Cap 108. El "Castigo."

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LEON HOFFMANN

—¿Y tú? —me pregunta ella con el entrecejo fruncido; está enojada.

Pero no seré estúpido. Ya he cometido suficientes errores, reconquistaré a mi Risitos.

—¿No me ofrecerás un abrazo? ¿Acaso no lo merezco? —Ella ríe de inmediato y se me lanza encima. La recibo a horcajadas y reímos.

Te extrañé, mi Risitos, amándote como siempre. Estás bien. —Ella sonríe y me dice al oído:

Excelente, mi Leo. ¿Están furiosos? —pregunta. —Te azotarán ese bello culo —le digo, pero ella frunce el ceño.

Ok, ok. Creo que el ambiente está algo pesado —dice Mikael para todos—. Makarena, ¿qué te parece si vamos a los establos mientras tus esposos conversan? —dice, y salimos dejando a Sebak, Lucien y Yanka.

La acompaño a conocer su potro y seguimos conversando, aunque detrás vienen Senne y Mikael.

No lo permitiré. Además, tú y Sebak me defenderán, ¿cierto, Leoncito? —dice con cara tierna. La miro y le acaricio el rostro. Muero por besarla.

Te defenderé, mi Risitos, sabes que soy tuyo —le digo.

—Y de todas, ¿¡eh!? —ella completa, pero yo niego.

Solo tuyo, preciosa. Lo dije para herirte, porque quería alejarte, pero fui un estúpido. —Ella me ve, pero Mikael nos interrumpe al llegar a nuestro lado, robándose prácticamente su atención.

Les presento a mi niña consentida, es Edelweiss —dice Mikael mostrándonos su yegua.

Oh, qué hermosa, como las flores.Exactamente.

Cuando asoma el potrillo, ella sonríe encantada.

Vaya, no solo hechizas a los hombres, también a los potros. —Ella solo sonríe; está muy feliz, a pesar de los desplantes de Lucien y Yanka.

No los hechizo, ellos reconocen a su reina, que no es lo mismo —dice mi Risitos, y me es inevitable soltar una carcajada.

Oh, eres humilde —le dice Mikael—. ¿Y a ti también te gusta la monarquía? —le pregunta Makarena, pero me molesta. Lo hace de forma coqueta y eso me irrita; ¿es que no le basta con el harén que ya tiene?

Soy demócrata y, en caso contrario, me encanta la perfección, pero paso. Estoy del lado de la anarquía —toma, Mikael le responde y ella queda callada.

Bautízalo. —Eres Monarko.

—¿Monarko? —repetimos todos. Vaya, mi Risitos es egocéntrica al máximo.

Exactamente, como monarquía, para que me tengas presente —y sigue el coqueteo... Respiro profundo.

—¿Y yo por qué?

Tú cuidarás a Monarko. No esperarás que separe a una madre de su hijo —dice, mirando a Edelweiss.

Y tiene razón.

Luego Mikael le da instrucciones, y los dejo un momento.

Cuando vuelvo, la tomo del brazo y la guío a unos muebles que hay en la hacienda, y hablamos de cómo la ha pasado y otras cosas.

—¿Y...? ¿Te reconciliaste con Sebak? —pregunto. Ella me ve y, con carita de niña, asiente.

—¿Y a mí? ¿Cuándo me dejarás probar tu piel nuevamente? Mi amor, sabes que te quiero, Makarena. Haré lo que sea, o lo que quieras, para que me permitas estar contigo —le digo e intento besarla, pero no puedo, porque a la vista veo venir a Sebak, Lucien y Yanka.

—¿Mi vida, podemos hablar? —le dice Lucien, intentando abrazarla.

Pero ella niega y se sale de sus brazos. —Ahora sí soy tu vida, Lucien, no Makarena —dice molesta.

Sebak le toma el brazo. —Espera, amor, hay que hablar —dice Sebak.

Vamos todos a un jardín, es un salón muy cómodo. Cuando nos instalamos, Lucien es el primero en hablar.

Esto tiene que parar. No podemos seguir así, Makarena. —Noto cómo la toma del brazo, la carga y la lleva a sus piernas.

Perdóname, mi amor. No debí reaccionar así, sin saber cómo eran los hechos, ni aquí hoy ni en tu fiesta. Lo siento mucho, hermosa. Sabes que te Amo —le dice, y ella solo lo ve, en silencio.

De inmediato, Yanka se sienta a su lado y la voltea para que lo vea.

Conejita, lo siento. Te amo. Perdóname, me llené de celos, de rabia. Tú eres muy importante, y estábamos muriendo sin ti. Por favor, amor, no vuelvas a castigarnos así. —dice Yanka, y nos quedamos callados. Guau, Makarena ha domado a la bestia.

Ella no dice nada, pero Lucien insiste.

—Y, mi vida, ¿nos perdonas? Estoy ardiendo por probar tu piel —dice Lucien, sin importarle que todos prácticamente lo escuchemos.

Está bien, gracias, Lucien, pero aún no pasa mi enojo. Siempre me piden perdón y, a la mínima, me regañan y pretenden castigarme. No soy su hija, soy su esposa. Además, para aclararles a todos, ya que están aquí...

Ella se levanta de las piernas de Lucien y dice—: Yo no pedí casarme con ninguno, Lucien. Tú sabes que no quería por mi edad, y tú me prometiste que podría seguir haciendo lo que quería, sin límites, para convencerme.

Yanka, tú y Sebak me obligaron y chantajearon en su momento para casarme. Solo tengo 19 años y quiero vivir mi vida como una mujer joven.

Y les advierto a todos que no pedí, ni cumpliré con las obligaciones de una mujer de la mafia. No necesito su dinero, ya tengo mi propio imperio.

León, tú que me lo recuerdas a cada rato, que te quede claro: si a alguno de ustedes les molesta mi comportamiento o no lo aceptan, simplemente podemos separarnos. Pero no me someteré a sus condiciones y tratos solo porque ustedes sean unos gangsters —dice, y ahí sí escucho reproches o, más bien, objeciones.

Lo siento, mi vida, pero eres mi esposa y no pienso separarme de ti —dice Lucien.

Enseguida, Yanka se levanta, la toma del brazo, la carga a horcajadas y le dice:

Mi amor, sabes que eres nuestra reina. Lo siento, no nos castigues así. Te amo y no quiero separarme de ti. Sí, te obligué porque me obsesioné. Ahora estoy enamorado, y no me dejarás nunca —Yanka vuelve a sentarse con ella en brazos.

Pero me sorprende cuando ella los castiga. —Ok, pero les advierto a los tres —dice, viendo a sus esposos, donde yo aún no encajo—: Le pediré a Mikael una habitación solo para mí. Quedan castigados.

—¡No! ¡No, no, no...!

Sonrío. Definitivamente, mi Risitos es una cosita particular. Sabía que les haría pagar su desplante.

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SOY MAKARENA GALLEGO. « La  Reina ». Donde viven las historias. Descúbrelo ahora