El talento de Amada Valentine

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Mabel estaba decidida a interponerse entre Hazel y Clara, meterse en la conversación e incluso enganchar su brazo con el de él sin soltarlo por lo que restaba del juego. Sin embargo, a medio camino tropezó con sus propios pies y se estrelló contra el suelo.

El estruendo de su cuerpo al caer resonó en el salón vacío, silenciando el ambiente. Los chicos en la barra se giraron a ver qué había pasado y, considerando que ya estaban bastante atormentados con sus propios problemas, que pusieran una mueca de pena al verla le resultó aún más angustiante. No obstante, lo olvidó de inmediato; no tenía tiempo para preocuparse por ellos, ni por sí misma ni por la sangre que le brotaba de la boca cuando, por su culpa, Cereza podría estar convertido en un panqueque en ese mismo instante.

A gatas, se sujetó el cuello de la camisa y lo bajó, dejando a la vista el sostén - que no tenía mucho que sostener - en busca del pajarito que segundos antes había estado ahí. No le importó que sus pechos quedaran expuestos ante todos; al no encontrar rastro de Cereza, ni una masa emplumada ni un huesito roto, levantó el borde de su camisa, revelando su estómago suave.

— ¿Cereza...? —gimoteó sin éxito.

Arrodillada en el suelo, comenzó a llorar. Vanila intentó sujetarla para ayudarla a ponerse de pie y evitar más revelaciones, pero Mabel se escurrió de su agarre sin darse cuenta, rodando en el suelo en un torpe intento de quitarse la camiseta, esfuerzo inútil debido al suéter que llevaba encima.

— Hazel... — llamó entre hipidos —. Cereza... — balbuceó palabras incomprensibles.

El moderador se arrodilló junto a ella y, en un solo movimiento certero, la rodeó con los brazos, poniéndola de pie y sacándola de la vista de los demás.

— Está aquí mismo — dijo el rubio, enganchando a Cereza con los dedos y sacándolo del punto de la nuca de Mabel dónde el pajarito estaba asomado.

— ¡Dios! — Mabel lloró, tomando al ave entre las manos mientras se recargaba completamente en los brazos que la sujetaban —. ¡Pensé que te había matado!

Cereza, que no estaba en mejor estado que ella, la vio llorar y sus ojos negros se humedecieron también. Soltó un alarido triste, aprovechando para quejarse del maltrato que el moderador le daba en el proceso. Lástima que el vínculo entre Mabel y él aún no estaba lo suficientemente desarrollado como para que ella entendiera sus quejas... de lo contrario, habrían sido muy reveladoras. Hazel, que sí le entendió, no reaccionó a sus alaridos, pero una sonrisa se posó en sus labios.

— Aquí hay un botiquín — ofreció Eder a sus espaldas.

Los meseros trajeron una caja de primeros auxilios por su cuenta, pero Mabel prefirió la de Eder y las manos expertas, aunque amables, de Vanila para que le revisara la boca. La llevaron a sentar a una mesa cercana, donde se dejó atender, casi completamente recostada en los brazos del moderador, y de vez en cuando le lanzaba miraditas de suficiencia a Clara para asegurarse de que estuviera viendo todo. No era exactamente como había planeado separarlos, pero el resultado había sido mucho mejor.

— Tengo que pedirles a los caballeros que me acompañen a la barra por un trago — anunció Wilbur, mostrando los sobres que llevaba —. Tendremos una segunda ronda de cartas para reasignar parejas.

Mabel miró a Hazel encima de ella, aún resentida con el personal por no haber leído correctamente su carta. Clara fue la primera en extender la mano y tomar un sobre con su pluma, sentándose en la mesa con ellos dos. 

—Es solo un juego — dijo Hazel de pronto, bajando la mirada para encontrar la de Mabel—, no te lo tomes en serio.

— Pero se supone que trata de compatibilidad — replicó ella, lastimándose más al intentar morderse el labio por los nervios.

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