LUCIEN HOFFMANN
— Vete —le digo a Silvia. Acabo de follar con ella y aún está acostada en la cama.
— Ay, amorcito, ¿por qué? Déjame consentirte... —me dice ella, pero niego y le digo fuerte:
— Quiero que te vayas, Silvia, ya follamos, no me apetece más, y no quiero tu compañía. —Saco un fajo de billetes de gran denominación, se los tiro en la mesa y le digo—. Tómalos y lárgate, o no vuelvo a llamarte.
Ella se levanta, toma el dinero, y aún envuelta en las sábanas, va al baño.
— ¿Por qué eres así, amor? Yo te amo. Nunca me has dado un puesto de novia siquiera, y con ella hasta te casaste.
— ¡Cállate, Silvia! —grito—. No quiero que la nombres —le digo, serio.
— ¿Por qué, Lucien? ¿Porque te engañó? Por eso ni siquiera te funciona bien, y ahora aún la idolatras.
— ¡Que te calles, Silvia! —le grito.
El teléfono suena y no lo contesto, tengo mucha ira.
Vuelve a sonar y lo miro: es León. Contesto.
— Hermano, necesito tu ayuda, nos atacan. Estoy en Sacramento, tengo un grupo de checos tras mío. Necesito tu ayuda, creen que ella está conmigo, quieren llevársela —me dice, y de inmediato movilizo a mi gente; la defensa es mi especialidad.
— Resiste, hermano. ¿Y ella dónde está? —pregunto.
— Está con Maister y Senne. Espero que hayan logrado salir —me quedo callado.
No le digo más y aviso a mi hombre, Mark. Este despega un grupo de rescate, y salgo en mi auto camino al helicóptero que hará el rescate.
Treinta minutos después ya tenemos neutralizado el ataque y me estoy reuniendo con León. Gracias al cielo está sano, pero Dixon y Julián están heridos.
Me espanto cuando veo a la seguridad de ella con León.
— ¿León? ¿Y ella...? ¿Su seguridad? ¿Por qué diablos los separaste? —le grito.
— No había opción, estábamos atrapados y ellos eran muchos. Simulé que íbamos con ella —dice León, explicándome.
— ¿Y ella? ¿Qué sabes? —pregunto, desesperado.
— Mikael no contesta, tampoco Senne. Mis hombres me avisaron que dos motorizados armados iban tras ellos —me contesta León.
— Maldita sea, León, ¿por qué la dejaste? —le grito.
Pasan las horas y nada, están sin señal y no tenemos GPS...
— Maldita sea, León. Ruega que no le pase nada a mi pantera, o te mato —le grito, furioso, pero León levanta la mirada, me ve y me dice:
— ¿Tu pantera? ¿Es en serio, Luc? ¿Tú reclamándola? ¡Tú que la abandonaste! Ella ya no es tuya. No tienes derecho a reclamar... Después de tanto tiempo y después de divorciarte... —Este niega, y sé que mi mellizo tiene razón.
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SOY MAKARENA GALLEGO. « La Reina ».
RomanceSoy Makarena Gallego; fui la causante de la depresión de mi madre, ella fue devil y no lucho por su vida; al sentirse sola y abandonada por el hombre que amaba, se llenó de tristeza y prácticamente se dejó morir... Me crío mi abuelo; y aprendí a ser...