Cap 125. Celosos.

94 12 1
                                    

SENNE LOMBARD

«Yo iré. Ese Renzo no tocará a mi mujer o le meto una bala por el culo» —les digo, y todos asienten.

Todos conocen mi carácter, y a pesar de que soy muy dulce y consentidor con mi princesita o con mi cucarachita, soy temido y respetado por todos.

Mi carácter no es el de un hombre muy formal y sonriente; soy frío y cruel.

Efectivamente, mi princesita se despide de nuestra hija. La cuidan Celina y Victoria, su abuela. Ellos viajarán a Luxemburgo por unos días con mi nena, pues Yanka y Sebak tampoco estarán en la villa, por exceso de trabajo.

Tomo el vuelo, y arrastramos a mi princesita a dormir. Serán 10 horas de vuelo que aprovecharemos para descansar: León, Michelle, Julien, mi hombre Dixon y el de León, Maximilian, y desde luego, ella. No llevamos más escoltas, pero en tal caso, allá tendremos otros hombres. La seguridad es lo primero, y más en este tiempo, donde hemos tenido algunas amenazas de seguridad.

Cuando llegamos a California, nos acomodamos en un penthouse cómodo y práctico, con buena seguridad.

Ella se mete al baño, y el maldito de León me ganó de mano y va tras ella como perro en celo. Tuve que aguantar todos sus toqueteos en el vuelo mientras ella dormía. Creo que tendrá los huevos azules de tanto desearla.

La acompaño a las Industrias Walton y entro con ella en su oficina. Me acomodo en un mueble, traigo mi laptop y trabajo desde aquí. Ella saluda al tal Renzo y yo estoy que me muero; el muy maldito la abraza y la besa, hasta la carga y gira un poco.

Solo empuño mis manos y cuento lentamente. No quiero matarlo; y  que mi princesita me reclame.

Ha pasado toda la maldita mañana y no me he podido concentrar. El imbécil este no hace sino tocarla. Le ha acariciado varias veces las manos y, de vez en cuando, la abraza o la toca. Estoy definitivamente que le meto un tiro.

Nunca he sido tan impulsivo, pero este maldito se está pasando de listo con mi esposa, y estoy que lo mato.

Gracias al cielo el día termina, y ya no falta mucho para acabar con sus reunioncitas.

«Maldito Renzo, pienso que lo está haciendo a propósito».

Llevo a mi linda princesita a almorzar, o más bien es al contrario: ella me pasea por Stanford y en el lugar nos encontramos con León.

Hola guapo, ¿qué hacías? ¿Mucho trabajo? —le pregunta ella.

León asiente y procede a contarle. Hemos desarrollado una convivencia sana entre los cinco; nos contamos los asuntos cada noche o en cada momento.

También aprendimos a compartirla, y hay días que terminamos durmiendo los cinco, o los tres, etc. Eso sí, nuestra Diosa nunca sola.

Algunos asuntos, mi Risitos, en el club Montecarlo y reuniones. En unos días vendrá Mikael y discutiremos algunos temas —le dice León, y ella asiente.

Veo cómo mi Princesita le roba del plato a León y este niega y empieza a darle. Es un risotto de no sé qué.

Oigan, mañana es viernes, y mis antiguos amigos me invitaron a una fiesta, ¿vamos? —dice ella, y de inmediato León y yo nos miramos.

Después de casarme con ella y cuando estaba embarazada de nuestra cucarachita, hablamos los cuatro y pactamos no quitarle su libertad ni robarle ese brillo juvenil.

Solo que nos turnaremos para cuidarla; ella nunca está sola, pero sí hace lo que desea.

Pues amor, si quieres ir, iremos, ¿no es así, Lombard? —le dice León, y yo asiento.

SOY MAKARENA GALLEGO. « La  Reina ». Donde viven las historias. Descúbrelo ahora