera, consigo que mi Cucaracha, me sirva  un par de tragos más. El mundo comienza a girar, la rabia que sentía empieza a mezclarse con una sensación de embriaguez, todo se siente borroso y ligero.

Senne me mira, preocupado, pero no dice nada más. Y en algún momento, no sé exactamente cuándo, me desplomo en el sofá, derrotada por el alcohol.

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SOY MAKARENA GALLEGO. « La  Reina ». Donde viven las historias. Descúbrelo ahora