Cap 159. Suerte con eso.

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MIKAEL MAISTER

Mi pequeña se zafa de mi agarre y sube escaleras arriba, pero León Sebak y Yanka quieren hablar conmigo de este asunto.

Yanka nos guía a una oficina a un lado de la estancia. Ingresamos todos, y León toma la vocería.

—¿Qué es lo que quieres, Mikael? ¿Qué haces aquí exactamente? —me dice de manera fuerte León.

Ya lo dije, vine por ella.. —intento, pero Sebak se me adelanta y empieza a insultarme:

Eres un cínico, ¿crees que quiere verte? Makarena es como es, y así la amamos, con todos sus defectos. Eso la hace especial: es sincera y magnífica. Y tú la lastimaste. Ella no es nuestra zorra, es nuestra mujer, a la que amo infinitamente —me dice Sebak, pero yo no soy precisamente un ejemplo de humildad.

—¿Ah, sí? Entonces, ¿por qué la dejaron en la hacienda? ¿Por qué no se opusieron? —Pero ahora es Yanka quien habla.

—¿Crees que fue fácil? Eres un idiota que se aprovechó de ella, de la situación, para lastimarla. Tus tíos Filipe y Cyrill se llevaron a nuestra conejita con Victoria. —Yanka calla, los mira a ellos y sigue cuando ellos asienten.

Nos chantajearon, aunque ella no se enteró exactamente. No solo tuvimos que aceptar, sino también convencerla. Debes saber que Makarena nunca aceptó. Lo que sí fue que hicimos otro trato: si ella cumplía con la petición de nuestros padres, liberaría a Lucienne de algún compromiso matrimonial en el futuro. —cuenta Yanka. Esto es increíble.

Ah, ya entiendo, ella cargando a mi hijo. Compruebas que se metió en mi cama y cumplió con la petición de mis tíos, y de paso liberó a Lucienne. —digo dolido, siempre me utilizaron.

Pues sí, Mikael, eso hice. Yo mismo prohibí la pastilla anticonceptiva en la hacienda cuando ella la estaba buscando como loca. —me dice León de forma cínica. No soy un hombre humilde que se amedrente fácilmente.

Son unos malditos...

Puede ser, Mikael, pero solo tuvimos que compartirla contigo por unos meses, y ahora ella volvió a nosotros.

Estoy que muero de rabia. Tocan la puerta y es Senne, aún más molesto que yo.

Pido estar con ella. No permitiré que se salgan con la suya. Sabían que, embarazada, se comprobaría el cumplimiento y volvería a ellos, pero sorpresa, no pienso perderla.

Todo se sale de control cuando, en mi afán de ofender, termino insultándola a ella. Senne me ataca, luego Sebak y hasta Yanka.

No soy tonto, ellos ganarán, pero daré buena pelea. León intenta separarnos, pero no puede, hasta que la puerta es abierta por ella.

Prácticamente los regaña y ellos, muy obedientes, hacen caso. Luego de que me ayudan a levantarme del suelo, pues sangro y estoy bastante golpeado, ella me ve y con voz firme me dice:

Si ya estás bien, Mikael, por favor vete. No hay nada que hablar.

Niego y también les hablo claro a todos.

No me iré, pequeña. Ya te dije, vine por ti. Sé que no te puedo llevar de ellos, pero sí puedo quedarme. Pido entrar a la Unión Hoffmann-Lombart. Mi tarjeta de invitación es mi hijo, el que cargas en tu vientre. Me quedaré, aunque tus esposos me muelan a golpes —. Todos se ven entre sí, excepto ella. Como lo imaginé, mi pequeña es inocente. Ella niega y sus ojitos se aguan.

Tiene su carita roja, se ve que ha llorado, puedo notarlo. Se ve hermosa con esa pequeña barriguita.

Cuando se ven entre ellos,  Makarena intenta salir corriendo nuevamente, pero León no la deja.

Espera, mi Risitos, deben hablar, hay que hablar realmente. —dice León, y ciertamente tiene razón.

Pero, mi León... —ella intenta evadirme, pero León la sostiene.

No sé qué le dice al oído, pero ella lo abraza.

Deberías limpiarte —me dice León, y siento el alma volver. Me estoy muriendo de asco y del dolor. Creo que me fracturaron una costilla.

Me aseo y vuelvo. Necesito hablar contigo, pequeña —digo y salgo. Afuera, mi seguridad me entrega mi maleta. No salgo de la villa. Sebak, aunque fue quien me golpeó, me guía a una habitación, y allí me aseo y me baño.

Treinta minutos después, bajo nuevamente. Cuando entro, León y Yanka la tienen en sus piernas, y Yanka acaricia su vientre.

León la sienta sola en el mueble y sale del estudio junto con todos.

Les daré 10 minutos —dice León.
Princesita, estaremos afuera —le dice Senne y la besa.

Cuando salen, aunque camino con cuidado, me agacho a su altura y de camino me quejo.

Te ves hermosa con mi hijo dentro. —le digo, y ella solo me ve.

—¿Qué quieres, Mikael? ¿A qué vienes? —me pregunta ella, segura de sí misma.

Me encanta su seguridad y hasta autoridad al hablar, pero yo primero pido perdón.

Lo siento, lamento haberte lastimado, pequeña. Lograste tu cometido. Me enamoraste como un tonto y no puedo dejar de pensar en ti. —le digo e intento tomarle sus manos, pero ella de inmediato las corre.

Prosigo, aunque sé que está dolida y furiosa.

Ese chiquitín es mío. ¿Cierto? —ella levanta la vista y me ve fijo, sus ojitos hermosos se cristalizan.

Nunca usé protección contigo, no te conseguí la pastilla, lo olvidé cuando me la pediste. —le digo.

Pero estoy feliz, gracias a eso seré padre, amor mío.

No soy tu amor, Mikael. Si no me equivoco, fui tu puta, ¿no es así? Eso dijiste.—me dice ella.

Me dejo caer de rodillas y le pido:

Perdóname, amor. Dame una oportunidad, mi pequeña, déjame estar cerca de mi hijo.

—¿Quién te dijo que es tu hijo? —me ve fijo—. Es de mis esposos.

La veo y le digo:

No te creo, pequeña. Tienes 19 semanas y contando. Mis cuentas dan exactamente cuando estuvimos en la cabaña. No puedes negarlo. Ninguno de ellos fue en ese tiempo, y solo estuviste conmigo. Estoy más que seguro de que este pequeñito es mío. —levanto mi mano y toco su vientre. Ella intenta correrse, pero no se lo permito.

Sonrío cuando su vientre se mueve; me da pequeños golpecitos. Me aproximo a ella y le hablo a mi pequeñín:

Hola, pequeño, soy tu papi. —ella intenta levantarse, pero la sigo reteniendo.

Tu mami no quiere perdonarme, pero te juro que la conquistaré, chiquitín. Te amo, mi pequeño retoño. Lo hice desde el primer momento que supe de tu existencia, así como también la amo a mami. —le digo, y ella me ve. La dejo liberarse de mi agarre.

No le prometas cosas a mi hijo que no podrás cumplir, Mikael.—me dice.

Lo prometo porque lo cumpliré, mi pequeña. No me pienso ir. Me quedaré y te conquistaré, así como tú lo hiciste conmigo. —le digo. La puerta se abre y ella intenta levantarse. Le tomo sus manos y la ayudo. Ella solo me ve y camina hacia León. Senne la abraza.

Ellos intentan salir, pero antes de que lo hagan, les digo:

Pienso quedarme. Quiero entrar a la unión. Es mi hijo y no me pienso alejar de él, aunque tenga que conquistar a mi Pequeña —les digo, y Senne me ve con odio.

Puedes quedarte, Mikael —dice Yanka, entrando. Aunque Senne voltea a verlo, este me ve y dice:

Podrás quedarte, pero lo de conquistarla... mucha suerte con eso.

Aunque mi ira crece por lo burlón de sus palabras, asiento.

Eso lo veremos.

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SOY MAKARENA GALLEGO. « La  Reina ». Donde viven las historias. Descúbrelo ahora