Capítulo: 152. Una visita inesperada.

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Pdv: Rozemyne.
 

Al día siguiente, de nuestra ceremonia de compromiso plebeya. Y como siempre, la vida en el templo comienza muy temprano en la mañana. Lo primero en la lista, fue un baño caliente que nos dieron nuestras asistentes, como de costumbre. Pero ésta vez, nos vistieron con nuestros nobles atuendos muy abrigados, y ya modificados que había traído madre Elvira ayer.

Nos peinaron con nuestras horquillas, de temporada. Luego nos apresuraron a desayunar, para dirigirnos lo antes posible a nuestra casa noble. Teníamos nuestra agenda muy apretada, estos días.

Después del desayuno, Ferdinand vino a nuestros aposentos, vestido con sus nobles atuendos, diciendo. “Buenos días Rozemyne, buenos días Cattleya. Están listas para partir?”. Él preguntó.

A lo que nosotras asentimos con la cabeza, diciendo al unísono. “Si, Sumo Sacerdote”.

“Bien, en ése caso partamos ya. Pero ésta vez y por su seguridad, viajarán en la bestia alta de Rozemyne”. Dijo Ferdinand, apresurándonos a salir.

Dicho esto, nos dirigimos a la puerta del noble. Una vez allí, hice aparecer a mi bestia alta Lessy. Pero mi hermanita, rápidamente le cambió la forma a un Shumilbus, con una sonrisa divertida en su rostro. En cambio yo hice una mueca de molestia, sin embargo, Ferdinand se adelantó a nuestra discusión diciendo, mientras formaba su bestia alta. “Suban ya mis pequeñas Diosas, y no comiencen con otra de sus tontas discusiones, quieren?”. Al terminar de decir esto, Ferdinand ya estaba montado en su bestia alta. Al igual que nuestros caballeros de la guardia.

Entonces Cattleya y yo hicimos lo mismo, nos subimos a mi Shumilbus. Al igual que Rocina, quien metió los harspiels en mi bestia alta. Junto con Brigitte, tomaron sus lugares en los asientos de atrás. Nosotras también tomamos nuestros lugares. Yo como piloto, y mi hermanita como mi copiloto. Las dos nos abrochamos los cinturones, y partimos con rumbo a la mansión Linkberg. Siguiendo de cerca a Ferdinand.

Cuando estuvimos allí, madre ya nos estaba esperando muy feliz. Al entrar a la mansión Linkberg, Ferdinand dijo que solo se quedaría un momento, para supervisar la práctica de harspiel. Por lo que rápidamente nos pusimos a ello.

Entretanto practicábamos el harspiel, llegó Cornelius de su entrenamiento de esgrima con el abuelo. Pero no venía solo…….. En cuanto lo vi lo reconocí. Como podría olvidar esos ojos ámbar, que siempre me miraron con ése brillo fanático, y ése cabello rojo llamativo. El Hartmut que recordaba era más adulto, pero el Hartmut que tengo arrodillado delante en éste momento, es un niño. Pero eso es normal, no?. Dado que éste es un retejido.

“Por favor, permítanme servir a las emisarias de los Dioses. Desde su bautismo, mi único anhelo y deseo ha sido servirles a las encarnaciones de la Diosa de la sabiduría”. Decía Hartmut, en una reverencia en señal de sumisión.

Luego levantó la cabeza, mirándonos mientras decía. “Antes de conocerlas, mi mundo era gris. Pero ustedes, con esa extraordinaria bendición que nos dieron a todos los presentes, lo llenaron de color. Tal expresión de santidad y belleza solo pudo ser manifestada por los mismos Dioses”. Mientras decía esto último, nos miró a las dos con un brillo fanático en sus ojos, que yo conocía muy bien.

“Haré lo que sea necesario, para que me acepten en su séquito”. Suplicó Hartmut, con una expresión de determinación, sin perder ése brillo de admiración exagerada en sus ojos.

Es bueno verlo de nuevo, pero éste no es el momento para éste tipo de declaración tan apasionada. Y mucho menos cuando Ferdinand, está presente. El cual, lo estaba mirando con una expresión asesina en su rostro.

Juego de Shumil gemelosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora