Cap 99. Majestuoso.

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MAKARENA

—¡Por favor! Era solo una fiesta de cumpleaños —me defiendo, levantándome del mueble—. ¡No hice nada malo! No puedo respirar sin que me estén vigilando cada segundo. Además, yo no lo planeé, fue un regalo.

—¿Nada malo? ¿Bailar con strippers delante de todos no te parece algo malo? —Yanka prácticamente echa fuego por los ojos.

—¿Te imaginas lo que pensarán de nosotros? —Su tono se eleva aún más, y puedo ver cómo sus manos se crispan en puños—. Nos haces ver como unos malditos payasos, Makarena —me grita.

No se trata solo de la fiesta, mi vida. Sabes cómo se ven las cosas desde afuera. No puedes hacer lo que te dé la gana cuando estamos en medio de tratos y compromisos. Todo lo que haces tiene consecuencias, especialmente ahora que eres nuestra esposa.—Sí, claro, yo solo quería una maldita fiesta, mejor la hubiera hecho en secreto y me hubiera volado. “Pienso”.

—¿Esposa? —escupo, sintiendo cómo la ira empieza a hervir en mí—. ¿En serio, Lucien? ¡No me hacen sentir como su esposa, sino como su prisionera!

Si tanto les importa lo que los demás piensen, entonces tal vez deberían preocuparse menos por cómo me comporto y más por cómo me tratan.

¡Ni siquiera puedo tener un maldito cumpleaños en paz sin que todo se vuelva una escena!

Yanka me mira, su mandíbula apretada, como si estuviera intentando contener su propia furia. Lucien suspira, como si lo que fuera a decirle doliera tanto como a mí escucharlo.

No es que no queramos que seas feliz, Maka. Pero... tienes que entender que ya no somos solo tú y yo —se pasa una mano por el cabello, intentando encontrar las palabras adecuadas—. Y no podemos permitir que nuestros enemigos vean alguna debilidad. Tienes que estar de nuestro lado.

—¿De su lado? —repito, mi voz quebrándose—. Yo no soy su enemiga. ¡Todo lo que quería era disfrutar de mi cumpleaños sin sentir que me están controlando! ¡Me siento atrapada!

—¡Basta, Makarena! —grita Yanka finalmente, dando un paso adelante.

—. No es un maldito juego. Tienes que entender lo que está en juego. No se trata solo de nosotros, sino de todo lo que representamos.

Mi rabia finalmente estalla. Me siento traicionada, sofocada, como si no tuviera espacio para ser yo misma.

—¿Sabes qué? —digo con la voz temblando de furia—. ¡A la mierda todo esto! No voy a quedarme aquí para que me sigan gritando. ¡Me largo!

Antes de que cualquiera de los dos pueda reaccionar, me giro hacia la puerta y la abro de golpe. Corro rápido por los pasillos y me escabullo por la parte de servicios.

Ya había venido varias veces y conozco bien el sitio; hay una salida de servicio. Salgo de la discoteca, mis tacones resonando contra el suelo, con la sangre hirviendo.

El aire frío de la noche me golpea la cara mientras camino a paso rápido por la calle, tratando de calmarme. No me importa a dónde voy, solo necesito alejarme.

—¡Makarena! —Escucho esa voz que bien conozco, pero yo ya tiemblo de ira.

—¿Qué demonios quieres, Sebastián? ¿También vienes a gritarme, a regañarme por hacer quedar mal a los inigualables “gangsters”? —prácticamente le grito mientras sigo caminando.

Espera, Makarena, no he venido a eso.

Me detengo de golpe y volteo a verlo. Camina a mi lado; solo he avanzado dos cuadras desde la discoteca y aún es temprano. Prácticamente, estos idiotas arruinaron mi noche.

—¿Qué diablos quieres, Sebak? No estoy de humor —este acaricia mi mejilla y solo dice:

Vine a cumplir mi promesa, Makarena. Si no quisiste por las buenas, será por las malas, ¿sabes por qué? Porque también soy un gangster.

Sebak me carga como un saco de papas y empieza a caminar conmigo de regreso a un auto.

—¡Ahhh! —grito por la impresión—. ¿Qué te pasa, idiota? ¡Bájame! —le golpeo la espalda—. Es la segunda vez que me cargan así hoy.

Sebak llega rápidamente y puedo ver a Matías, su guardaespaldas. Este me deposita en los asientos traseros y se mete conmigo en el auto.

Vamos, Mat, ya está listo el jet. —Sí, señor —contesta Matías, y yo abro los ojos como si fuera a desmayarme.

—¿Qué? ¡No, no iré a ningún lado! ¡Auxilio! —grito.

—¡No, no, no! ¡Me niego! ¡Auxilio!

Cállate, Makarena, o te amarro y ato.

—¡Eres un idiota! —le grito y empiezo a golpearlo. Sebak se cubre como puede y luego saca unas cuerdas.

Me ata en un dos por tres las manos y luego busca un trapo para taparme la boca.

Mmm. Mmm.

Matías maneja hasta un hangar, y Sebak me baja cargada al avión privado. Subimos a bordo con Sebak cargándome como costal, y ya estoy callada. Me acomoda en un asiento y escucho cuando el avión despega.

Sebak se sienta frente a mí y, con un trago de no sé qué, me dice mientras me quita la mordaza y las cuerdas de las manos:

Debería darte unos diez azotes en el culo por traer strippers a tu fiesta, niña desobediente.

Inténtalo y te destrozaré la puta cara —le contesto furiosa.

Este niega con la cabeza y me dice:

Ya lo veremos, Makarena. Luego te follaré tan duro que no podrás sentarte, y estarás tan extasiada que los azotes solo encenderán más tu piel y estarás húmeda para recibirme.

No sé cuánto tiempo pasa, alrededor de una hora o más, cuando siento que el jet empieza a descender. No veo muchas luces por aquí... Esto me asusta, ¿será que Sebak me trajo al infierno? Creo que son árboles.

Puedo ver un poco y hago el intento, pero es inútil. Sebak nota mi esfuerzo por saber dónde estamos.

Los Alpes suizos, Amor. Mañana verás lo majestuoso de estos pinos y los paisajes increíbles —dice.

Yo solo lo miro detenidamente. Cuando por fin paramos, me pone un abrigo y me da la mano.

Bajamos, y Sebak me guía a un helicóptero.

—¿Un helicóptero? —volteo a verlo—. ¿A dónde me llevas? —él solo sonríe y me dice de manera tierna:

Te gustará, Amor. Mañana tendrás un despertar increíble.

Subo al helicóptero, y esto es "guau", diferente. Nunca había montado en uno, y esto es único... En realidad me es difícil ocultar la sonrisa.

Me hubiera gustado montar de día. El paisaje debe ser increíble —comento, aunque Sebak me puso unos audífonos.

Te prometo un paseo, esto es tu regalo, mi Amor  —me dice Sebak, y sonrío.

La verdad, creo que sí necesito unas vacaciones.

—¿Ellos saben que me trajiste? —pregunto.

Sebak niega, y yo sonrío. Quiero verles sus caras de desesperación.

Te robé solo con mis hombres. No sabrán de ti en días.

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SOY MAKARENA GALLEGO. « La  Reina ». Donde viven las historias. Descúbrelo ahora