LEON HOFFMANN
Bajo del jet privado, me pongo las gafas y camino hacia el automóvil, donde ya me esperan mis hombres.
—Señor, ¿adónde? —pregunta mi hombre.
—A casa. ¿Sabes si la Señora está en casa? —le pregunto a mi chófer. Miro el reloj, son las cuatro de la tarde.
—Me confirman que acaba de llegar a la villa, señor Hoffmann —me dice mi hombre.
—¿Tienen lo que pedí? —pregunto.
—Sí, señor, ya está listo.
Llego a casa y hago una pequeña sesión de yoga espiritual para tener la paciencia y fuerza necesarias para lo que me espera. Makarena no será fácil…
Subo a mi habitación y me cambio por ropa más casual: pantalones y un buzo. Me persigno y salgo en busca de esa dragona, que seguramente, apenas me vea, tirará fuego por la boca e intentará quemarme.
Camino hacia la cocina y pido que lleven todo lo que pedí a la sala de estar. Voy en busca de ella, pero no está en el estudio. Pregunto y me confirman que está en la habitación que comparte con Luc, viendo televisión, sé que le encanta.
Abro la puerta con cuidado y tiro una rosa blanca al suelo, sin dejar que vea quién soy. Luego meto una bandera blanca y la ondeo.
—¿Sebak? —pregunta ella—. ¿Vas a seguir con eso? Ya recibí esta mañana tu recordatorio de lo que teníamos y lo perdiste —dice segura, aún sin verme.
Cree que soy Sebak, otro pobre mortal que la tiene difícil.
Tiro otra rosa y sigo ondeando mi bandera blanca.
—¿Quién eres? Muéstrate —dice, pero no esperaba que se levantara y abriera la puerta completamente, dejándome al descubierto, agachado, con una mano en el helado de pistacho y con rosas, sosteniendo como puedo la bandera.
—León —dice, mirándome.
Me levanto y tomo valor, ella me mira extrañada.
—Es mi ofrenda de paz, vine a pedir disculpas. Lo siento —ella se cruza de brazos y se recuesta en la puerta.
—¿Qué quieres? —dice—. No he salido para no verte la cara y de pronto te molesta lo que hago —lo dice dolida.
Yanka me explicó que, según ella, no se dio cuenta de que estábamos en la sala frente a la piscina. Revisé las cámaras y tenía razón… no nos escuchó porque tenía sus audífonos puestos.
—Lo siento, Risitos. Dame otra oportunidad, quiero hacer las paces. Te quiero, te he lastimado de muchas formas y me estoy muriendo por eso —le digo.
—No es suficiente —contesta fría—. Por lo menos podrías hacer un esfuerzo, no solo venir con rosas y helado como si eso solucionara todo.
Makarena me mira con esos ojos fieros, como una dragona dispuesta a escupir fuego en cualquier momento.
—Estoy tratando, Risitos —murmuro, levantando la mirada para encontrar la suya—. Sé que te fallé, sé que te hice daño, pero esto no es solo para pedir perdón. Es mi forma de decirte que estoy aquí, que no me voy a rendir contigo. Por lo menos déjame ser tu amigo, como antes.
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SOY MAKARENA GALLEGO. « La Reina ».
RomansaSoy Makarena Gallego; fui la causante de la depresión de mi madre, ella fue devil y no lucho por su vida; al sentirse sola y abandonada por el hombre que amaba, se llenó de tristeza y prácticamente se dejó morir... Me crío mi abuelo; y aprendí a ser...