Cap 123. Te Moriste.

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MAKARENA


Unas lágrimas traicioneras ruedan por mis mejillas, pero respiro y logro controlarme.

Ok, señor Weber, este es el contrato. Lo leo y yo misma se lo haré llegar. —le digo de manera fría. Tomo los documentos en la carpeta y voy a mi habitación. “Y lloro”.

Todo este tiempo he tratado de ser fuerte, pero no es justo. Lucien vuelve y me hace lo mismo que alguna vez me hizo Sebak. ¿Es que no merezco una explicación, o por lo menos hablar?

Siempre me dejan. Pero esta vez no me dejaré. Empiezo a revisar los documentos del divorcio y tacho los viernes que me deja, eso no me interesa. Ese maldito renuncia hasta a Lucienne.

Tomo el número del abogado.

Señor Weber, soy Makarena Hoffmann. Me gustaría saber dónde puedo encontrar a su cliente. No he firmado, pero quiero entregárselos personalmente. —El abogado se queda callado, y al final me da la información.

Señora Hoffmann, el señor Lucien Hoffmann estará unos días en Luxemburgo, en el penthouse de la calle Rivero... —No termino de escucharlo y le cuelgo.

Tomo el teléfono nuevamente y marco a mi abogado y representante legal de Industrias Walton.

Señora Walton, qué gusto oírla... —no presto atención a las palabras del mejor amigo de mi abuelo y voy al grano.

Fernando, necesito un jet privado ya mismo que me transporte hasta Luxemburgo y esté a mi disposición —le digo.

Que sea discreto y no se registre mi salida —añado.

Claro, Makarena, ya lo consigo. En 20 minutos estará listo en el aeropuerto. —Cuelgo y voy a ver a mi pequeña Ciennecita Alpina.

Me ordeño y saco leche suficiente para por lo menos un día. Se la encargo a Celina. Tomo unos pantalones, botas de tacón, una camisa corta y una hermosa chaqueta.

Salgo en mi BMW camino al aeropuerto, y cuando llego, Michelle y Julián me alcanzan.

Señora, no nos informaron que viajaría. No hay jet ni aviones disponibles —me dice Michelle.

No se preocupen —los veo a ambos—. Ya es hora de que me sirvan y entreguen cuentas a mí. —Ellos se miran entre sí—. Viajaré. Tengo mi propio transporte y ni una palabra a nadie, o les corto los huevos y sus cabezas. —Lo digo enojada y sigo.

Ingresamos al jet. Según me dijo Fernando, es un Gulfstream G650ER que estará a mi disposición. Llegamos en 40 minutos, y de inmediato también tengo un automóvil, un Audi R8, con un chofer.

Llego rápido al penthouse que compartía con ellos y tantos lindos recuerdos tengo.

Los guardias intentan detenerme, pero les advierto. Mark y su equipo me conocen, y soy intocable.

Prácticamente subo como si fuera lo más normal pasar un anillo de seguridad de un poderoso mafioso luxemburgués.

Entro en el ascensor, y aunque sé que Michelle, Julián y hasta Mark subirán después, no me importa. Estoy furiosa, hoy Lucien Hoffmann tendrá que darme la cara y dejar su cobardía.

Traigo los malditos papeles de divorcio. El ascensor se abre y logro ver la figura de un hombre grande, rubio y con múltiples tatuajes, que se encierra en el antiguo estudio de León.

—¡Lucien Hoffmann! Vine a que me digas en la cara que quieres divorciarte de mí... —le grito.

Intento abrir la puerta, pero el maldito cerró por dentro.

—¡Dame la maldita cara, Lucien! ¡No seas un cobarde! Dímelo en la frente y firmaré.

—¡Lucien! Dime que ya no me amas, que me odias y que no quieres nada de mí... ¡Lucien! —grito, y ya no aguanto más, empiezo a sollozar. Lloro.

Los guardias suben, pero ninguno hace nada, aunque Mark llama a alguien. Michelle y Julián están atentos a mí.

Pero más me enfurezco y sigo gritándole e insultándolo.

Busco una pieza de hierro de lujo y empiezo a golpear la puerta... Esta se rompe. Doy muchos golpes y sigo gritando.

—¡Maldita sea, Lucien! ¡Dame la cara por una vez en tu vida! No seas cobarde y sal...

Es un cobarde... Maldito. No sé cuánto tiempo pasa, golpeo tan fuerte como puedo la puerta, y empieza a ceder, pero escucho el sonido de un helicóptero encendiéndose.

Y un minuto después, despega. Mi ira crece.

Señora Hoffmann, cálmese por favor. El señor Lucien Hoffmann acaba de salir por la otra puerta y se fue hacia la terraza. Se fue en el helicóptero que acaba de despegar.— me dice Mark.

Escucho el revoloteo del helicóptero, pero veo a Julien mirando al suelo, al igual que Michelle. Es mentira. Este cobarde se escondió.

Pero no me quedaré con las ganas...

Entro a la habitación y la reviso. Supuestamente no está, no la conozco muy bien, pero estoy segura de que está aquí. Y sigo, insultándolo:

Cobarde, Lucien, dame la cara y te firmaré. Si no quieres verme y tanto me detestas, te haré el milagrito.

Eres un cobarde... Dame la cara...— (lloro).

Veo los papeles, los tomo y busco una pluma. Firmo.

—¿Sabes qué, Lucien Hoffmann? Sí, esto es lo que quieres, ahí tienes tu maldito divorcio. Eres un cobarde, te quedé grande. Y te juro, Lucien Hoffmann, sé que me estás escuchando, que de hoy en adelante te moriste para mí. —Le digo, limpiando mis lágrimas.

Veo que la puerta del ascensor se abre y es Yanka, León, Senne y Sebak.

—¿Risitos, qué pasa? ¿Qué es esto? —me pregunta León. También Senne y Sebak vienen, revisan mis manos para asegurarse de que estoy bien.

No te hiciste daño, amor. Pudiste lastimarte —dice Sebak. Niego.

No, ya me voy. Vine a despedir a un muerto. Y esa. — señaló la puerta rota. —fue mi manera de llevar mi dolor —digo, y salgo abrazada por Yanka.

Salgo del edificio con la cabeza alta, aunque el dolor en mi pecho me aplasta con cada paso, voy abrazada a  Yanka, y  Sebak y Senne están detrás de mí. Solo León se ha quedado. Lucien, es un cobarde, se escondió y ahora habla con León.

Maldito... pero desde hoy te moriste para mí.”

Ellos me ofrecen consuelo con su cercanía, pero no me detengo. No quiero parecer débil, no quiero que me vean romperme, no otra vez.

Estoy bien. — murmuro, sin mirarlos. Siento las lágrimas arder en mis ojos, pero las reprimo. No permitiré que esto me destruya.

Conejita… — Yanka intenta decir algo más, pero lo detengo con un gesto. No necesito palabras vacías, ni promesas que no cumplirán.

Me detengo un segundo, tomando aire. Unas cuantas lágrimas traicioneras se escapan, pero las seco rápidamente con el dorso de mi mano, evitando que se conviertan en un torrente.

Estoy bien. — repito con más firmeza, mirándolos directamente. Mi voz es fría, controlada, una armadura que me protege. — Solo necesito aire. Mi Ciennecita Alpina me espera.

Llegamos al jet, y siento cómo mis palabras me llenan de una nueva fuerza. No importa lo que Lucien haya hecho, no importa cuánto me haya roto.

Yo no me dejaré vencer.

Subo al jet y, mientras, ellos hablan, mi  Cucaracha se monta conmigo.

Vamos, princesita, pasaremos el día los tres. Nuestra cucarachita nos espera... — sonrío. Senne insiste en que Lucienne es su hija, con pruebas confirman; ella porta su ADN, al igual que Sebak.

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SOY MAKARENA GALLEGO. « La  Reina ». Donde viven las historias. Descúbrelo ahora