Capítulo 67: <Primera lección>

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—Bueno, ¿por dónde empezamos? —preguntó Brie—.

—Debes estar ansiosa.

—Demasiado. Voy a cobrarme todas las vidas de las personas que me han jodido la vida.

—Primero debes saber las normas que sí o sí debes cumplir.

—¿Acaso no estoy aquí para saltármelas?

—Escúchame, Brie, esto es muy importante. De esas normas depende tu vida.

Brie guardó silencio para dejar hablar a su nueva profesora, aunque no estaba segura de querer escuchar ciertas normas.

—Te enseñaré a pelear y con eso sabrás sobrevivir. Pero en cuanto aprendas y estés completamente lista deberás marchar a tu verdadero destino. La regla número uno es no revelar tu nombre bajo ninguna circunstancia y no mostrarle a nadie tus habilidades físicas a menos que sea estrictamente necesario. Regla número dos; no vayas en grupo, puedes exponerte a traidores o espías que están a la expectativa para entregarte a Osiris. Regla número tres; no mostrar tu rostro.

—¿Cómo es eso?.

Ellen sacó un antifaz negro que cubría desde la nariz hasta los ojos. Lo había fabricado a mano, sin duda, Ellen también la andaba buscando desde hacía tiempo. Brie cogió el antifaz negro y se lo puso, mirándose en un pequeño espejo. Le quedaba ajustado, las medidas iban acorde con su cara.

—Con esto no podrán reconocerte si te encuentras con algún superviviente —dijo Ellen—.

—Pero, ¿cómo voy a hacerlo si no tengo ni idea de por dónde empezar a buscar?.

—Para facilitarte el trabajo, tendrás que fingir tu propia muerte ante los hombres de Osiris.

—Creo que me hago una ligera idea...

Brie grababa cada norma en cada neurona de su cerebro para no poder olvidarlas jamás y así poder cumplirlas al pie de la letra. El hecho de tener que buscar a la organización de Chris en solitario no la disgustaba, al revés, prefería eso antes que enfrentarse a traidores y cobardes. Puestos a elegir, ella hubiera preferido no tener que llevar puesto el antifaz todo el rato, pero Ellen tenía razón, no debían reconocerla o sería mucho peor.

—¿Se puede saber cuál será mi nuevo nombre? Quiero empezar a acostumbrarme —dijo Brie—.

—Sylvia. Te he elegido un nombre normal, ¿no?.

—No es el que hubiera preferido pero.... No está mal.

—Pues vete acostumbrando, Sylvia.

Brie rodó los ojos y sonrió. El nuevo nombre se le hacía muy extraño para ella después de estar acostumbrada al suyo. Ahora debía aprender a responder cuando le llamaran Sylvia en caso de conocer a alguien.

—No hay tiempo que perder. Coge tu arco y empecemos.

Brie lo cogió y juntas salieron al exterior del sótano antes de salir de la casa por la puerta trasera que daba a una especie de jardín con hortalizas y verduras cultivadas. Ellen ya se había anticipado, puso una diana cerca de la alambrada a una distancia considerable para que la joven pudiera efectuar un disparo limpio. Brie no dijo nada, le resultaba ridículo que Ellen la entrenara en algo que ya sabía utilizar a la perfección, aunque Ellen quería ver todos sus procesos y saber qué se le daba mejor o peor. Disparó su arco dos, tres y hasta cuatro veces; las flechas se clavaron en el centro de la diana y Ellen aplaudió satisfecha. Se retiró nuevamente al arsenal, trayendo una ballesta negra con otro tipo de flechas. La condenada pesaba mucho más que el arco y además era de las mejores, de las que alcanzaban grandes distancias. En alguna ocasión, Brie había leído acerca de ellas. La empuñó, tal vez no con tanta confianza, apenas había tenido muchas armas en sus manos durante el año y medio que llevaba de Apocalipsis. Cargó una flecha, la cuerda de la ballesta era bastante más dura que la de un arco, lo que supondría un leve retraso a la hora de disparar. Apuntó a la diana y lanzó la flecha apretando el gatillo, pero la punta no se clavó en el centro aunque sí muy cerca.

—¿Creías que era igual que lo que tú utilizas? —preguntó Ellen—.

—Sí...

—Lección número uno; nunca te confíes de las armas. Inténtalo de nuevo, pero esta vez...

Ellen le colocó la ballesta correctamente, ahora le resultaba más cómodo no sólo agarrarla, sino apuntar. Brie volvió a disparar y esta vez, la punta se clavó en el centro de la diana. Sin que su instructora le pudiera decir nada, siguió tirando sin darse por vencida. Aprendía rápido, su ventaja era que la puntería y las flechas las sabía dominar. Ellen sacó ahora una pistola con silenciador y se la entregó a Brie. La chica miró el arma detenidamente, no tenía rasguños ni polvo siquiera, todos los utensilios de matar los tenía completamente cuidados. Intentó dispararla, pero el seguro estaba echado y la bala no salió, así que Ellen le enseñó a quitarlo mientras ella prestaba mucha atención.

—Se nota que no has cogido muchas —replicó Ellen—.

—Y tú demasiadas por lo que veo.

Asintió sin decir nada, estaba a la espera de que su nueva alumna disparase el arma de una vez. Disparó dos veces seguidas; una de las balas se dispersó y fue a parar a uno de los árboles del bosque mientras que la otra, se incrustó en la diana casi a punto de perderse también por el bosque. El pulso de Brie temblaba, esto ya no era por no tener puntería, sino porque odiaba las armas de fuego, siempre había tenido malas experiencias con ellas desde el tiroteo en la Universidad, hasta Chris y terminando en Mac, en tres situaciones había sido apuntada por un arma en la cabeza.

—Concéntrate. No pienses en el pasado —dijo Ellen—.

"Maldita sea" —pensó Brie—

Esa mujer se anticipaba no sólo en sus actos, sino también en sus pensamientos, ¿cómo era capaz de ser tan astuta? ¿Acaso tenía poderes mentales? Muchas fueron las preguntas que invadían la mente de Brie. Prefirió ignorarlas y concentrarse en lo que estaba haciendo, la puntería la tenía dominada. Cargó el arma y volvió a apuntar a su objetivo, luego apretó el gatillo y, por fin, consiguió lo que quería.

—Repítelo —le pidió Ellen—.

Brie resopló un par de veces, volviendo a cargar la pistola. Apuntó y disparó pero no salía ninguna bala a pesar de que el seguro no estaba echado. Escuchó las carcajadas inoportunas de Ellen, que le mostró el cargador vacío.

—Lección número dos; calcular todas tus balas y saber administrarlas.

Ellen abrió una pequeña caja roja llena y repleta de balas para enseñarle a Brie cómo debían ponerse en el cargador. Luego de habérselo explicado, Brie lo hizo sola, total, recargar una pistola no era tan complicado como podía ser manejar una katana. La chica volvió a repetir el proceso; consiguió eliminar cada pensamiento pasado a cambio de llenarse de rabia y antipatía para tener una motivación eficaz con la que poder disparar. Sí, su ceguera sería el odio y la venganza para no fallar en cada uno de sus actos. Lo logró, las balas fueron a parar a cada punto donde Brie había apuntado; su rostro estaba rojo, una de sus venas del cuello se hinchó de forma brutal, empezaba a ser salvaje.

—¿Cuántas balas te quedan? —preguntó Ellen—.

—Tres —respondió Brie, con certeza—.

Ellen lo comprobó; tres, justo tres eran las que quedaban puestas sobre el cargador de aquella pistola.

—Disparar a una diana es fácil. Esta tarde veremos tu potencial —dijo Ellen—.

—¿A qué te refieres?.

Ellen seencogió de hombros y marchó al interior de la casa sin decir nada, Brie lasiguió corriendo intentando convencerla para que le diera, al menos, una levepista, pero Ellen selló la boca y no tenía intención de abrirla hasta quellegara el momento adecuado. 

Inmunidad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora