Cap 96. La mera Reina.

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MAKARENA

El ambiente estaba un poco pesado. El idiota prometido me miraba con una ira contenida, lo cual me divertía.

Bueno, por lo menos no será tan aburrida esta cena. Sin embargo, las risas de las tontas hijas del socio de mis esposos, un señor algo mayor, chaparro y regordete, me tenían incómoda, más por las miradas coquetas que le hacían a mi Cucaracha, y este idiota con ganas de que lo cape.

Después de cenar, pasamos al salón de juegos. No sabía que era tradición, pero los líderes hacen una cantidad de apuestas, sobre todo con póker, aunque ellos lo llaman Belote o Jass. Mis suegros, Yanka, Lucien y el idiota prometido, junto con otros, se entretienen en eso.

Noto que mi suegra, la tonta perfecta y las hijitas del socio se apartan y empiezan a jugar Tock, algo parecido al parchís. Claro, y los estúpidos gemelos ahí.

Yo, muy disimuladamente, me voy alejando, camino hacia el balcón e intento volarme poco a poco. Todos están bebiendo y riendo; la música es suave, adecuada para este ambiente.

Pero, cuando veo que estoy cerca de la puerta que da al jardín, soy jalada por un brazo fuerte y termino en su pecho.

— ¿A dónde vas, princesita Jasmín? —me dice.

Volteo a verlo, es la Cucaracha... Tiene esa risita coqueta.

Sigue riéndote con esas tontas y te cortaré los huevos, Cucaracha —le digo, molesta.

Él ríe y, más fuerte, me abraza.

Estás celosa, princesita. No debes estarlo, sabes que solo te deseo a ti —me dice mi Cucaracha, y me es imposible no derretirme.

Senne últimamente se ha convertido en alguien especial para mí, no solo es mi amante, sino también mi amigo, mi confidente y me solapa en cada idea, como mis cumples.

Lo miro a los ojos y, aunque estemos en el pasillo, el calor y la intensidad del momento me hacen darle un beso, que se alarga, se intensifica y prácticamente nuestro mundo alrededor desaparece.

Hasta que escucho unos pasos rápidos y fuertes.

Cof, cof, cof —despierto de mi sueño lúcido y me enfoco en el idiota del prometido. Lo peor es que Senne voltea a verme y a él.

Nos dice:

Con permiso. —Y desaparece en un segundo, dejándome sola con este imbécil que quiere matarme.

Estoy pálida, puedo ver su rostro de satisfacción. Se desquitará de la humillación que le hice,  pagándome igual o peor.

Esto era digno de esperarse. ¿Qué podríamos esperar de una mujer como tú? Una mujercita barata, grosera y vulgar. Eres una zorra que se besuquea o se revuelca con su cuñado.

Pero no permitiré que un imbécil como este me insulte, aunque sea cierto. No es su problema.

No te permito, imbécil. Respétame —le digo, doy un paso al frente, saco mi mano y lo golpeo en la mejilla.

— ¡Paf! —lo cacheteo e intento darle otra, pero este idiota reacciona y me aprieta fuerte el brazo.

Me ve con odio y me dice:

Eso lo veremos, mujercita barata, cuando tus suegros y esposos sepan la verdad.

Y empieza a arrastrarme por el pasillo de vuelta al salón principal.

Bueno, Makarena, se te armó la gorda; ahora sí me morí. Pero no me dejaré, pelearé hasta mi último segundo.

— ¡Suéltame, idiota! ¡Suéltame! —grito.

— ¡Suéltame, auxilio, ayuda! ¡Luciiii! —grito.

Veo que Sebak, de reojo, me mira, y niega con la cabeza. Todos voltean a vernos. Esto pasa en cámara lenta.

Este idiota me lleva forzada y prácticamente me tira sobre un mueble.

— ¡Eres una bestia, imbécil, idiota! ¡Vete de mi casa! —grito.

— ¿Qué está pasando? ¿Qué es esto, Mikael? ¿Por qué tratas a Makarena así? —reclama Cyrill, seguido de Yanka y Lucien. Este último me ayuda a levantarme.

— ¿Qué pasa? ¿Qué es esto, Mikael? —pregunta Lucien, furioso.

Amor, me trató de zorra, de mujer barata y otras cosas... —hago caras de ofendida—. Además, me maltrató, mira cómo me dejó el brazo. Todo porque está ofendido, porque le dije la verdad en el comedor —digo, con cara de sufrida.

Pero el idiota de Mikael me ve con odio y dice:

Porque lo eres, ¿o cómo explicas besarte con tu cuñado en los pasillos?

— ¿Qué está pasando? ¿Por qué dices eso, Mikael? —ahora es Sebak quien se mete, y viene hacia mí.

— ¿Por qué insultas y blasfemas a mi esposa, si era yo quien la besaba? ¿Acaso no puedo besarla donde quiera? Si ella también es mía —dice Sebak, mi salvador.

Noto rápidamente que cambiaron camisas con Senne, y los pantalones de Sebak son oscuros. Sebak llega a mí, me lleva a su regazo y, delante de todos, me besa muy tierno y apasionado. Incluso se tarda, y yo lo beso; bien merecido lo tiene.

Senne también aparece en escena y todos volteamos a ver a Mikael, que se pone rojo.

Exijo una disculpa inmediata para con mi esposa —dice Yanka, molesto.

Mikael me ve, y yo hago pucheros. Esto me salió perfecto. Aunque aún estoy en los brazos de Sebak, quien no me hablaba desde el día de la amenaza, solo me curaba y hacía la terapia, y listo.

Mikael mira a todos y accede:

Tienen razón. Makarena, lo siento. No sabía que eres esposa de Sebak, y me confundí de gemelo. Discúlpame, siento haberte tratado mal —el idiota lo dice como un niño regañado.

Pero yo no permitiré que venga a tratarme mal, que lo haga en la casa de su madre.

Todos voltean a verme, esperando que acepte sus disculpas y todos felices, pero no, yo no soy así.

Pues fíjate que no te disculpo, y te pido el favor de no volver a dirigirme la palabra. No soy zorra, ni mucho menos mujercita barata —me levanto de los brazos de Sebak, estiro mi vestido, me paro dignamente y le digo antes de salir del salón—
Tengo una gran fortuna en mi cuentas bancarias, soy igual o hasta más millonaria que tú imbécil.

le doy la espalda y me voy camino a mi habitación.  Miro de reojo a Senne,  y este me ve sonriente. ¿Qué esperaban? Prácticamente camino como si me hubiera puesto mis gafas de sol.  «Soy Makarena Gallego la mera Reina» .

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SOY MAKARENA GALLEGO. « La  Reina ». Donde viven las historias. Descúbrelo ahora