Cap 106. Monarko.

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SENNE LOMBART

Señor, tenemos la ubicación exacta. —me avisa mi hombre, que lleva tres días monitoreando el teléfono.

Hay una grabación de una llamada. —me dice de inmediato. La escucho, es Sebak, hablando con Mikael. Se dirige hacia la hacienda Equina de Mikael en Zúrich.

Alisten el jet, nos vamos a Zúrich. No pienso volver sin mi princesita.

Llego a la hacienda y, efectivamente, Mikael sale a recibirme.

Vaya, Lombart, hoy será un día muy ajetreado. No esperaba verte por aquí, Senne Lombart —me dice Mika mientras me saluda.

—Ya ves, Mikael, tu hacienda es una belleza que vale la pena visitar. Vine a cazar princesas, ¿tienes alguna por ahí? —pregunto haciéndome el tonto. Creo que Mikael no se tragó el cuentito de Sebak.

En realidad no, pero hoy podría visitarme alguna pequeña Sabandija. Algunos creen que es princesa y otros, como yo, sabemos lo que es... —se calla un momento.

—... un ángel caído.— murmura bajito.

—¿Decías que ángel...? —pregunto, y Mika solo sonríe.

Escuchamos el ruido del motor y, efectivamente, ahí viene mi princesita.

Cuando baja, muy cariñosa, corre hacia mí.

Cucaracha... — Grita , me da un beso en la comisura de los labios y me susurra cerca—. Te extrañé mucho, mi Cucaracha.

—Y yo a ti, mi Diosa.  Sentía que moría por estar lejos de ti y no poder verte o hablarte. ¿Estás bien? —Ella asiente y saluda efusivamente a Mikael.

Este nos invita a entrar a la sala, pero mi sorpresa es grande cuando noto a alguien más, algo furiosos.

Señores, no sabía que las mafias Hoffmann y Lombart honrarían hoy esta humilde morada —dice Mikael Maister mientras Sebak y yo nos miramos.

—¡Oh, mi Luci! —exclama Makarena, y corre hacia Lucien. Pero él está furioso y la aparta con los brazos.

—¿Cómo estás, Makarena? ¿Te divertiste mucho mientras nosotros nos moríamos de preocupación por ti? —dice Lucien, lleno de rabia.

Ella niega con la cabeza y se acerca a Yanka.

Conejito —intenta abrazarlo, pero Yanka hace lo mismo que Lucien.

Contesta, Makarena, nos debes muchas explicaciones. Deberíamos castigarte —ella abre los ojos sorprendida y niega con la cabeza.

—¿Castigarme? —repite, incrédula—. ¿Es en serio, castigarme? Lucien, ¿tú también piensas lo mismo? —dice, seria, con la frente en alto.

No soy una niña, ni su hija para que me digan eso. Si están molestos, es su problema. Lo único que les puedo ofrecer son disculpas. Si las aceptan, bien, y si no... —pero Sebak se adelanta y la toma del brazo.

Makarena, mi amor, por favor, cálmate —le dice Sebak, y ella calla, mirándolos furiosa.

Camina unos pasos y se para frente a León, preguntándole:

—¿Y tú? —León sonríe y dice:

—¿No me ofrecerás un abrazo? ¿Es que acaso no lo merezco? —Mi diosa sonríe y abraza a León con fuerza. Él la carga a horcajadas y le besa la mejilla.

Maldito Hoffmann, te follas a mi princesita, se te nota. Yo soy el único estúpido que no tiene derecho a tenerla, pero debo hacer algo.

Ok, ok. Creo que el ambiente está algo pesado —dice Mikael—. Makarena, ¿qué te parece si vamos a los establos mientras tus esposos conversan?

Ella asiente y sale, aún abrazada a León. Yo voy tras ellos, junto con Mikael, dejando solos a Sebak, Yanka y Lucien.

Ella está contenta, admirando el lugar, pero me extraña que Mikael se adelante para igualar el paso.

Cuando entramos a los establos, Mikael nos guía hacia una yegua blanca y muy hermosa.

Les presento a mi niña consentida, es Edelweiss —dice.

Oooh, qué hermosa, como las flores —comenta mi princesa, y Mikael responde:

Exactamente.

Detrás de ella, un potrillo algo petulante se mueve, dejando ver a Edelweiss. Es negro como la noche y sus ojos son azules intensos.

Se queda viéndola, y ella lo llama. El potro camina hacia ella como si fuera una ninfa hechicera.

Vaya, no solo hechizas a los hombres, también a los potros —comenta Mikael, y ella lo mira, sonriendo con astucia.

No los hechizo, ellos reconocen a su reina, que no es lo mismo. —dice de forma engreída.

Oh, eres humilde. —responde Mikael—. ¿Y a ti, también te gusta la monarquía? —pregunta la princesa. Wow, Makarena no tiene límites.

Soy demócrata y, en caso contrario, me encanta la perfección, pero paso. Estoy del lado de la anarquía —responde él, y ella sonríe.

Bautízalo —le dice Mikael. Ella lo mira, sonríe y contesta:

Eres Monarko.

—¿Monarko? —repiten Mikael, León y yo.

Exactamente, como monarquía, para que me tengas presente —le dice ella, viendo a Mikael.

—¿Y yo por qué? —pregunta Mika, y ella, cínica y coquetamente, contesta:

Tú cuidarás a Monarko. No esperarás que separe a una madre de su hijo —dice, mirando a Edelweiss.

Ella empieza a acariciar a Monarko, y noto cómo Mikael le da instrucciones sobre cómo tratarlo.

Imagino que se quedarán un par de días. Debes estar seguida de Monarko para que te reconozca como su dueña.

Claro, me quedaré unos días —contesta ella como si allá en la sala no tuviera furiosos a dos líderes de la mafia que solo quieren castigarla.

Luego de conocer a los caballos, León la roba de nosotros y comienza a caminar con ella.

Me muero de rabia y desesperación. Quiero abrazarla, besarla, caminar con ella de la mano y hasta reclamarle, pero no puedo. No tengo ese derecho. “Maldición”, qué rabia e ira saber que esta noche uno de ellos la amará y yo... yo no tengo nada.

Ella sonríe cuando los veo venir: Yanka, Lucien y Sebak.

Llegan juntos al lugar donde ella y León se habían sentado a conversar. Noto que Lucien ha dejado atrás su rabia y llega por detrás de Makarena, abrazándola.

Pero ahora es ella la que está indignada, y se libera de su agarre. Sebak, sin embargo, le toma la mano.

No sé qué se dicen, pero intercambian palabras entre ellos y luego entran en una especie de salón. Los sigo, no quiero perderme nada de lo que está por pasar... Aunque ya puedo imaginarme de qué se trata.

Al entrar al salón, el ambiente se siente tenso, como si estuviera cargado de electricidad. Makarena está en el centro de atención, y todos parecen tener algo que decirle, pero ella se mantiene firme, con la cabeza en alto y los labios apretados, conteniendo su furia.

Sebak sigue sosteniéndole la mano, mientras Lucien se cruza de brazos, observando cada movimiento.

Esto tiene que parar —dice Lucien finalmente, rompiendo el silencio—. No podemos seguir así, Makarena. 

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SOY MAKARENA GALLEGO. « La  Reina ». Donde viven las historias. Descúbrelo ahora