Cap 86. No los distingo.

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MAKARENA

Camino a zancadas hacia el jardín exterior, un lugar hermoso y llamativo, lleno de flores, muy agradable.

Tomo aire profundamente, intentando calmarme. Yanka no puede dejar a un lado su naturaleza dominante; tenía que exponer mi "regalo". Es un imbécil...

Todavía estoy furiosa por su comportamiento, y el idiota de la Cucaracha lo secunda. Par de imbéciles.

Mi rabia mengua cuando recibo un mensaje de Lucien.

«En nuestra habitación dejé un regalo para mi vida. ✓✓»

No puedo evitar dibujar una sonrisa de sorpresa en mi rostro.

Corro hacia la habitación, y de camino me llega un segundo mensaje.

«Ponte más hermosa de lo que ya eres, vida mía. Paso en treinta. ✓✓»

Al entrar, veo una caja negra con un moño. La abro y dentro encuentro un hermoso vestido negro, sexy y elegante, con zapatillas a juego. Y solo unas bragas. Sonrío.

Me alisto de inmediato, y justo treinta minutos después, tocan la puerta. La abro, y ahí está él, vestido tan elegante como yo.

Estás más hermosa que nunca, esposa mía —dice Lucien, dándome un beso delicioso.

—Y tú estás muy guapo, amor —le respondo.

Antes de salir, me dice:

—Solo te falta esto.

Saca una pequeña bolsita de su bolsillo y, de ella, una linda cadena con un dije hermoso. Me la coloca, y al mirarme en el espejo, me veo espectacular. Es de oro blanco y el dije está adornado con diamantes.

Vamos tomados de la mano, y me guía hacia su Lamborghini blanco. ¿Lo mandó traer? No exactamente; compró otro igual.

Maneja hasta un hermoso restaurante, fino y elegante. La velada es exquisita hasta que, en un momento, mi amado esposo me dice:

Quiero amarte, mi vida.

Lo miro, algo confundida. No entiendo sus palabras hasta que siento cómo se inclina un poco y, con sus manos debajo de la mesa, las lleva a mis piernas, subiendo lentamente bajo mi vestido y buscando el borde de mis bragas.

—¡¿Qué.?¡ ¿¡Que estás haciendo, Lucien?! —digo, sorprendida, porque mi Luci no es de los que pierden el control o se ponen locos para intentar follarme en un restaurante de siete estrellas lleno de gente. ¿O sí?

Nada —responde con una sonrisa torcida.

Desliza mi silla más cerca de él y, con movimientos lentos, me quita las bragas. Una vez en su mano, las huele.

Mmm, exquisita, preciosa.

El ambiente es maravilloso; nos traen una botella de champagne, y Lucien la destapa y me sirve. El lugar está decorado con flores y vidrios que le dan un toque romántico.

De pronto, se levanta y me hace seguirlo hacia una pequeña terraza algo oculta, con una pared cubierta de flores. Me carga y me deja sentada en ella. Me besa mientras se acomoda entre mis piernas, sorprendiéndome un poco.

Ahhh.

Lo veo llevarse la mano al pantalón, sacar su erección gruesa y venosa, lista para la batalla. Sin previo aviso, la introduce en mí.

Ahhh... Oh, Lucien... —La sensación de llenado es increíble, y más cuando me toma con fuerza de las caderas, apretándome contra él.

—¿Qué pasa? —me susurra—, ¿no puedo follar a mi mujer? Tienes diez minutos para correrte, preciosa, antes de que llegue el mesero.

Empieza a embestirme mientras besa mi cuello, y la intensidad del momento me hace perder la razón.

Los movimientos de Lucien son rápidos, precisos.   Cada embestida es como un golpe de electricidad recorriendo mi cuerpo, haciendo que cada parte de mí responda. La adrenalina sube como espuma, y lo único que puedo pensar es: ¡¿Estamos realmente haciendo esto aquí?!  Me encanta y a la vez más me excita.

Lucien... ¡Ahhh! —gimo mientras él acelera el ritmo, y el calor en mi cuerpo se intensifica. Por un segundo, imagino al mesero entrando en la terraza y encontrándonos en esta situación... ¡Qué imagen! Sonrió, me encantaría verle su cara.

Diez minutos, preciosa —me susurra al oído—. ¿Podrás cumplir con el tiempo?

—¡Cállate, Luci! —respondo entre risas y jadeos, pero la verdad es que la situación me parece tan surrealista que no puedo parar de sonreír.

La mezcla de placer, nervios y el riesgo de ser descubiertos me tiene al borde. Me aferro a su camisa, arrugándola sin piedad mientras mi cuerpo reacciona a sus embestidas cada vez más profundas.

De repente, me suelta una de esas miradas que dice: "Voy en serio", y antes de que pueda decir nada, me inclina aún más hacia atrás sobre la pared de flores.

El aroma dulce de las flores y la sensación del frío pétreo de la pared en mi espalda contrastan con el fuego que arde en mi vientre.

Lucien... ¡Ahhh! —jadeo. Cada vez estoy más cerca de perderme en el placer cuando de repente, sin previo aviso, siento cómo me jala hacia él con una fuerza que me deja sin aliento.

Cinco minutos, amor. ¿Lo lograrás? —dice, entre risas, mordiendo mi cuello suavemente.

—¡Lucien, no me presiones! —me río entre gemidos, intentando recuperar el control. Pero en el fondo, sé que ya estoy perdida. Mis caderas comienzan a moverse por sí solas, buscando más, deseando más.

—¡Tic, tac! —me susurra al oído, como si fuera una cuenta regresiva, mientras sus manos se aferran con más fuerza a mis caderas.

Finalmente, con una última embestida profunda y su boca en mi cuello, la ola de placer me arrastra por completo. Mi cuerpo se tensa, y un gemido escapa de mis labios.

—¡Dios! —jadeo, intentando recuperar el aliento, mientras él sigue sonriendo con esa cara de niño travieso que amo y odio al mismo tiempo.

—¿Lo ves? Justo a tiempo —me dice, besándome los labios con dulzura, como si no acabara de volarme la cabeza en una terraza pública.

Eres un loco... pero mi loco —le digo, riendo, mientras me acomodo el vestido de nuevo, todavía sintiendo el calor en mis mejillas y las piernas temblorosas.

Antes de que podamos volver a la mesa, el mesero aparece con un postre. “Para el final”. Lucien me mira con una sonrisa de satisfacción, y yo solo puedo darle un pequeño golpe en el hombro.

—¿Sabes? Podríamos haber sido descubiertos —le susurro, todavía riendo.

Eso lo hacía más emocionante, ¿no? —me guiña un ojo y, con una mano en mi cintura, volvemos a la mesa.

Cuando regreso a casa, voy directamente a la habitación que comparto con Lucien. Él me da un beso antes de dirigirse a su oficina. Entro en la habitación, empiezo a desvestirme y preparo un baño de tina para relajarme.

El tiempo pasa mientras me pierdo en mis pensamientos, hasta que escucho cómo alguien abre la puerta.

Luci, me entretuve... — le digo, sin mirar.

Ya veo, Conejita. Tu esposo vino a buscarte,  esta noche me perteneces. — siento cómo me carga sin esfuerzo.

— ¡Conejito! ¿Qué estás haciendo? — pregunto, confundida. Toda la rabia que tenía por el regalo.  Parece desaparecer después de... ya sabes. Una buena follada.

Vine por mi mujer. La próxima vez que vuelva a buscarte, te azoto. — ¿Qué? Su voz es profunda, autoritaria.

Lo que me sorprende aún más es cuando me envuelve en una toalla, me carga sobre su hombro y, mientras salimos de la habitación camino a la suya, nos topamos con... ¿Sebak o el Cucarachón?

¡¡¡Maldición, todavía no los distingo!!!

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SOY MAKARENA GALLEGO. « La  Reina ». Donde viven las historias. Descúbrelo ahora