Cuando la madera endeble se partió, la puerta no cayó en pedazos como imaginó. En cambio, un brazo feroz se adentró hasta el cerrojo y lo quitó. Cereza, desde la cabeza de Mabel, donde había aterrizado tras perder el equilibrio, hinchó el pecho y recibió a Dalton con una llamarada particularmente potente. Mabel blandió la tapa desde abajo, pero perdió el factor sorpresa por un pensamiento intrusivo sobre ser castigada otra vez. La barbilla del chico se salvó del impacto por segundos, dándole tiempo para protegerse de los ataques aéreos del pajarito y de ella. Mabel se tambaleó un paso más cerca y, en lugar de apuntar a la nariz, que sangraba fácilmente, lo golpeó en el estómago, lo que no le hizo ninguna gracia.
— ¡Hija de...!
La mano que aferraba la tapa tenía un nueve al inicio de la fila de números. La malicia de Mabel le susurró que, por supuesto, podía con un jugador cuyo número iniciaba con nueve. Como Dalton no soltó el arma improvisada, Mabel aprovechó otro momento de distracción de Cereza para embestirlo con el hombro. Se movieron juntos hasta que la espalda del rubio golpeó el lavamanos, la tapa chocó contra el mármol y se rompió. Mabel cayó al suelo y gateó lejos del alcance de Dalton con rapidez. Como siempre había temido ser atacada, no había escenario que no se hubiera imaginado antes, pero no era Sherlock Holmes ni la Mujer Maravilla. Sin Cereza, le habrían dado una paliza, lo sabía.
Recogió del suelo la parte más grande de la tapa que sobrevivió al golpe y se la arrojó a Dalton. Sin embargo, confundió el reflejo en el espejo con el hombre real y solo logró una cascada de cristales rotos.
Con la música suave, la ruidosa cocina y varios pasillos de distancia, podría montar una ópera y traer una orquesta entera al baño sin que nadie los escuchara. Era una completa mierda.
— ¿Qué carajos te pasa, pendejo? — enfatizó la "p", escupiendo al hablar, lo que le hizo gracia.
Cereza regresó a su lugar sobre su cabeza, observando a Dalton con la misma mirada juzgadora que Mabel. Sería atemorizante si no midiera menos de un puño y no se estuviera yendo de lado.
— No es personal, linda — Dalton comprobó sus quemaduras en un fragmento de espejo aún intacto en la pared—. Solo que este juego no nos hizo amigos.
Sacó la tarjeta negra que había recibido con su bebida y la deslizó por la encimera de mármol hasta el otro lado. Mabel se confió porque él tenía una pierna y un brazo enyesados - o algo así - y se acercó al extremo del lavamanos para leer la carta. El estúpido de Evie sostenía un corazón roto en la imagen.
"Desafortunadamente, el amor no siempre es bueno y habrá que terminar con él para avanzar".
— ¿Qué parte de esto dice que me ataques, imbécil?
— Debes saberlo mejor, Mabel — Dalton se pasó una mano por el cabello, un gesto que podría ser nervioso, pero que reflejaba más bien una frialdad escalofriante —. No hemos venido a jugar.
— Literalmente usan la palabra "juego" para todo, ¡esta en el nombre!. ¿Te funciona mal el cerebro? Te dan una tarjeta y dices: "Por supuesto, quieren que mate a mi pareja". ¿Tienes la mente podrida o qué?
— Es una conclusión lógica — se defendió el idiota, cada vez más enojado.
— ¡También puedes decir: "Esta persona no es para mí" e irte! ¡¿Por qué todo tiene que ser vivo o muerto con ustedes?!
— Saber decir que esta persona no es para mí —repitió Dalton, saboreando las palabras, probándolas con la lengua.
Mabel frunció el ceño al verlo. La barrio desde los pies hasta la cara, deteniéndose en su boca. El mundo podía estar desnivelado y ligeramente borroso, pero no al punto de no reconocer el peligro. Gracias al cielo, no era su primera cita, pero no le iba a dar a ese enfermo su primer beso, ni su primer nada. Instintivamente retrocedió un paso y encontró la pared contra su espalda. Miró más allá del loco, a la puerta a varios metros de distancia, eternos si se consideraba al cretino entre la salida y ella. Podría repetir el proceso de esconderse en un cubículo, pero cuando giró a verlos, según para calcular la movida, Dalton se interpuso.

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Rever Arcade
AdventureMabel quería dinero, una casa propia y felicidad. Aceptó entrar al mundo de juegos de Rever Arcade para buscar al hermano perdido de alguien, con la promesa de volverse ridículamente rica al terminar. Sin embargo, no esperaba acabar siendo dueña de...